No está muy claro si debería preocuparnos o sencillamente es un síntoma de los tiempos, pero gran parte del cine contemporáneo se encuentra muy cómodo siendo superficial. Es decir, colocando en la superficie todo lo que tiene que decir.
La cineasta británica Emerald Fennell parece lo bastante cómoda con la situación como para colocar un diálogo en Saltburn que busca exonerar de esta cuestión a su segundo largo: cuando Oliver, el personaje interpretado por Barry Keoghan, recrimina a su compañero en Oxford, Farleigh (Archie Madekwe), que solo se preocupe por criticar el estilo de su presentación académica en vez del contenido.
Qué decir de ambas cuestiones en la película de la directora de Una joven prometedora, si todo parece telegrafiado desde el guion para ser subrayado por una puesta en escena consagrada a la hipersutura estética, donde lo único que importa es que cada plano fotografiado por el sueco Linus Sandgren (La La Land, Babylon) sea digno de aparecer como captura en una cuenta de Instagram.
De qué va 'Saltburn'
Saltburn es una sátira social con forma de comedia negra que se contenta con tomar el camino de ficción más fácil y trillado para abordar la lucha de clases: el choteo asesino. Impulsar el ascensor social hacia arriba con la fuerza de una hoja de guillotina que baja. Sin más.
Así, presenta a su protagonista, el demente Oliver Quick (Keoghan), como un alumno becado en Oxford (donde estudió la propia Fennell, hija de rica familia joyera), donde desarrolla un flechazo/obsesión con Felix Catton (Jacob Elordi) y sus espaldas estilo Luis XIV.
Aunque se encuentran naturalmente en extremos opuestos de la pirámide de popularidad, Oliver consigue entablar una cercana relación de amistad con Felix, quien, conmovido por su aparente ausencia de familia y carencia económica, lo invita a pasar el verano en la mansión familiar, el palacio de Saltburn.
Allí, Oliver entra en contacto de primera mano con el lujo inconmensurable y el derroche de privilegios de la familia Catton, así como con el resto de sus miembros: el patriarca Sir James (Richard E. Grant), la madre Lady Elspeth (Rosamund Pike), la hija Venetia (Alison Oliver) y el primo Farleigh, a quien ya conocía de Oxford. También están por allí otra invitada de la familia, Pamela (Carey Mulligan), y, claro, el mayordomo Duncan (Paul Rhys).
Cómo termina 'Saltburn'
Oliver baila desnudo Murder on the Dancefloor, de Sophie Ellis-Bextor, mientras recorre los pasillos de Saltburn, el palacio que ahora le pertenece tras haberse desembarazado de la familia Catton al completo.
Tomando como evidente base a calcar la novela El talento de Mr. Ripley de Patricia Highsmith, ya llevada al cine de maneras bastante impecables por René Clément (A pleno sol, 1960) y Anthony Minghella (El talento de Mr. Ripley, 1999), lo que termina revelando el final de Saltburn es que la intención de Oliver fue infiltrarse en la familia Catton desde el principio con el objetivo de liquidarlos.
Solo que, al contrario de lo que ocurre con el desarrollo del engaño en la obra de Highsmith y sus adaptaciones, donde la auténtica personalidad de Tom Ripley y sus anhelos son un misterio empañado por el engaño y el asesinato, la escalada homicida de Oliver tiene escaso peso dramático por mucho que incluya imágenes de impacto como la profanación sexual de una tumba.
Eso ocurre una vez que Felix muera envenenado la noche de la fiesta de cumpleaños de Oliver. En esos momentos, el joven ya había descubierto que su amigo no procede de un hogar roto, con padres alcoholizados y números rojos en la cuenta corriente, sino que ha mentido para darle pena y su familia, en realidad, pertenece a una burguesía bastante acomodada.
El plan de Oliver
Así pues, en una serie de flashbacks explicativos, vemos cómo se desarrolló el plan completo de Oliver. Primero, pinchó la rueda de la bici de Felix, lo que le permitió entrar en contacto con el rico heredero y generar con él la relación que a los espectadores se nos ha planteado como un flechazo amoroso pero en realidad es pura envidia de clase.
Fingió que no tenía dinero suficiente para pagar la ronda de chupitos de su primera noche juntos y eso afianzó su relación al apelar al paternalismo de buen samaritano de Felix. Finalmente eso fue la perdición del personaje de Elordi, pues una vez descubierta su mentira Oliver envenenó la botella que le dio la noche de su muerte. A sí mismo se causó el vómito y dejó que su amigo muriera en el centro del laberinto de la mansión.
Anteriormente, Oliver había orquestado la expulsión de Farleigh al suplantarlo escribiendo el email a la casa de subastas que acabó precipitando su marcha de la finca familiar. En cuanto al suicidio de Violet, a quien Oliver también había seducido siguiendo los pasos de Terence Stamp en Teorema (Pier Paolo Pasolini, 1968), fue el protagonista quien dejó en su bañera las cuchillas de afeitar con las que se suicidó.
Tras la muerte de sus hijos, Sir James compra la marcha de Oliver con una desorbitada suma de dinero. Unos años después, tras la muerte del patriarca, el personaje de Barry Keoghan se las ingenia para toparse con Elspeth en su cafetería habitual. Ella le invita a Saltburn y, cuando cae enferma, una vez que le transfiere todo su dinero y la propiedad de Saltburn es Oliver quien la mata desenchufándola violentamente del soporte vital que la mantenía con vida.
Así es como un Oliver desnudo baila sobre la tumba en la que de ha convertido Saltburn. Efectivamente, tierra arrasada sobre la que su conquistador echa sal para que de ella no pueda volver a crecer nada. Como le gusta a Emerald Fennell, que todo se quede en la superficie sin más.
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