Un estudio sobre cómo afecta al sueño el cambio de hora halla problemas sólo cuando se duerme una hora más

El efecto del insomnio
El efecto del insomnio
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El efecto del insomnio

Un nuevo estudio ha encontrado que la transición del horario de verano al horario estándar, cuando se gana una hora durante la noche, se asoció con un breve aumento de los trastornos del sueño, como dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormido, pero no hubo tal asociación cuando se pierde una hora en el cambio del horario estándar al horario de verano.

El estudio, publicado en la edición en línea de Neurology, la revista médica de la Academia Americana de Neurología, también halló una pequeña diferencia en la cantidad de sueño que se duerme en función de la estación del año.

"El sueño desempeña un papel esencial en el mantenimiento de la buena salud, el estado de ánimo, la cognición, el rendimiento laboral y la actividad social, y está influido por el ritmo circadiano, el reloj interno que regula los procesos corporales --explica el autor del estudio Ron B. Postuma, de la Universidad McGill (Canadá), y miembro de la Academia Americana de Neurología--. La buena noticia es que las alteraciones del sueño que observamos tras el cambio a la hora estándar fueron breves y dejaron de ser evidentes dos semanas después del cambio".

En el estudio participaron 30.097 personas, de entre 45 y 85 años, que rellenaron un cuestionario sobre la duración y satisfacción del sueño, la capacidad para conciliar el sueño, la capacidad para permanecer dormido y la somnolencia excesiva durante el día.

Entre las preguntas figuraban: "En el último mes, ¿con qué frecuencia tardó más de 30 minutos en dormirse?" y "En el último mes, ¿con qué frecuencia se despertó en mitad de la noche o demasiado temprano por la mañana y le resultó difícil volver a dormirse?". Se consideraba que tenían problemas de sueño quienes respondían tres o más veces por semana a cualquiera de estas preguntas.

Para el cambio a la hora estándar en otoño, los investigadores compararon a las personas que rellenaron el cuestionario una semana antes de la transición con las que lo hicieron una semana después.

Tras ajustar por edad, sexo y lugar de residencia, descubrieron que los que completaron la encuesta una semana después de la transición tenían un 34% más de riesgo de insatisfacción con el sueño, con un 28% de insatisfacción con el sueño en comparación con el 23% de los entrevistados una semana antes.

Los que completaron el cuestionario una semana después también tenían un riesgo más de dos veces mayor de tener dificultades para conciliar el sueño, un riesgo un 64% mayor de tener dificultades para permanecer dormidos y un riesgo dos veces mayor de somnolencia excesiva durante las horas de vigilia.

Para la transición al horario de verano en primavera, los investigadores compararon a las personas que rellenaron el cuestionario una semana antes del cambio con las que lo hicieron una semana después. No encontraron diferencias en los problemas de sueño. Sin embargo, sí encontraron una disminución de nueve minutos en la duración del sueño una semana después de esta transición.

Los investigadores se fijaron en el momento en que los participantes rellenaban el cuestionario: primavera, verano, otoño o invierno. Aunque no encontraron diferencias en cuanto a los problemas de sueño, sí hallaron una pequeña diferencia en la duración del sueño.

Las personas que rellenaron el cuestionario en verano tuvieron la menor duración del sueño, una media de 6,76 horas diarias. Las personas que rellenaron la encuesta en invierno tuvieron la mayor duración del sueño, una media de 6,84 horas diarias, una diferencia de cinco minutos.

"Por muy perturbadoras que puedan resultar estas transiciones a corto plazo, el cambio repetido del horario de verano al horario estándar puede tener pocas implicaciones a largo plazo --afirma Postuma--. Sin embargo, investigaciones anteriores han relacionado las transiciones hacia y desde el horario de verano con mayores tasas de accidentes, así como con un mayor riesgo de ictus e infarto de miocardio".

El investigador apunta que se necesitan estudios futuros que hagan un seguimiento de los individuos a lo largo del tiempo, incluidas las personas que viven en zonas con diferente exposición a la luz y cambios estacionales.

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