Si tienes pueblo, da igual en qué punto del país, seguro que en más de una ocasión has pegado algún trago de un botijo para beber agua, y para el vino, de la clásica bota, aprendiendo el noble arte de tragar con la boca abierta.
Cada vez menos comunes fuera de las fiestas populares, si existe un lugar una época del año por excelencia donde se sigue sacando la bota de vino a pesar, es Pamplona y en San Fermín.
Ropa banca, fajines y pañuelos rojos, encierros, y botas de vino. Tras dos años de parón, la celebración más popular de Pamplona vuelve a la carga con toda su esencia. Y como no podía ser, con el vino alegrado las calles.
A pesar de ser uno de los iconos más clásicos de las fiestas populares, las botas de vino no son un elemento de las celebraciones contemporáneas, ni mucho menos, sino que su historia se remonta, al menos, a la Antigua Grecia, donde ya se conocen sus primeras referencias.
De la Antigua Grecia a San Fermín pasando por El Quijote
No como bota pero sí como 'odre', o 'uter' en latín. Se trata de un elemento similar a la bota del que ya se tiene referencias en la Antigua Grecia y que también se utilizaba para beber vino. En El Quijote también encontramos referencia a este elemento tan clásico de la cultura popular.
Se trata de un recipiente bastante cómodo para transportar y conservar bebida, y aunque podemos encontrar diferentes modelos dependiendo de la forma, aunque la bota tradicional y la más popular es la que tiene forma de lágrima.
Tradicionalmente, la bota se elaboraba con piel de cabra o vaca, aunque a día de hoy también se pueden encontrar de piel sintética, que son más baratas y fáciles de manejar.
En el caso de las botas de piel sintética, habitualmente las encontramos de látex o de pez, una resina que impermeabiliza el interior para evitar que el líquido cale el material. Mientras que para conservar vino el mejor material es el pez, para bebidas carbonatadas o agua, el látex es el más óptimo.
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