Muerte por exceso de trabajo: así aumentan las horas de más el riesgo de mortalidad

Volver al trabajo después de las vacaciones o tras teletrabajar puede provocar mucha frustración.
Volver al trabajo después de las vacaciones o tras teletrabajar puede provocar mucha frustración.
VioletaStoimenova/iStock
Volver al trabajo después de las vacaciones o tras teletrabajar puede provocar mucha frustración.

La pérdida de poder adquisitivo y la precarización de las condiciones vitales que gran parte de la población ha vivido en la última década suponen un alto coste para la salud de los trabajadores. Fenómenos como el aumento de las jornadas laborales (que documenta por ejemplo la Guía del Mercado laboral 2021 elaborada por Hays), a los que ha contribuido en buena parte la pandemia de coronavirus, son claves para entender problemas como el Síndrome de Burnout, recientemente reconocido en la Clasificación Internacional de Enfermedades de la Organización Mundial de la Salud.

El peligro del estrés crónico

En este contexto, parece lógico preguntarse sobre cuáles son las consecuencias más extremas del exceso de carga laboral en la salud física y psicológica de las personas.

El estrés es clave aquí. Se trata de un mecanismo por el que nuestro cuerpo responde a un desafío, demanda o en general a una situación potencialmente dañina; como tal, puede ser adaptativo en ciertas situaciones (por ejemplo, a la hora de esquivar un coche en marcha). El problema aparece cuando el estrés es constante.

Cuando nos encontramos en una situación estresante, nuestro cuerpo segrega una hormona, llamada cortisol, que estimula el estado de alerta y prepara al cuerpo para responder con rapidez. El organismo, no obstante, no está preparado para mantenerse mucho tiempo en ese estado; existe amplio consenso científico en que el estrés crónico se relaciona con mayor riesgo de problemas digestivos crónicos, inflamación crónica en ciertos tejidos, problemas psicológicos (como trastornos de ansiedad o depresivos), diabetes y tensión arterial elevada.

El trabajo, en condiciones ideales, no debería ser una fuente de estrés crónico; pero problemas como un exceso de horas y de fatiga, una competitividad desmedida, la precariedad (con el efecto que ello tiene en la propia subsistencia) o ambientes laborales hostiles o desfavorables sí que incrementan el riesgo de padecerlo.

Efectos comprobables

Toda esta relación teórica tiene efectos muy reales. Por ejemplo, en el año 2016, la OMS reportó que un aumento en el número de horas trabajadas contribuyó al fallecimiento de 745.000 personas en todo el mundo, a través de un aumento en la incidencia de ictus y cardiopatías isquémicas en la demografía afectada.

Esto es consistente con el hecho, recogido en dicho trabajo, de que las personas que trabajan 55 o más horas semanales tenían un riesgo un 35% mayor de padecer un ictus y un 17% mayor de padecer cardiopatías isquémicas que quienes trabajaban 35 a 40 horas semanales.

Incluso, el exceso de horas de trabajo se ha relacionado (como cita un artículo en la revista especializada Ovid) con mayor incidencia de ciertos tipos de cáncer, artritis, enfermedad pulmonar crónica, depresión y asma. Estos riesgos afectaban de manera desproporcionada a las mujeres.

Por otro lado, la muerte relacionada con el exceso de trabajo (especialmente de forma aguda, más que crónica) es un fenómeno largamente conocido en lugares como el Lejano Oriente: en Japón, por ejemplo, se conoce como 'karoshi'.

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