Ocho reglas de oro para aprender a gestionar la incertidumbre

  • Vivir pendientes de un futuro que no podemos controlar es uno de los grandes sufrimientos del ser humano.
  • Centrarse en el momento presente, aceptar a que podemos tomar decisiones equivocadas y no ver los cambios como algo traumático ayudan a tolerarla.
Mujer con mascarilla
La incertidumbre es una respuesta normal ante la falta de certeza sobre el futuro.
GTRESONLINE
Mujer con mascarilla

Fue el filósofo chino Confucio quien en una ocasión sentenció: “Si los problemas tienen solución, ¿de qué te preocupas? Y si no la tienen, ¿por qué sigues preocupándote?” A pesar de esta lección de sabiduría el ser humano lleva siglos bregando con la incertidumbre, un sentimiento que se define como la falta de certeza o confianza sobre algo futuro que genera sensaciones como la inquietud, el miedo, la inseguridad y la ansiedad.

Cuanto más cambiante es el mundo más incertidumbre podemos llegar a sentir y en una sociedad como la del siglo XXI, en la que todo se transforma a la velocidad del rayo, son muchas las situaciones que pueden provocárnosla. Muchas veces surge a raíz de dudas que se presentan en el presente - cambiar o no de trabajo por otro aparentemente mejor, gestionar la enfermedad o muerte de un ser querido... -, otras por situaciones que aún no se han producido - será mi pareja actual la definitiva o acabará por dejarme, podré mantener de forma estable mi puesto de trabajo, qué riesgo corro de contraer una enfermedad... - e, incluso, por hechos completamente imprevisibles o impensables hace tan solo unos meses, como la actual pandemia que nos rodea.

En cualquier caso, vivir pensando en un futuro que no podemos controlar puede convertirse en un sufrimiento (y de los grandes) por lo que aprender a gestionar la incertidumbre es una tarea en la que todos deberíamos esforzarnos para no sufrir de más o innecesariamente. Estos son algunos de los consejos que los especialistas recomiendan tener en cuenta:

Analizar el motivo que produce esa incertidumbre

El primer paso que necesitamos dar para gestionar la incertidumbre es pararnos a pensar qué situación la está provocando. Una vez identificado el motivo, debemos dar un nuevo paso: preguntarnos si esa situación depende de nosotros o no.

Intentar controlar solo lo que dependa de nosotros

En aquellos aspectos en que la situación que nos provoca esa incertidumbre dependan de nosotros, puede resultar muy útil elaborar un plan de acción o una lista con las distintas opciones que tenemos para enfrentarnos a ella: formas en la que podemos enfrentarla, pros y contras de cada una, dificultades que nos podeos encontrar para actuar de una u otra manera... Todo ello hará que nos sintamos menos perdidos y ganemos en control y tranquilidad. Aprovechemos también el momento para echar la vista atrás y analizar situaciones ya vividas en la que pudimos encontrarnos de manera parecida o similar.

Aprender a aceptar lo que no depende de uno mismo

Como hemos visto en el punto anterior, si el cambio depende de uno mismo hay que valorar todas las opciones antes de escoger una de ellas. Por el contrario, si aquello que provoca la ansiedad no depende exclusivamente de nuestras decisiones - como puede ocurrir actualmente con la crisis del coronavirus- hay que aprender a aceptarlo y esperar a que pase el tiempo. Intentar llegar antes de tiempo al futuro solo va a ocasionarnos frustración, pérdida de energía y acrecentará las preocupaciones.

Recordar que nadie conoce el futuro

Parece una obviedad pero es necesario repetírselo como un mantra. La mejor manera de gestionar la incertidumbre es centrarse en el presente, en el aquí y ahora. Nadie puede controlar lo que va a pasar en el futuro pero sí podemos controlar cómo queremos vivir con esa incertidumbre en el presente para sentirnos mejor. En otras palabras, vivir el presente, valorar lo que nos está aportando y lo positivo que hay en él.

Intentar ver la situación con otra perspectiva

Salir por un momento de nuestro papel de actores principales y convertirnos en actores secundarios o meros espectadores. Analizar si pensaríamos o actuaríamos de la misma forma si esa situación la viviera un amigo, familiar o persona cercana. Otro ejercicio muy revelador puede ser el de imaginarse dentro de unos años, en un futuro más o menos lejano, y preguntarse: ‘¿me preocuparía de la misma forma lo que me está sucediendo?’.

Ser flexibles

Cuando hay miedo a equivocarse aparece también el miedo a la incertidumbre. Aprender a aceptar que podemos tomar decisiones equivocadas y dejar de ser tan exigentes con nosotros mismos es una de las mejores vías para aprender a tolerar la incertidumbre.

No ver los cambios como algo traumático

Aquí entra en juego la capacidad de resilencia, o lo que es lo mismo, la capacidad de adaptarse y sobreponerse a las situaciones adversas e, incluso, salir fortalecidos de ellas.

Confiar en uno mismo

Cuanto más seguros estemos de nuestras habilidades y recursos para afrontar los problemas y nuestra capacidad para gestionar las emociones contaremos con más herramientas a nuestro favor para afrontar todo lo que venga, sea en el momento presente o en el futuro.

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