"Los tratamientos biológicos contra el alzhéimer son un cambio esperanzador pero España no está lista para ellos"

El doctor Juan Fortea, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología.
El doctor Juan Fortea, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología.
SEN
El doctor Juan Fortea, coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología.

"En un momento tremendamente esperanzador". Así define el doctor Juan Fortea el punto en el que se encuentra la investigación sobre el azhéimer, un trastorno neurodegenerativo que pese a haber sido prescrito por primera vez hace 115 años sigue suponiendo un importante reto para la ciencia. En junio, la FDA (la Administración de Alimentos y Medicamentos) de EE UU aprobó el primer tratamiento capaz de modificar procesos fisiopatológicos claves de la enfermedad y, aunque aún está por determinar su beneficio clínico, este especialista aboga por no poner el foco en la polémica sino en el "cambio de paradigma" que medicamentos como el aducanumab van a suponer.

El también coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN) alerta además que mientras el futuro pasa por tratamientos biológicos como ese, el sistema sanitario español se encuentra lejos de estar preparado para suministrarlos cuando llegue el momento. "No hay ninguna otra enfermedad tan grave, con tanto impacto socioeconómico y tanta letalidad que tenga unas disparidades tan grandes en nuestro país en cuanto a diagnóstico, tratamiento y manejo", advierte en una entrevista con 20minutos en el marco este martes del Día Mundial del Alzhéimer.

¿En qué punto estamos en la investigación del alzhéimer? En un momento tremendamente esperanzador. Por primera vez se empieza a vislumbrar que en los próximos años podemos tener tratamientos que modifiquen el curso de la enfermedad. Serán tratamientos biológicos que van a suponer un cambio de paradigma y más que nunca tenemos que insistir en la importancia de estar preparados para ese cambio.

¿Qué ha venido fallando hasta ahora? ¿Por qué no se terminan de saber las causas y por lo tanto no se consigue un remedio? Efectivamente venimos de años de fracasos. Hasta la aprobación del aducanumab por la FDA, el último tratamiento se había aprobado en 2003. Esos continuos fracasos ejemplifican las carencias en el conocimiento de las causas últimas de la enfermedad pero también distorsionan que se ha avanzado enormemente en el conocimiento de su fisiopatología. El avance de los biomarcadores para diagnosticar el alzhéimer y entender su curso, incluso en las fases asintomáticas, no tiene parangón.

¿A qué han conducido esos avances? Esto ha llevado a que ahora, sin ningún tipo de dudas, podamos modificar algunos aspectos fisiopatológicos clave. El aducanumab y otras medicaciones han modificado el depósito del amiloide cerebral. Existen todavía dudas sobre si la retirada del amiloide que induce el aducanumab tiene un significado clínico, y de ahí toda la polémica que ha habido en torno a él, pero conocemos mejor la fisiopatología de la enfermedad, podemos incidir sobre ella y el aducanumab no es un medicamento aislado. Es la punta de lanza de una serie de tratamientos biológicos en los que existen esperanzas.

¿Valora entonces positivamente este nuevo fármaco? No he dicho que sea claramente positivo. Lo que no me gustaría es que las dudas que todo el mundo reconoce resten importancia al hecho de que su llegada va a suponer un cambio de paradigma. El alzhéimer es la epidemia estructural del siglo XXI. Ninguna otra enfermedad tan grave, con tanto impacto socioeconómico y tanta letalidad tiene disparidades tan grandes en nuestro país en cuanto a diagnóstico, tratamiento y manejo. Dependiendo de qué hospital te toque te puede ver un especialista u otro, no existen rutas especializadas... Incluso si disipáramos las dudas sobre el aducanumab y fuera gratis, el sistema no estaría preparado para suministrarlo.

¿Qué falla? Para dar el aducanumab será imprescindible, primero, el uso generalizado de biomarcadores, que por desgracia en España solo se realizan en una minoría de pacientes cuando sabemos que aumentan la fiabilidad diagnóstica y que un diagnóstico precoz mejora el pronóstico. También requeriría de hospitales de día para su infusión endovenosa, de mucho más personal especializado, de varias resonancias al año… Todo eso está lejos de estar generalizado y no es fácil de implementar. No existe una reflexión sobre que el sistema sanitario no está preparado para la revolución que van a suponer los tratamientos biológicos y que se va a tensionar muchísimo. Porque más allá del aducanumab, cualquier fármaco que vaya a venir va a ser similar.

"Hay muchos factores modificables que pueden ayudar a prevenir la enfermedad"

¿Se está trabajando en ello o nos pillará el toro? Por desgracia yo creo que estamos más cerca de lo segundo. Ha habido avances pero hay muchas cosas que podríamos hacer y no estamos haciendo. Aún está pendiente por ejemplo el Plan Nacional de Alzhéimer, una demanda de las asociaciones de familiares y de los médicos desde hace mucho tiempo. Se dice que se ha aprobado pero no ha venido asociado con una dotación económica por lo que nace muerto. Ese plan debería reconocer el reto que va a suponer la demencia en este siglo e impulsar que se destinen recursos para atender necesidades que no son solo médicas. Porque el alzhéimer es una enfermedad multidemensional con una perspectiva familiar y social tremenda.

¿Qué avances ha habido en los test de diagnóstico? Desde hace muchos años sabemos de marcadores que funcionaban muy bien pero que eran tremendamente caros. Costaban más de 1.400 euros por paciente. Había otros que requerían de punciones lumbares y como eso era mínimamente invasivo e incómodo también presentaban complejidades. Pero desde hace dos o tres años tenemos marcadores plasmáticos que están empezando a funcionar muy bien. Y esto puede cambiar radicalmente la ruta de los pacientes y el cribado del deterioro cognitivo de la población. Esta es una enfermedad joven que se manifiesta en viejos. Su proceso fisiopatológico empieza veinte años antes. Por un lado puede dar miedo pero es una ventana de oportunidad muy importante. Lo ideal sería poder dar tratamientos no ya cuando se tiene una pérdida de memoria importante sino antes y es hacia donde tenemos que caminar.

¿Mantener la mente activa es importante cuando a alguien le diagnostican la enfermedad sobre todo de forma precoz? Mucho. Está demostrado. Y no se ha hecho suficiente hincapié en ello. El alzhéimer está aumentando mucho porque la población está envejeciendo mucho pero una persona de 70 años tiene ahora menos riesgo de tener una demencia que hace 50. Es lo que se llama la incidencia o la prevalencia ajustada por edad y está bajando. Los mejores hábitos de vida, de cuidados y la mejora socioeconómica general están reduciendo el alzhéimer, lo que demuestra que un porcentaje de casos son prevenibles. Las mejoras en factores de riesgo como problemas cardiovasculares, hipertensión, diabetes, tabaco... también ayudan a prevenir demencias. Y la actividad física y mental es igualmente básica. Existen muchos factores modificables que pueden ayudar a prevenir la enfermedad.

¿Cuándo debe uno preocuparse? La sensación de fallos de memoria es muy frecuente. Los fallos atencionales, como ir a una habitación y no saber a qué has ido, está demostrado que se deben a que estabas pensando en otras cosas. Lo que a nosotros nos preocupa es la memoria episódica: olvidar lo que hemos hecho el fin de semana, las citas médicas, los eventos relevantes… Y preocupa especialmente cuando el acompañante se da cuenta de esos déficits pero el paciente no. Entra en cuestión una cosa muy paradógica que se llama falta de conciencia de la enfermedad. Tiene la parte positiva de que los pacientes sufren mucho menos, pero plantea dificultades para planificar con ellos los cuidados.

Algunas informaciones apuntan a que la Covid podría acelerar los síntomas del alzhéimer. ¿Hay relación entre ambas enfermedades? Es el gran temor. La Covid ha sido devastadora para estos pacientes en múltiples niveles. Primero porque la inmensa mayoría de las muertes se han producido en residencia y la inmensa mayoría de la gente de las residencias tiene demencia. No somos conscientes de que el coronavirus ha matado fundamentalmente a pacientes con alzhéimer de forma desproporcionada. El segundo impacto es que las residencias han estado cerradas a cal y canto, lo que ha supuesto un aislamiento tremendo. Y después efectivamente las inflamaciones agudas importantes se asocian a aceleraciones de procesos degenerativos y existe la duda de si la Covid puede desencadenar o acelerar los procesos fisiopatológicos del alzhéimer. Pero para esto, que se está estudiando mucho, nos falta perspectiva.

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