[Este artículo contiene spoilers de Damsel]
“Hay muchas historias de caballería en las que el heroico caballero rescata a la damisela en apuros. Esta no es una de ellas”, oímos en los primeros compases de Damsel, la película de fantasía dirigida por Juan Carlos Fresnadillo y con Millie Bobby Brown en el papel de Elodie, una princesa destinada a cambiar la narrativa de su vida y, con ello, la de los cuentos de hadas.
Damsel es la historia de Elodie (Millie Bobby Brown), una chica que ha de encontrar su fuerza interior con la que superar una situación límite: su padre la ha desposado con el príncipe del reino de Áurea para, con la dote, poder ayudar al pueblo, que se muere de hambre a causa de la dureza y esterilidad de los territorios que conforman sus dominios.
En Netflix desde el 8 de marzo, en Damsel hay reinas y madrastas carismáticas como Robin Wright y Angela Basset, príncipes no tan gallardos como se presupone (Nick Robinson), un dragón y una terrible maldición en torno a esta criatura, la otra gran protagonista de este cuento de hadas en el que nada es lo que parece.
Final explicado de ‘Damsel’
“Mi felicidad es un pequeño precio por el futuro de mi pueblo”, dice Elodie mientras pasea con su prometido, el príncipe Henry, por los jardines del castillo real del reino de Áurea. En cuanto llega al que ha de ser su nuevo hogar, junto a su padre, su madrastra, Lady Bayfort (Basset) y su hermana Floria (Brooke Carter), se queda deslumbrada por la majestuosidad del reino y la amabilidad de su prometido.
Pero la belleza de ese lugar esconde un terrible y oscuro secreto, como las sombras de las montañas que rodean el castillo nos invitan a imaginar, entre otros pequeños y significativos detalles. Así se lo advierte a Elodie su madrastra, después de que una tensa conversación en la que la monarca Isabelle (Wright) la menosprecia por sus orígenes humildes le ponga en alerta.
A pesar de todo, el compromiso sigue adelante y Elodie acaba desposándose con el heredero. Tras la ceremonia de matrimonio, Henry y Elodie subidos en el carruaje real van a dirigirse a las montañas y rendir homenaje a los ancestros del heredero.
Ahí, una alfombra de pétalos de rosa les conduce a un recoveco de la escarpada montaña donde un grupo de nobles enmascarados, junto a la reina Isabelle, les están esperando. Es entonces cuando la reina, ante el desconcierto de Elodie, le dice lo siguiente, preparándola para lo que está por venir: “Durante generaciones ha sido nuestra misión y deber proteger a nuestro pueblo, el precio es grande pero también la recompensa. Esta noche os uniréis a un legado de mujeres que han ayudado a erigir este reino”.
Así, después de que Isabelle le haga un tajo en la palma de su mano para mezclar su sangre con la del príncipe, Henry acaba lanzándola a las profundidades de la montaña y, con ello, a las fauces de la dragona, sedienta de venganza después de que los ancestros de los monarcas, los primeros invasores, mataran a la descendencia de la criatura. La dragona estaba empollando tres crías, que fueron aniquiladas sin piedad por los primeros colonizadores siglos atrás.
Es en este momento cuando llegamos al momento álgido de la película, el largo tramo de Elodie en la cueva y su doble enfrentamiento: ella tendrá que vérselas contra la dragona pero también contra sí misma, en un viaje de iniciación en el que descubrirá que ha sido utilizada y que es la última de un sinfín de chicas que han sido asesinadas para calmar la ira del ‘monstruo’.
Cuando nuestra protagonista se decida a enfrentarse a la dragona, la situación cambiará. Elodie finalmente encuentra la salida de la montaña, después de varios intentos de huida infructuosos y después de que su padre se redima de la traición al morir en las garras de la dragona; pero se ve obligada a regresar cuando la reina Isabelle rapte a Floria y la lance a las profundidades de la cueva al percatarse de que las cosas no están saliendo cómo deberían .
En la operación de rescate de su hermana, Elodie busca conectar con la dragona: “A las dos nos han mentido”, le confiesa. “Sé lo que ellos te hicieron”, continúa, sin acabar de convencer a la criatura de que ella no pertenece al linaje del reino de Áurea. En una batalla a muerte, Elodie le clava la espada en el corazón a la dragona y le tiende una trampa que provoca que la dragona arda en su propio fuego.
Herida de muerte por las quemaduras, la dragona le pide a Elodie que acabe con ella, pero la protagonista se niega y decide curar a la criatura utilizando los organismos fluorescentes azules con los que ella se había curado previamente las heridas. Elodie y la dragona van a quedar de este modo unidas por una venganza y un camino de supervivencia comunes.
Mientras tanto, en el castillo real de Áurea, Henry está desposando a otra muchacha inocente. En el momento del intercambio de anillos, una moneda rueda por el suelo del patio hasta llegar a los pies de Isabella, que la coge solo para darse cuenta de que Elodie, magulladísima, hace acto de presencia. Henry se apresura hacia ella para disculparse e Isabella se lo reprocha, llamando plebeya a la joven.
“¿Será ella la tercera?”, pregunta Elodie sobre la novicia, girándose hacia ella e instándola a que se vaya corriendo de ahí junto a su familia. “¿Por qué íbamos a temerte?”, le interroga arrogante Isabella, a lo que una confiada Elodie responde: “No es a mí a quien debéis temer. Este es el final de vuestra historia”, para enseguida aparecer la dragona desde los cielos, presta a que su venganza se haga efectiva.
La dragona, erguida en una pose similar a la de Elodie, lanza una potentísima llamarada de su boca que acaba con la reina Isabella, el rey y el príncipe Henry, para, de este modo, vengarse finalmente del asesinato de sus tres crías de dragón, las últimas de su dinastía.
Del castillo, en llamas, sale una calmada Elodie, completamente transformada: ya no luce una larga cabellera, sino el cabello corto, como tampoco el vestido de boda, que la heroína fue despedazando durante su estancia en la cueva para moverse más cómodamente, y las magulladuras en la piel hablan de su tránsito de niña a mujer. Un plano cenital nos muestra a la protagonista cruzando el puente acompañada de la sombra de la dragona, como si ambas, la chica y la criatura, se hubieran mimetizado en un solo ser.
Un epílogo sobre los vínculos femeninos de 'Damsel'
En el epílogo de Damsel, nos encontramos en un muelle, todavía en el reino de Áurea, donde la antigua familia de Elodie se ha transformado, con la muerte del padre, en una familia de mujeres, un pequeño matriarcado que tiene por delante muchos desafíos. Entre ellos, el reto de gobernar juntas, como así desea Elodie, que confía en que la colaboración será el modo más exitoso para gobernar su reino.
Cuando zarpan, al atardecer, Floria, asombrada, llama a su madrasta para que vaya a ver una cosa que aparece en el cielo. Elodie se encuentra en la popa del navío mirando con seguridad al horizonte. Por detrás de ella aparece la dragona, a quien mira de manera cómplice la protagonista. Princesa guerra en el barco y dragona por los cielos, la cámara las acompaña mientras se van acercando a la línea del atardecer.
Se trata de un desenlace que cohesiona ese viaje iniciático de Elodie, que regresa al hogar conociendo los peligros y traiciones de la vida, pero con algo que jamás esperó poseer: la amistad de una dragona que la protege como una madre y que ha visto en ella a una hija a quien acompañar en cada aventura bajo un vínculo inquebrantable.
No son los únicos lazos entre mujeres que salen reforzados de la experiencia: las hijas y la madrastra renuevan su confianza en un pacto de colaboración sincera, y las dos hermanas, conservando su visión bondadosa del mundo, se han percatado de que el cuento de las damiselas indefensas es una patraña y que no hay nada mejor en el mundo que tenerse la una a la otra para luchar contra las adversidades y celebrar los triunfos.
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