Entrevista

Carlos Vermut: “Para mí crear no es una vía de escape. Es más liberador jugar al Mario Kart”

Estrena ‘Mantícora’, un perturbador relato sobre un diseñador de videojuegos aterrado ante el objeto de su deseo
Carlos Vermut y Nacho Sánchez en el rodaje de 'Mantícora'
Carlos Vermut y Nacho Sánchez en el rodaje de 'Mantícora'
BTeam
Carlos Vermut y Nacho Sánchez en el rodaje de 'Mantícora'

A Carlos Vermut solo le hicieron falta unos ahorros de 20.000 euros, sus conocimientos autodidactas y su bagaje como historietista para demostrarnos su talento como narrador cinematográfico. Tras sus cortometrajes Maquetas y Michirones (2009), su ópera prima Diamond Flash (2011) trascendió su naturaleza independiente, sus actores desconocidos y sus pocos medios sumergiéndonos en una de las películas más sugerentes de la historia reciente del cine español. 

Tres años después, con Magical Girl, ganadora de la Concha de Oro a la mejor película y de la Concha de Oro al mejor director en el Festival de San Sebastián, Vermut volvió a acreditar su dominio del fuera de campo y su gusto por colocar a los personajes en los márgenes de las historias, apostando de nuevo por los temas más peliagudos e incómodos. 

Si consideramos Quién te cantará (2018) como el paréntesis más autobiográfico y personal del director, Mantícora, su nueva película podría ser la confirmación definitiva de su pericia para narrar en imágenes.

Mantícora arranca con el diseño de un monstruo. Literalmente. Un monstruo en 3D se va dibujando poco a poco en la pantalla. Tardamos unos minutos en ver a su creador diseñando a la criatura terrorífica. Y unos segundos más en entender que las gafas de realidad virtual que lleva puestas (tipo Ready Player One, para entendernos) le permiten modelar la figura sobre la nada como un alfarero del aire. 

“Modelo criaturas con el ordenador: monstruos, bestias, bichos raros, todas las cosas horribles que te puedas imaginar”, se presenta unas secuencias más tarde Julián, el protagonista de la película interpretado por Nacho Sánchez (Diecisiete), un diseñador de videojuegos que lleva una vida normal pero que está a punto de descubrir en su interior una pulsión inconfesable, probablemente la pulsión más terrible de todas.

La película empieza con el dibujo antes que con el dibujante. ¿Es una declaración de intenciones?

No. Porque el guion empezaba con él despertándose. La peli la rodamos en ese orden además. Y luego cuando estábamos montando no me gustaba la escena de él levantándose y cogimos algo que sucedía en la mitad del primer acto y lo pasamos al principio. Me parecía que empezar la película viniendo del negro con una imagen de un monstruo generándose y que la película se llamase Mantícora tenía más gracia que el hecho de empezar con un tío que se levanta de la cama. Además es algo que no estamos muy acostumbrados a ver, no sabemos cómo funcionan las gafas... Pero es de los pocos cambios que hice en montaje. Quité cosas pero no cambié cosas de sitio.

¿Cómo llegas a ese artefacto de las gafas de realidad virtual con las que diseña el protagonista? Luego te permite mostrar ciertas cuestiones que serían muy duras haciendo uso del fuera de campo.

Fue llegando poco a poco. Al principio el personaje no tenía nada que ver con los videojuegos. Era un entrenador de fútbol sala. Empecé a escribir los tratamientos desde ahí pero cuando me puse a escribir el guion puro y duro, cambió... Fue una película que fue muy fácil de escribir. Igual que Quien te cantará fue muy complicada por las rimas que tenía, esta salió muy rápido. Y todas las ideas que se me ocurrían eran fáciles de integrar. 

Imagen de 'Mantícora'
Imagen de 'Mantícora'
Cinemanía

Cuando apareció la idea de los videojuegos me di cuenta de que me venía muy bien para integrar lo virtual. Y luego aparecieron las gafas que solo lo puedes ver tú, a nivel cinematográfico es la hostia. Y no es lo común modelar con gafas. La figura del principio de la película la modelo yo, de hecho. En la pandemia no tenía mucho que hacer y me puse a modelar y eso lo incorporé a la peli. En una versión de guion aparecía el padre, que era modelador de arcilla. Me interesaba mucho la cuestión del modelado, de poder tener esa relación con cosas que no existen, esa cosa de creación de la nada de las figuras.

Es tan potente, te sirve para que un tema tan duro no sea explícito.

Y sobre todo se acaba convirtiendo en el tema de la película. Lo que podría ser una película sobre un hombre torturado se convierte en una película sobre la representación de las cosas. Sobre nuestra relación sobre lo que se representa, cómo nos relacionamos y cómo se relacionan los demás con ello. Eso me parecía más interesante que la típica historia del tío torturado. Es un personaje que tiene varias vías de escape, primero en el mundo privado de las gafas y, en el segundo acto, sobrepasa eso y se centra en una persona real que puede modelar.

De hecho, el momento de confrontación del personaje con su monstruosidad es a través de una representación: un dibujo infantil.

Así es. Cuando él se ve por primera vez es a través de un dibujo que han hecho de él.

Del personaje se dice que “está trabajando en la personalidad de la bestia”. Y quería preguntarte cómo trabajaste tú la personalidad de tu bestia, de tu protagonista.

Yo escribí un chico más normal, un personaje más estándar... Lo que pasa es que creo que Nacho [Sánchez, el actor] le impregnó un aura más misteriosa. Pero yo no lo concebí de esa manera. Lo concebí de una manera más terrorífica. Era un tío mucho más abierto y nunca te hubieses imaginado que era de esa manera. Con Nacho fuimos construyendo un personaje mucho más introvertido. Nacho se documentó muchísimo con el tema de la pedofilia, yo no tanto. Se metía en blogs de pedófilos virtuosos, gente que compartía historias de cómo llevaban su día a día. Yo no quería meterme en ese berenjenal. Solo me interesaba la historia de un tío que se enamora de un niño. 

Porque lo que me interesaba era la relación con ella [Zoe Stein]. Había algo muy perverso en él de convertirla en una vía de escape a algo que no podía hacer. En una primera versión de guion él era mucho más activo en cuanto a la transformación física de ella en un niño: la cortaba el pelo, era más Vértigo. Pero eso fue desapareciendo. No quería una sucesión de escenas de transformación. Me parecía que eso se podía comer un poco la dimensión humana de la peli, convirtiéndose en un artefacto. También fue una estructura muy libre. Era más dejarme llevar. Construir una historia de amor como si lo que le había pasado a él antes nunca hubiese pasado.

Tenías claro que lo que querías contar era una historia de amor.

Sí. Ese era el centro de todo. El núcleo de la película es un tío que se enamora de una niña que parece un niño. Eso era para mí era lo interesante. Yo no creo que la película vaya de pedofilia, no hay un debate sobre esto como en El leñador... Pero Mantícora habla más de la representación. Podría ser cualquier cosa abominable aunque esto se señale al principio. Por eso usamos la palabra monstruo. Es un tío que se enamora de una chica y que tiene un secreto. 

Me parece tu película más limpia en la puesta en escena.

Sí. Todas mis películas he querido despojarlas de toda artificialidad. Sobre todo, en lo referente a los actores. Y nunca he usado músicas, a excepción de Quien te cantará. Y me gusta hacerlo todo en un único plano porque la planificación me parece muy bonita. El cine que me gusta es en el que eliges dónde poner la cámara, entiendes la luz... y de ahí aparece la puesta en escena que para mí es la magia del cine. En ese sentido, esta película también he intentado despojarla todo lo posible. Por el tema que subyace me daba un poco de pudor ser demasiado artificioso, estético o estilizado. No me sentía cómodo poniendo música cuando el protagonista llora. Me parecía tramposo. Y por la condición del protagonista no quería que la película se convirtiese en algo superficial.

Mantícora
Mantícora
Cinemanía

La película se envuelve en capas de oscuridad y luminosidad.

Siento cierta atracción hacia todo aquello con lo que estoy experimentando. No tengo claro cómo va a salir. Lo que tengo claro cuando empiezo es que es la historia de amor de un tío que te da asco. Y voy a ver que pasa. Hay un punto de salto al vacío que a mí me parece emocionante. Hay gente a la que le puede agobiar más... No tengo claro cómo va a reaccionar el espectador. Nunca había visto una película sobre un tío que se siente atraído por niños que de pronto se pone a hablar de otra cosa. Como tampoco he visto una película de superhéroes en la que solo aparece el superhéroe al final. Ese tipo de ideas son las que me apetecen.

Hasta el final de la película, de hecho, podrías pensar que es la historia de origen de un villano, ¿no?

Total. Yo siempre la he comparado con el género del hombre lobo, buenas personas que se ven maldecidos y que no pueden controlar los instintos. Los vampiros son más sedientos. En los hombres lobos es una putada. Hay una francesa de hace unos años, Teddy, que me encanta. Esa estructura de tipo normal, maldecido, que no puede llevar la movida bien y acaba todo fatal. Igual que en Quién te cantará me interesaba el cine de fantasmas... El cine de género siempre me ha interesado y siempre lo utilizo como base para construir historias más costumbristas.

El final me recordó al de Belle du jour, de Buñuel.

¿Cómo acaba? ¿Acaba parecido? Pues mira, el inconsciente haciendo su trabajo. El piloto automático.

Es una película que genera mucha incomodidad en el espectador. ¿Esa incomodidad es algo que te ha podido llegar a asustar en algún momento?

Entiendo que hay gente a la que le puede asustar. A mí, no. Siempre he hecho películas en las que pasaban cosas jodidas. Me gustan las historias de terror cotidiano. Aquí estaba jugando con nitroglicerina pero nunca me asustó. Siempre estuve muy convencido con la historia y me sentí muy cómodo. Yo hago un cine para gente que es como yo, gente a la que nos gustan las historias por las historias. Siempre pensé que la película encontraría su público, gente a la que le gustan las historias retorcidas, este género que ya casi no se hace, el thriller psicológico, que en los 70 se hacía tanto.

¿Es para ti la creación un lugar de liberación como lo es para el protagonista?

En esta película no. En Quién te cantará sí lo fue. Porque es mi película más personal en el sentido de que hablo de algo que me agobiaba entonces que era la exposición. Pero el resto de películas han sido más lugares en los que creo por el placer de crear. Todos mis conflictos los trabajo en mi vida. Nunca he considerado la creación como una vía de escape.

Pero en un momento de la película se explicita que los videojuegos son lugares en los que puedes hacer lo que nunca harías en la realidad, en los que tienes infinitas vidas...

Sí, pero puedes hacerlo aunque no seas un creador. Yo juego al Mario Kart y me parece más liberador que hacer una película. De hecho, cuando venía de rodar me ponía a jugar al Mario Kart cinco horas seguidas. Para mí crear películas no es tanto algo liberador como una responsabilidad.

Mantícora
Mantícora
Cinemanía

Háblame del plano secuencia del final.

No lo planteamos como un plano secuencia hasta que vimos la disposición de la casa. Me parecía interesante la disposición de la casa, que me permitía meter una steady cam, seguirle... A mí me cuesta mucho dibujar storys, porque no son como los espacios, hasta que no lo sepa no sé cómo voy a mover la cámara... Aquí eran muchos planos y muchos movimientos, pensé que la lógica era no cortar. A mí no me gusta cortar. Lo que pasa es que es un trabajo de actores que es complicado. Aquí usamos la segunda toma.

Háblame de los actores. Están muy determinados por su físico, así que el casting tuvo que ser complicado.

Todos mis castings últimamente han sido muy complicados por el tema del físico. En Quién te cantará las actrices tenían que parecerse entre ellas. El perfil de Nacho no es muy común en España. En España los tíos son muy masculinos. Pero yo quería alguien delicado, con cierta profundidad. Cuando apareció Nacho fue un flechazo. Lo conocía de la película de Daniel Sánchez Arévalo, Diecisiete, aunque era un personaje muy distinto. Yo quería un tipo con un aspecto sin barba, más joven, delicado... Cuando le vi afeitado me pareció más cercano a lo que yo imaginaba. Y a Zoe también fue muy complicado encontrarla. Estoy muy contento con el trabajo de los actores.

Tenían que tener química en la película, sobre todo en la parte de la historia de amor que hay quien ha comparado con el cine de Jonás Trueba.

Me encanta eso porque me gusta mucho el cine de Jonás. Alguien creo que definió esto en una crítica como el género psicotrueba, que me hizo mucha gracia. Y Jonás hace algo en sus películas que no hace nadie más que es retratar Madrid. Me apetecía hacer algo urbano, porque todo el mundo está haciendo películas del campo.

En ese sentido, me encanta cuando los protagonistas visitan el Museo del Prado para ver Las pinturas negras, de Goya.

Eso es lo más impresionante que he rodado nunca. Nos dejaron rodar en la sala. Las pusieron para nosotros. Estaban haciendo reformas, acababan de pintar y rodamos antes de que abriesen. Es impresionante. Estar ahí con todas esas pinturas. Poder rodarlas. Poder capturar el Saturno devorando a su hijo... Todo el sufrimiento para hacer la película ha merecido la pena por ese momento.

¿Quieres recibir las mejores recomendaciones de cine y series todos los viernes en tu correo? Apúntate a nuestra Newsletter.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento