Ahora que la mayoría nos hemos vuelto unos cocinitas empedernidos, son pocas las recetas que consideramos que no están a nuestro alcance. Nos estrenamos con el pan de masa madre que ahora protagoniza nuestros desayunos; ya dominamos las recetas más instagrameadas (y las nuestras acumulan muchos likes en nuestras redes sociales); e, incluso, nos hemos animado a dar los primeros pasos dentro de la gastronomía japonesa y hemos conseguido hacer nuestro primer sushi handmade. Y, ahora, de cara al fin de semana, tenemos claro que la masa de pizza es nuestra próxima (gran) creación.

Después de haber leído la receta, lo normal es pensar que es muy sencilla. Pero, la realidad dista mucho del primer pensamiento: es más fácil de lo que piensas cometer algunos errores que echarán a perder, en cuestión de segundos, nuestra masa... y, por tanto, también nuestra saludable y deliciosa cena.

Para evitarlos (y seguir presumiendo de ser grandes artistas culinarios) es importante prestar atención al tipo de harina que se usa (lo mejor es comenzar por la más básica, la blanca de fuerza); a los tiempos de amasado y reposo (hay que dejar respirar la mezcla para que se asiente y deje de pegarse a nuestras manos); o al orden en el que colocamos la cantidad exacta de ingredientes, si no queremos sacar del horno una pizza blanda y gomosa. Y, ¿qué hacemos si, aun siguiendo todos los pasos, la masa se ha convertido en un chicle con grumos y aspecto poco apetecible? Muy fácil: ¡Pídelo en JustEat!

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Cómo hacer pizza casera en cuatro pasos

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  Lo primero, los ingredientes

  Es quizás, la parte más importante de la elaboración y, para conseguir el mejor resultado, debemos elaborarla nosotros mismos y evitar las precocinadas del supermercado. En este sentido, es importante calcular bien las proporciones. Con 400 gramos de harina de trigo, 200 ml de agua tibia, 15 gramos de levadura fresca, dos cucharadas de aceite de oliva y 1 pizca de sal, conseguiremos masa para dos pizzas de tamaño estándar. Para ello, debemos poner en un bol, el aceite, el agua y la levadura, mezclar y añadir la harina y la pizca de sal.
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  El secreto está en el amasado 

  Tan importante como dar con las cantidades adecuadas es respetar el proceso de amasado. Tenemos que poner un poco de harina en la encimera para que no se pegue la masa y amasar durante 3 o 4 minutos sin parar, mejor desde el centro hacia afuera, hasta que la mezcla se despegue de nuestras manos. Además, es fundamental que, entre amasado y amasado, hagamos una pausa de 10 minutos. Por último, hay que dejarla en reposo durante tres horas o hasta que doble su volumen.
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  Cuidado con los ingredientes

  Una vez superada la elaboración de la masa, y aunque podemos dar rienda suelta a nuestra imaginación con los ingredientes, lo mejor es no complicarse en exceso, pues una buena pizza es aquella más sencilla. Debemos prestar atención al tomate, que tiene que ser de calidad y debemos echar una cantidad adecuada para que ni nos quede muy húmeda ni muy seca. También a los quesos, que deben estar bien extendidos sobre la masa y, aunque nos gusten demasiado, intentar evitar un exceso de ellos.
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  ¡Solo nos queda el horno!

  Ya solo nos queda un paso para poder disfrutar de esta delicia. Aunque parece un paso sencillo, debemos controlar la temperatura del horno, que debe ser alta para evitar que la pizza se seque. Es importante precalentarlo y hornear esta elaboración a unos 200 grados durante 12-15 minutos, hasta que los bordes queden dorados y crujientes.

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