El pueblo de Madrid para pasar el día en el que puedes comer calçots

La calçotada es una fiesta. ¿Y no puede celebrarse fuera de Cataluña, en el resto de España? En Madrid también es posible disfrutar de los calçots.
Calçots.
Calçots.
Los Calsots.
Calçots.

Los calçots son esas cebollas tiernas, entre puerro y cebolleta, alargadas, tiernas y ligeramente dulces. Hablamos de un clásico de la cocina catalana. Como mejor se disfrutan es en una comida al aire libre con familiares y amigos. Porque la calçotada es una fiesta. ¿Y no puede celebrarse fuera de Cataluña, en el resto de España?

De acuerdo, los calçots son catalanes. Se cultivan básicamente en Tarragona, en las comarcas del Alt Camp, Baix Camp, Tarragonés y Baix Penedés, próximas al mar y con un invierno suave. Pero a la fiesta se apuntan muchos. En Madrid —¿quién habló de rivalidad?— se pueden disfrutar en temporada (de noviembre hasta abril). Porque hay calçots en la Sierra de Madrid.

Calçots en Hoyo de Manzanares

Un pueblo de la Sierra Noroeste de Madrid se ha convertido en algo así como un embajador de sus calçots. Es Hoyo de Manzanares.

La plaza de la Caldereta da acceso al conjunto de edificios del ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor, destacado por su torre descentrada adornada con pináculos y bolas. Este pueblo de casi 9.000 habitantes es, además, la puerta de entrada al Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares.

Pero hemos venido a comer cebollas tiernas, alargadas y ligeramente dulces. Hemos buscado Hoyo de Manzanares para disfrutar de una calçotada.

El clásico es, ya lo dice el nombre, Calsot (Av. de la Paloma 36). Por menos de 30 euros por persona comemos calçots de Valls (6 unidades por persona), servidos en teja y envueltos en papel de periódico, con salsa romesco. Todo va acompañado de una tostada de pan tumaca, embutidos catalanes (butifarra negra, blanca y fuet) y el clásico combinado de carnes a la brasa (butifarras, conejo, pollo y chuletas de cordero). Y para beber, vino o sangría de cava. Más allá de los calçots, verduras, carnes o los caracoles a la llauna.

Calsot tiene competencia. Es el restaurante Los Picazos, que está al lado (Av. de la Paloma 38 bis). Allí también se esmeran en preparar un buen fuego de leña para hacer calçots. Y como son inquietos, sobre las brasas ponen también puerros, boniatos, batatas, camotes o papas dulces y hasta yuca. Es un restaurante familiar, con amplia terraza, piscina cubierta para que los peques. Abren solo en fines de semana o entre semana para grupos de más de XX personas. 

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