El Adamant es un espacio peculiar. Es un barco y a la vez un centro de día para adultos que padecen enfermedades mentales. Anclado en uno de los muelles del Sena, cerca de la Gare de Lyon de París, acoge a un grupo variopinto que, bajo la supervisión del equipo médico, trata de lidiar con su día a día, en busca de una cierta normalidad. Ellos son los protagonistas de En el Adamant, del documentalista Nicolas Philibert.
El documentalista, conocido por Ser y tener (2002) o La ínfima cosa (1997), donde también aborda la enfermedad mental, se alzó con el Oso de Oro a la Mejor película de la pasada Berlinale con En el Adamant, premiado por un jurado presidido por la actriz Kristen Stewart, para quien la obra estaba dotada de una "elaboración magistral" y era una "prueba cinematográfica de la necesidad vital de la expresión humana".
'En el Adamant', crítica de la película
En la Edad Media y el Renacimiento, la imagen de la Stultifera Navis cobró una notable presencia tras la publicación del libro Das Narrenschiff, en el que el humanista Sebastian Brant relataba el viaje en barco de más de un centenar de personajes singulares a Locagonia, el país de la locura.
Poco después, El Bosco pintó su cuadro La nave de los locos y la imagen cristalizaría como motivo crítico sobre la deriva decadente de la sociedad. Por su parte, Michel Foucault, en su Historia de la locura en la época clásica, también recurrió a este motivo que con los años llegó a simbolizar la existencia errante de los locos, que eran embarcados en estos barcos para ser expulsados de las ciudades.
Locura, navíos y el movimiento de la marea como imagen de la inestabilidad mental han estado, así pues, siempre ahí, conformando un motivo visual que se recupera, casualmente, en las imágenes de una cierta realidad de la psiquiatría contemporánea filmadas por Nicolas Philibert en En el Adamant.
El escenario de su nuevo documental es un barco, una nave que, justamente, acoge a un grupo de locos, pero el retrato que ofrece el cineasta, sin olvidar el espacio marginal en el que viven sus retratados, está muy lejos de querer volver a estigmatizar a las personas enroladas en el Adamant.
Tan modesta como nutrida de significado y emoción, En el Adamant trata de escapar de los modelos de representación de las personas que sufren trastornos mentales, inaugurados por la iconografía de las ciencias mentales decimonónicas, con el objetivo de mirar sus rostros de manera frontal y dilatada a la espera de que sean ellas quienes asuman el protagonismo.
Para lograr tal acometido, Philibert sin duda se beneficia de un entorno tan heterodoxo y la película se abre a sus testimonios, sus interacciones o a los procesos creativos que ofrecen como resultado esas peculiares obras de arte psicopatológico.
No obstante, En el Adamant tampoco esquiva una realidad dolorosa en la que la medicación es la única vía posible para unas personas que anhelan una cierta normalidad. Son bombas humanas, como canta François con arrojo y rabia versionando un tema de Téléphone en el arranque de la película. ¿Quién, de todos modos, alguna vez no se ha sentido así?
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