Cómo dos mujeres urbanitas revolucionaron el sector de los huevos camperos: "Somos unos obsesos del bienestar animal"

Nuria y Piedad, directora general y directora de marketing y comunicación de Pazo de Vilane.
Nuria y Piedad, directora general y directora de marketing y comunicación de Pazo de Vilane.
Carolina G. Nombela
Nuria y Piedad, directora general y directora de marketing y comunicación de Pazo de Vilane.

Nuria cuenta que cuando llegó a Galicia con tan solo 25 años para ponerse a la cabeza del pazo familiar y hacer de él un negocio de provecho nadie daba un duro por ella. Y es que lo de ser una mujer joven en el mundo rural de aquella época al frente de una granja era algo inusual. 

Recién llegada de Londres, la actual directora general de Pazo de Vilane tenía claro que quería empeñar todos sus esfuerzos en hacer de aquellas prácticamente abandonadas tierras familiares, un negocio que les permitiese vivir y disfrutar de la tierra más allá de las vacaciones de verano. "Podía haber sido una granja de gallinas camperas como podía haber sido cualquier otro negocio", asegura Nuria confirmando que el conocimiento sobre este animal lo han ido adquiriendo con los años y que no existía ningún tipo de tradición familiar en el sector. 

Cuando Nuria se instaló en la comarca lucense de la Ulla, allá por 1996, lo de tener huevos camperos en casa solo pasaba por, o bien tener gallinas propias, o bien algún vecino en el pueblo que te repartiese de los huevos de las suyas. Y ya. La posibilidad de encontrar huevos camperos en la cesta de la compra era bastante impensable. 

"Nuestro objetivo era llevar los huevos camperos a las tiendas, que fue un poco lo que nos inspiró para montar este primer gallinero", aseguran las hermanas Varela-Portas señalando una de las naves que forma parte del pazo y que a día de hoy se encuentra reformada con la mejor de las tecnologías. 

Obsevar y aprender

Más de 25 años después de arrancar el proyecto de esta empresa pionera en comercializar huevos camperos, Pazo de Vilane cuenta con 49 empleados, 200.000 gallinas distribuidas en 13 naves -siete propias y seis de producción integrada-, y el pasado año facturó 8 millones de euros. 

Además de las hermanas Varela-Portas, parte del éxito y de la evolución de la empresa los últimos 10 años es de Juan Pedro Sánchez, conocido en la finca más cariñosamente como “Juanpi”. Educador social de profesión, Junapi es el jefe de producción de Pazo de Vilane, quien se encarga de supervisar las naves y -quizás por defecto profesional- analizar el comportamiento de las gallinas. 

"Para entender cómo actúa una gallina, intento ver lo mismo que ven ellas, así que les digo a los trabajadores que se agachen, que vean lo que ve una gallina para entender", asegura el jefe de producción, quien bromea sobre su actual profesión: "Ahora en vez de tener que entender a un grupo de chavales, tengo que entender a un grupo de gallinas". 

Gallinas dentro de una de las naves de Pazo de Vilane.
Gallinas dentro de una de las naves de Pazo de Vilane.
Carolina G. Nombela

Juanpi trabaja - y estudia- día a día para asegurar el bienestar de los animales de la finca e intentar maximizar la producción, analizando a través de grabaciones cómo se comportan las gallinas cuando están solas, por qué hacen un cacareo u otro, o cómo se relacionan en jerarquía. 

"Ahora en vez de tener que entender a un grupo de chavales, tengo que entender a un grupo de gallinas"

Para asegurar el bienestar de las gallinas, además de instalar cámaras en las naves que les alerten de posibles ataques de zorros o episodios de asfixia, Juanpi y su equipo intentan ser lo menos invasivos posible en los gallineros, vistiendo siempre monos de trabajo de los mismos colores para no alterar a los animales, o intentando romper la jerarquía que de manera natural se genera en las naves y que desencadena en desigualdades a la hora de comer o beber. 

Camperos, que no ecológicos

"Nosotros somos unos obsesos del bienestar animal y de la alimentación", asegura Nuria sobre las premisas de la empresa que dirige, donde presumen de criar gallinas en libertad. 

Sobre las gallinas de Pazo de Vilane, Varela-Portas asegura que son 'gallinas Ferrari', gallinas ponedoras cuyo trabajo es poner huevos, pero para ello necesitan una alimentación conveniente, ya que, según explica la directora genera, "si no están poniendo huevos a su costa, a costa de su salud". 

"Nosotros somos unos obsesos del bienestar animal y de la alimentación"

"Cuando una gallina tiene carencia de algo, está muy nerviosa, tiene peor plumaje, la cresta descolorida...", asegura Nuria sobre las señales que, a simple vista pueden revelar el estado de salud de este animal y el tipo de alimentación. Por ello, para cuidar, no solo la calidad de los huevos que bajo su marca comercializan, sino también el bienestar animal, en Pazo de Vilane alimentan a sus gallinas con todos los nutrientes, aminoácidos y oligoelementos que necesitan. 

Según explica Piedad, directora de marketing y comunicación de Pazo de Vilane y hermana de la directora general, "ahora la industria se está reconvirtiendo al suelo como manera de criar, pero al fin y al cabo son gallinas que no salen al campo", asegura sobre la forma de cría más común en el sector. Según Piedad, "la distribución decidió que no quería huevos de jaula hace unos años, pero no es un tema de prohibición, es un tema más de mercado y de distribución".

En el código del huevo, según nos explica Piedad, podemos identificar el modo de vida de las gallinas, donde el número 0 corresponde a gallinas de origen ecológico, el 1 a camperas, el 2 a criadas en suelo y el 3 en jaulas. Los huevos que producen sus ahora 200.000 gallinas -50 en sus comienzos como empresa- se identifican por el número 1, ya que en Pazo de Vilane las gallinas comen cereales en las naves, pero salen al campo a alimentarse de hierba, lombrices o insectos, lo que según las hermanas Varela-Portas, "le aporta consistencia al huevo". 

"Por ley, para que se trate de gallinas camperas, en el interior de las naves debe haber mínimo un metro para cada seis gallinas, y en el exterior, cuatro metros cuadrados por gallinas", asegura la directora de marketing de la empresa. 

Con la caja por bandera

"Lo de la caja fue un proyecto de innovación", nos comenta Piedad sobre su emblemático estuche de una o media docena mientras los trabajadores de Pazo de Vilane la montan delante de nuestros ojos con una habilidad suprema. 

Según comenta la directora de marketing de a empresa: "Los huevos van protegidos, no lleva plástico y creó un estándar de envasado. A partir de ahí pasados unos años, cuando empezó el 'boom' de los huevos camperos, todo el mundo empezó a envasar el huevo campero o bien en cajas como estas o en las hueveras de cartón de color marrón, y a día de hoy el huevo campero se identifica con este marrón". 

Diariamente en el pazo se producen 20.000 de estas cajas o estuches, y el objetivo de la empresa para este año está en producir 4 millones de docenas de huevos. 

A pesar de existir la posibilidad de mecanizar muchos de los pasos del proceso de producción de la caja, en Pazo de Vilane se siguen manteniendo algunos procesos manuales para asegurar la calidad y el cuidado del producto. Desde la selección o desecho de los huevos en el caso de llegar defectuosos a la cadena, hasta el montaje de la propia caja. 

Desde el nacimiento de empresa pionera en huevos camperos, su máxima siempre ha sido el cuidado tanto de las gallinas como del producto final, consiguiendo convertirse en una de las empresas pioneras del sector y crecer día a día. Su fama les avala. 

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