Más allá de la ardua labor técnica y narrativa de Pobres criaturas que ha hecho que nos enamoremos del filme de Yorgos Lanthimos, la exploración del mundo por parte de Bella Baxter (Emma Stone) nos muestra su inocencia ante los placeres mundanales.
Tanto es así que el título de Lanthimos cuenta con numerosas escenas de sexo, entre las que encontramos algunas tan llamativas como la de la masturbación de la protagonista sentada en la mesa del comedor ante otros comensales o sus momentos ardientes junto a su amante Duncan (Mark Ruffalo). Una serie de momentos que para Emma Stone siempre han ido acordes a lo que pedía el personaje.
"Se trataba mayormente de ser fiel a la experiencia de Bella. El sexo es obviamente una parte enorme de su experiencia y de su crecimiento, como creo que lo es para la mayoría de las personas en la vida", justifica Stone para BBC Radio 4.
"No soy una persona que quiera estar desnuda todo el tiempo, pero sí soy alguien que quiere honrar al personaje tanto como sea posible. Es parte de su viaje", añade Stone. La norteamericana incide en que es solo un aspecto más de su aprendizaje al mismo nivel que la comida, la filosofía, los visitas alrededor del mundo o sus célebres bailes.
La coordinadora de intimidad de 'Pobres criaturas'
Este trayecto hacia el autodescubrimiento llevó a Stone a perder la timidez en el set de rodaje desde el comienzo de las grabaciones, haciendo a "Bella completamente libre y sin ningún tipo de vergüenza sobre su cuerpo".
De hecho, Pobres criaturas contó con la coordinara de intimidad Elle McAlpine, quien trabajó anteriormente en las series Miércoles e It´s a Sin. Una profesional que reconoce haber trabajado estrechamente con Stone, quien cuenta con numerosas escenas de sexo en el filme con diferentes parejas.
"Te puede hacer sentir muy vulnerable. Tu cuerpo es un vehículo increíblemente inteligente, pero a veces no registra lo que es fantasía y lo que no. Así que, por defecto, a veces puedes terminar de hacer escenas de sexo sintiéndote bastante vulnerable", señalaba McAlpine para Vanity Fair.
"Terminaba mis días en el plató con duchas de agua fría. Había muchas emociones y dejábamos mucho espacio para los demás. Al final puedes absorber mucha energía que no te corresponde", añade McAlpine, quien agradece la "confianza" depositada por los actores en su figura.
Su trabajo era doblemente atractivo ante la complejidad de las escenas de sexo en el burdel parisino, alejadas de los clichés donde la mujer es utilizada por el hombre. "Esta mujer toma su propia decisión de ir a trabajar al burdel. Su decisión inocente de decir: 'Oh, me encanta el sexo. Esto es fantástico'. Eso fue súper refrescante", revela McAlpine sobre un filme que aún dará mucho de qué hablar.
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