La Navidad está a la vuelta de la esquina, y uno de los productos más deseados y consumidos en estas fechas son los mariscos. Desde los langostinos, las gambas o las quisquillas hasta las nécoras, centollas o bueyes de mar se convierte en algunos de los protagonistas imprescindibles de estas fechas.
La centolla y el centollo son algunos de los manjares más exquisitos que podemos poner a la mesa en estas fechas y aunque la principal diferencia entre ambos, lógicamente, es el sexo del animal, también existen otras disparidades mucho más importante gastronómicamente hablando.
Quienes conocen el marisco de cerca saben muy bien qué buscan cuando están pidiendo centollo y cuando están pidiendo centolla. Te contamos qué les diferencia y cómo conseguir identificarlos.
A simple vista
Si antes de hincarle el diente queremos saber a ciencia cierta si estamos ante un centollo o ante una centolla, debemos darle la vuelta a la pieza y fijarnos en su abdomen; mientras que las hembras tienen 'la tapa' redondeada y abultada para poder incubar huevos, la del macho es más alargada y estrecha. Tanto los centollos como las centollas tienen cinco patas a cada lado, de las cuales, las primeras, que tiene la pinza, también son una diferencia, ya que las del centollo son considerablemente más grandes de tamaño.
La centolla incuba unos 300.000 huevos al año, que suelta en dos puestas, lo que también supone una absoluta diferencia en el sabor. De hecho, solo en las centollas se encuentra el coral, que en realidad son los huevos y se pueden comer solos o mezclado con la carne.
En cuanto al sabor de las patas, las del macho son más marinas, pero la carne de la hembra es más jugosa y suave que la del macho. En cuanto al tamaño, en lo que respecta a los centollos y las centollas, no es algo determinante, ya que el centollo suele ser de mayor tamaño, pero la hembra suele ir más llena.
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