¿Qué es y cómo podemos suavizar los efectos del 'baby blues’? ¿En qué se diferencia de la depresión posparto?

  • Los síntomas se presentan los primeros días tras el parto y suelen desaparecer pasadas dos semanas.
  • La madre necesita sentirse acompañada por su entorno y aprender a delegar tareas para centrarse en ella y el bebé. 
Un recién nacido.
Una madre con su bebé recién nacido.
ISTOCK - Archivo
Un recién nacido.

Mucho se habla de la llamada depresión posparto y a día de hoy son muchas las famosas - entre ellas Brooke Shields, Halle Berry o Gwyneth Paltrow- que han roto una lanza para visibilizar este trastorno que sufren entre un 15 y un 20 por ciento de las mujeres después de dar a luz. Menos conocido, sin embargo, es el ‘baby blues’ o tristeza posparto que afecta a un porcentaje mucho mayor de madres y en numerosas ocasiones se confunde con la depresión. ¿Cómo diferenciarlos?

Lo más importante es dejar claro que el ‘baby blues’ es un síndrome transitorio leve que se suele caracterizar por sensación de tristeza, irritabilidad, llanto fácil y frecuente, angustia y cambios de humor. Lo habitual es que estos síntomas aparezcan la primera semana tras el nacimiento del bebé y se prolonguen no más allá de dos semanas. Suele presentarse con tanta frecuencia que los especialistas estiman que afecta, en mayor o menor grado, a un 80 por ciento de las madres. Sin embargo, al contrario que la depresión, no requiere tratamiento, suele remitir de forma progresiva y sin dejar ningún tipo de secuela.

¿Cuáles son sus señales?

El ‘baby blues’ suele ir acompañado de una serie de sentimientos negativos o de tristeza que se manifiestan en los primeros días tras el parto. Algunos de los más frecuentes son:

  • Irritabilidad
  • Aumento de la susceptibilidad
  • Fatiga y falta de energía
  • Dificultad para conciliar el sueño
  • Dificultad para concentrarse
  • Ansiedad
  • Llanto frecuente y/o sin motivo aparente
  • Dolores de cabeza y pérdida de apetito

¿Qué lo provoca?

Los enormes cambios fisiológicos y psicológicos que se producen tras el nacimiento del bebé y la necesidad de adaptación de la madre a la nueva situación son las principales causas para que el ‘baby blues’ llame a la puerta.

Por un lado, las fluctuaciones en los niveles hormonales son casi como una montaña rusa: los de progesterona y estrógenos descienden tras el parto mientras que los de oxitocina y prolactina aumentan para preparar al cuerpo para la lactancia.

También hay dolor - producido por los puntos, la cicatriz de la cesárea, grietas en los pezones y otras alteraciones provocadas por la subida de la leche...-, incomodidad y cansancio por las alteraciones en el sueño que pueden provocar irritabilidad.

Y toda una maraña de sentimientos provocados por la nueva situación: miedo a la nueva responsabilidad y a no saber ejercer bien el papel de madre, sensación de ansiedad porque ya no se cuenta con tiempo para una misma, para la pareja y/o actividades que se realizaban antes del nacimiento del bebé, culpabilidad por sentir todo lo anterior...

La nueva madre tiene, por tanto, que adaptarse en muy poco tiempo a la nueva situación y en un momento, además, en que el desgaste físico y emocional ha sido muy intenso

¿Se puede hacer algo para aliviarlo?

Lo principal es que la mamá tenga claro que todos esos sentimientos que están aflorando son completamente normales y que se necesita un periodo de adaptación para volver a sentirse bien con una misma y cómoda con el bebé. Los niños no nacen ni con un pan ni con un manual de instrucciones debajo del brazo y la maternidad puede distar mucho, en ocasiones, de la imagen ideal que se tiene de ella antes y durante el embarazo.

Es fundamental también sentirse acompañada y comprendida: por la pareja, por la familia, por los amigos... y, si es necesario, buscar la ayuda y el asesoramiento de otras mamás del entorno o de grupos de crianza y apoyo a madres.

Lo físico influye mucho en el estado mental. Se recomienda intentar descansar cuando el bebé lo haga para recuperar horas de sueño perdidas con los despertares o tomas nocturnas, aprender a delegar tareas de la casa en otros (comidas, limpieza...) para centrarse en una misma y el bebé, compartir esas sensaciones con la pareja para desahogarse y no sentirse atada a los compromisos sociales. Si se necesita más tiempo para hacer la presentación oficial del niño al entorno, los amigos y familiares, estos deben comprenderlo.

¿Cuándo deberíamos alertarnos?

Si los síntomas no mejoran sino que se intensifican con el paso de los días o bien si se presentan mucho más adelante será necesario consultar si se trata de una depresión posparto. Algunas de las principales diferencias respecto al 'baby blues' es que los síntomas son más intensos, puede iniciarse en cualquier momento durante el primer año de vida del bebé y no solo en los primeros días, su duración es mucho más larga también y puede incapacitar a la madre para realizar actividades de la vida diaria e, incluso, cuidar de sí misma y del bebé.

Estas son algunas de las señales de alarma que pueden indicarnos que la estamos viviendo:

  • No sentir conexión e interés por el bebé
  • Perder el gusto y el interés por cosas que nos gustaban
  • Un sentimiento constante de tristeza
  • Episodios frecuentes e intensos de llanto
  • Sentimientos de culpabilidad
  • Trastornos alimenticios: pérdida de apetito o comer en exceso
  • Trastornos de sueño: episodios de insomnio o dormir en exceso
  • Miedo a quedarse sola con el bebé
  • Cambios muy bruscos de estado de ánimo
  • Aislamiento social: de la pareja, amigos, familiares...
  • Arrepentirse de haber sido madre o sensación de que no se es una buena madre
  • E, incluso, pensar en hacerse daño o hacer daño al bebé

Si aparecen uno o varios de estos síntomas y cada vez se hacen más agudos, se hace imprescindible recurrir a ayuda especializada. Al contrario que el ‘baby blues’ este trastorno no remite por si solo y requiere de tratamiento, por lo que es importante saber reconocer cuanto antes lo que está ocurriendo.

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