Sangre, horror y violaciones: los cuentos originales que Disney dulcificó al llevarlos al cine

Convirtiendo historias tradicionales en fantasías animadas, el estudio las despojó de su violencia esencial
Imagen de 'La bella durmiente'.
Imagen de 'La bella durmiente'.
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Imagen de 'La bella durmiente'.

Desde hace cien años, cuando Disney era un estudio recién nacido que se abría camino en Hollywood, la Casa del Ratón lo ha tenido claro: las historias tradicionales son un filón para sus películas. El hecho de que todo Occidente las conozca, y el nada desdeñable ahorro que supone no tener que pagar derechos, las ha convertido en un filón para los títulos más memorables del estudio. 

Ya en los días de Blancanieves, sin embargo, se hacía patente una tremenda verdad: concebidas en tiempos muchos más duros que los actuales, esas historias rebosaban con detalles que no eran aptos para toda la familia. Puede que en la Francia del siglo XVIII o en la Alemania medieval las jóvenes necesitaran relatos que las enseñaran a conformarse con matrimonios concertados o a pelear hasta la muerte por una herencia, pero los tiempos habían cambiado. 

Para colmo, dichas historias solían estar llenas de sangre y violencia. Algo que, una vez más, se explica por el hecho de que apareciesen en tiempos donde la enfermedad, el hambre y la muerte eran realidades que acechaban a la vuelta de la esquina.  

Así pues, las películas Disney nos han ofrecido versiones edulcoradas (a veces mucho) de los cuentos originales, tal y como los recogieron en su día los hermanos Grimm y Charles Perrault. Y, ya que los ejemplos nos sobran, vamos a presentar aquí algunos de los más notables. 

'Blancanieves y los siete enanitos' (1937)

La madrastra de Blancanieves no es solo una de las villanas más glamurosas de Disney (por algo su modelo fue Joan Crawford), sino la primera 'mala' del estudio que muere a despeñarse oportunamente por un barranco. Un final menos espeluznante que el de la versión del cuento recogida por los Grimm: en la historia, tras ser descubierta, la madrastra es obligada a llevar unos zapatos de hierro al rojo vivo y a bailar con ellos puestos hasta morir.

'La cenicienta' (1950)

El largometraje más afable y humorístico de la Disney clásica hubiera resultado mucho menos entrañable de haber incluido la estratagema final de las hermanastras en el cuento original: a fin de que sus pies encajen en el dichoso zapato de cristal, una de las chicas se corta el talón, y otra un dedo del pie. En una de las versiones recogidas por los Grimm, la cosa no acaba con esta automutilación, sino con los pájaros cegándolas a base de picotazos.

'La bella durmiente' (1959)

Esto hay que tomarlo con cuidado, porque las versiones de este cuento son múltiples y algunas resultan menos truculentas que otras, pero si nos atenemos a la consignada por el italiano Giambattista Basile, la historia de Aurora es el cuento de hadas más políticamente incorrecto jamás adaptado por Disney.  

En esta historia, el príncipe no despierta a la princesa con un beso de amor verdadero: más bien abusa de ella mientras está dormida, largándose después con viento fresco. Embarazada, la joven da a luz a dos gemelos, y son ellos quienes la despiertan mordiendo sus senos mientras maman. Por último, la venganza de Aurora contra el hada maligna consiste en condenarla a morir en la hoguera. Así pues, ni Maléfica, ni leches. 

'La sirenita' (1989)

Si los cuentos populares pueden acongojar debido a su salvajismo primitivo, las historias de Hans Christian Andersen traen consigo una doble ración de tragedia y neuras sexuales. Algo que La sirenita demuestra sobradamente. 

En el cuento de 1837, Ariel no solo pierde su voz tras beber la pócima de la Bruja del Mar, sino que queda sentenciada a sufrir un dolor en sus piernas, las cuales además no paran de sangrar. Por otra parte, el príncipe de la versión original es un grandísimo cretino que hace oídos sordos a los amores de la protagonista. De modo que esta, con el corazón roto, acaba arrojándose al mar, donde cumple su destino natural transformándose en espuma y sangre. 

'El jorobado de Notre Dame' (1997)

Adaptada varias veces al cine, la novela de Víctor Hugo Nuestra señora de París es un clásico de la literatura, y también un sumario de crueldades que solo podía imaginar una mente maestra del romanticismo. Para resumir, dejémoslo en que esa Esmeralda que muere ahorcada, ese Febo vanidoso y cruel y ese Quasimodo que muere con el corazón roto tras matar a su maestro Frollo (que no es un juez, sino un sacerdote) no están ausentes de la versión animada. 

'Mulan' (1998)

La princesa Disney más badass sufrió lo suyo a manos del dichoso patriarcado cuando aún era un personaje del folclore chino. En una de las versiones de La balada de Hua Mulan, la narración que la dio a conocer, nuestra heroína vuelve a casa tras la guerra para descubrir que su padre ha muerto y su familia ha caído en la miseria. Así pues, a Mulan solo le queda la opción de convertirse en la concubina de un noble, algo que evita con el drástico recurso del suicidio.

'Hércules' (1997)

Está claro que, a la hora de hacer suyo ese cóctel de sexo y violencia llamado "mitología griega", Disney tenía que hacer una buena poda. Y vaya que si la hizo, porque las historias clásicas sobre el hijo más cachas de Zeus se parecen bien poco a la que vimos en la pantalla. Para empezar, el héroe no es hijo del rey del Olimpo y su esposa Hera, sino de uno de los múltiples adulterios del dios del rayo. 

Asimismo, la historia de amor entre 'Herc' y Megara es bastante menos jovial en las fuentes antiguas: tras haberse casado con la chica, Hércules enloquece a resultas de una maldición de su madrastra, matando a su mujer y a sus hijos. Esto le obligará a emprender sus famosos doce trabajos a fin de obtener el perdón divino. 

'Enredados' (2010)

Comparada con la protagonista del cuento de los hermanos Grimm, la Rapunzel de Disney es una chica con suerte. En lugar de con el apuesto Flynn Ryder, la heroína original tuvo que conformarse con un príncipe anónimo que, para colmo, se queda ciego después de que la bruja le arroje a un matorral de espinos desde su torre. Vale que, en algunas versiones de la historia, el chico recupera la vista, pero el detalle es un poquito gore. 

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