El síndrome de la abeja: cómo la rivalidad afecta a algunas mujeres al alcanzar el poder

Hay personas que al lograr el poder, cambian su personalidad y basan su liderazgo en la dominación, la rivalidad y la competencia. Este hecho, denominado 'síndrome de la abeja', es cada vez más común, analizamos el fenómeno con dos expertas.
Qué es el síndrome de la abeja
Qué es el síndrome de la abeja
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Qué es el síndrome de la abeja

El síndrome de la abeja es el fenómeno que dictamina que algunas mujeres que ocupan cargos de poder dentro de una empresa tienen una clara predilección por rodearse de hombres a la hora de trabajar. ¿El motivo? Consideran al resto de mujeres como rivales o como personas a las que dominar. 

Según la Dra. Sara Berbel, experta en psicología social, este síndrome es una consecuencia psicológica de las desigualdades de género. Sienten orgullo por ser "la única mujer en ese ámbito" e instan a las demás a que se esfuercen, siguiendo la máxima "si yo he podido, tú también". Sí: quizás te estén viniendo a la mente las polémicas declaraciones de Kim Kardashian a la revista ‘Variety’: "Tengo el mejor consejo para las mujeres en los negocios: levantaos y trabajad. Parece que nadie quiere trabajar hoy en día".

Las palabras de Kim, ajenas a su privilegio, desataron la ira de los internautas. "El comportamiento de abeja reina provoca que muchas mujeres intenten evitar los estereotipos de género negativos en las organizaciones a través de comportamientos de distanciamiento del grupo propio, se distancian y con ello de algún modo legitiman la desigualdad organizacional. Consideran que "quien quiere puede" y no se identifican con las reinvindicaciones sociales para el grupo al que pertenecen. Su comportamiento puede parecerse al sexismo y ejercer efectos similares, devalúan el movimiento por la igualdad de género y no se ven representadas, a pesar de seguir recibiendo discriminación y cuestionamiento de su identidad social", dice la Dra. Sara Berbel.

¿Consecuencia de la discriminación de género o del miedo?

"Hay un lugar especial en el infierno para las mujeres que no apoyan a otras mujeres", dijo Madeleine Albright, ex secretaria de Estado estadounidense, y lo cierto es que la sororidad es fundamental para cambiar el devenir de la historia. "Si bien puede interpretarse como un vínculo de competencia, distintos estudios (British Journal of Social Psychology) sugieren que no deberíamos tratar de arreglar a las mujeres, sino que son nuestras organizaciones las que necesitan cambiar. Estas investigaciones plantean que el síndrome de la abeja reina es una forma en la que algunas mujeres enfrentan la discriminación de género que han vivido en su propia carrera y con su conducta pretenden enfatizar lo distintas que son de otras mujeres aplicándoles los estereotipos y prejuicios que ellas mismas soportaron", explica la Dra. Sara Berbel.

Mujeres y liderazgo
Una escena de 'Succession' para ilustrar el binomio 'mujeres y liderazgo'
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"Una respuesta simplista podría ser atribuirlo a una autoestima inflada pero, en realidad, los motivos subyacentes pueden ser mucho más complejos. Por ejemplo, podría tratarse de una respuesta inconsciente al miedo, como el temor a que se revele su inseguridad o vulnerabilidad. También pueden influir creencias arraigadas como "pisas o te pisan" o "ganar o perder". Cuando las personas tienen estos patrones de pensamiento rígidos, a menudo se ven limitadas en su capacidad para comportarse de manera distinta, incluso sin darse cuenta de ello", dice 

Teniendo en cuenta que el comportamiento de abeja reina es producto del sesgo de género, Adriasola señala que se puede eliminar pidiendo a las mujeres que piensen en un momento en el que fueron juzgadas en función de su mérito y no en función de su género para poder así generar un vínculo de oportunidades compartidas. Al ser conscientes de los prejuicios de género que tuvieron que superar, los sacrificios personales para lograr cierto éxito y el escaso apoyo que recibieron de sus organizaciones, pueden romper ese sesgo. "Estas mujeres saben que tenían que mostrar un compromiso excepcional para tener éxito, y esto las hace menos seguras de que otras mujeres deberían estar dispuestas y comprometidas a ser capaces de hacer lo mismo. Como otras tantas otras consecuencias de la desigualdad, el problema de la abeja reina no se puede solucionar arreglando a las mujeres, sino que requiere que arreglemos las organizaciones, pues es realmente la única forma de eliminar este fenómeno", asegura Silvia Adriasola, coach experta en liderazgo y empoderamiento.

Mujeres y poder
Una escena de 'Emily in Paris'
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Las mujeres, al alcanzar el poder, puden sentir aún mayores inseguridades. ¿Puede ser el motivo por el que en ocasiones, adoptan una actitud mucho más agresiva que antes de haber sido líderes?  "Es cierto que la agresividad y la rigidez se asocian con lo masculino, pero también se asocian la acción y el liderazgo. Creo que muchas mujeres hemos creído que cuanto más 'masculinas' seamos en nuestro 'performance', más competentes y competitivas seremos. Precisamente porque creemos que mostrar emociones se ve en nuestra sociedad como un signo de debilidad. Por otra parte, en un mundo donde todos estamos muy estresados, es más difícil ser empáticos; es una cuestión biológica. No podemos ser empáticos si estamos hasta arriba de cortisol, que es una de las hormonas que se activa ante el miedo", dice Inma Brea.

Muchas mujeres hemos creído que cuanto más 'masculinas' seamos en nuestro 'performance', más competentes y competitivas seremos

Feminizar el poder y buscar ayuda

Como señala Ariasola, no es extraño que al alcanzar el poder, haya mujeres que intenten despojarse de la feminidad y de las características más empáticas para encajar en ese mundo tan masculinizado. ¿Cómo evitarlo? "Pueden ser mujeres que aprendieron en su trayectoria que para acceder a los puestos más altos, la masculinidad y el éxito profesional eran sinónimos. La falta de preparación para el liderazgo y la ausencia de referentes y/o mentoras, contribuyen a esta sesgada percepción… Probablemente, les parece que sólo las mujeres más masculinas ascienden a los niveles superiores, y el único camino hacia el éxito es presentarse como un perfil masculino", señala Ariasola. "Al final, esta conducta describe a una mujer que está haciendo todo lo posible para adaptarse y sobrevivir en entornos dominados por hombres y renuncia a un liderazgo auténtico como estrategia de inclusión y aceptación", sentencia. 

Inma Brea cree que en el caso de que el cambio de personalidad haya sido fruto de un ascenso, los compañeros del mismo rango tendrían que advertir a la nueva líder de cómo se está comportando, aunque advierte que una cosa diferente es que estemos en disponibilidad de verlo, ya que estos estados de alerta pueden nublar la razón y la objetividad. "No olvidemos que el estrés es una respuesta del cuerpo ante la sensación de peligro, y ante esa sensación, el ser humano tiene tres posibles respuestas: bloqueo, huida o ataque. Entre los líderes organizacionales es más frecuente que se den las dos últimas respuestas: evadir el tema o tomarlo como un ataque personal", dice. Considera por ello oportuno, al alcanzar puestos de poder, buscar un especialista en liderazgo. "No hay liderazgo sin autoliderazgo y esto requiere desarrollo interno. Son pocos los que han aprendido estas competencias por sí solos por lo que un coach o mentor en liderazgo y desarrollo personal puede ser fundamental para desempeñarse de manera efectiva en estos roles", señala. 

¿Competitividad o síndrome?

Para finalizar, ¿cómo se diferencia a una mujer competitiva de una que sufre este síndrome? "El vínculo de abeja reina es una situación de perder-perder que impide a las mujeres avanzar en sus carreras a través de un doble vínculo: si no promueven a otras mujeres, se las considera una abeja reina, y si lo hacen, se las critica por favorecer a las mujeres. Necesitamos tanto personal como socialmente romper la creencia de que las mujeres compiten naturalmente entre sí y darnos cuenta de que las mujeres necesitamos más apoyo entre nosotras mismas con una visión inclusiva, diversa, que potencie todos los talentos hacia un propósito común", opina Silvia Adriasola.

"La competencia que anula o descarta al otro no es tampoco un impulsor personal a medio plazo, siempre se volverá en contra. Competir por nuestras metas basándonos en potenciar nuestras habilidades y talentos, entendiendo la cultura a la que pertenecemos, debería ser la estrategia ganadora sin minar a nadie, y menos a otras mujeres. Aprendemos a ser colaborativas, amables, empáticas y ayudadoras de los demás, especialmente hacia los varones. Incluyamos, sin miedo, a nuestros pares femeninos en el ejercicio de estas cualidades para ganar todas y transformar tanto las relaciones de poder como generar impacto positivo en la cultura organizacional", dice. Antes de finalizar, nos invita a no alimentar la falsa creencia de que "no hay nadie peor para una mujer que otra mujer", pues es una creencia sexista que nos debilita, distancia y empeora el camino a la igualdad real.

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