¿Con qué edad pueden ver tus hijos 'El juego del calamar'?

Hablamos con un psicólogo sanitario especializado en infantil y juvenil sobre cuál es la mejor manera de ver la serie de Netflix con los pequeños de la casa
Una imagen de 'El juego del calamar'.
El juego del calamar
Netflix
Una imagen de 'El juego del calamar'.

Una pequeña revolución se ha estado gestando en los patios de los colegios en las últimas semanas. En Twitter, padres alarmados comentaban que sus hijos de ocho años les habían pedido un mono rojo para Halloween. El Hematocritico señalaba que en los recreos el Escondite Inglés se había vuelto a poner de moda. Un enigmático dibujo de “la muñeca de lus verde” circulaba alegremente por los timelines.

Pero la confirmación definitiva de que algo extraño estaba sucediendo vino del mundo real. Por una vez, no se hablaba en los trabajos de la serie que había que ver si o sí… o no solo. La pregunta en los corrillos era si esa serie de moda podían verla los hijos. Hablamos, claro, de El juego del calamar, la serie de Hwang Dong-hyuk que va camino de desplazar a La casa de papel como la más vista en Netflix.

Tráiler de ‘El juego del calamar’, el inesperado éxito de Netflix

No es la primera vez que Netflix conquista al público mundial con una serie –recordemos la subida de ventas de tableros de ajedrez tras el estreno de Gambito de dama–, pero la particularidad que sin duda presenta El juego del calamar es que ha llamado la atención de los más pequeños de la casa, críos que cantan las canciones de la serie y repiten los juegos infantiles en el patio del colegio, muchas veces sin haberla visto. Un hecho insólito que sorprende el doble por el carácter altamente violento de la serie y por su premisa salvaje: un grupo de personas endeudadas se someten a un juego mortal para ganar dinero.

Sin embargo, a Jacobo Ozores Eizmendi, psicólogo sanitario especializado en infantil y juvenil con quien hemos contactado para la elaboración de este artículo, no le extraña nada que la serie sea tan popular entre los niños. “Para empezar, la serie tiene una estética muy atractiva para ellos. Es una estética muy de chuchería, colores rosas, azules, muy llamativos…”, explica el psicólogo, que además señala la muñeca gigante del primer episodio como un juguete muy susceptible de ser convertido en marketing.

"Otro punto de enganche para los niños es el uso de los juegos infantiles que hace El juego del calamar –sigue–. Son juegos con dinámicas muy sencillas y que no dejan de ser la realidad de los niños en su día a día, porque cuando van al recreo es lo que hacen". De ahí, claro está, que los niños hayan cambiado con total naturalidad sus juegos habituales por el Escondite Inglés o, directamente, por el juego del calamar que da título a la serie.

Como en todos sus contenidos, Netflix advierte al comienzo de El juego del calamar de que es una serie recomendada para mayores de 16 años. ¿Es ajustada esa recomendación? Ozores Eizmendi no tiene duda. “No es una serie recomendada para menores de 16 años, sobre todo sin una supervisión y explicación adulta”, explica. 

El psicólogo hace especial hincapié en que los preadolescentes de entre 10 y 12 años todavía tienen una estructura cognitiva por la que no terminan de entender bien qué es real y qué no lo es y que, por tanto, “el visionado de la serie les está afectando en algo seguro”. “Esos años son una etapa fundamental del desarrollo moral. Es cuando empiezas a determinar lo que para ti es bueno o malo y cuando empiezas a configurar tu personalidad, a averiguar quién eres”.

Por eso, insiste el psicólogo, si accedemos a que los menores de 16 años vean la serie, ha de ser bajo nuestra supervisión. “Junto al visionado de la serie debe haber una explicación muy clara de lo que está pasando, de lo que está mal, de que la serie es ficción y de que en la vida real la violencia genera mucho sufrimiento, de las consecuencias de la violencia, etc”. 

Empezando por la propia premisa de la serie, en la que un grupo de personajes intenta liquidar sus deudas embarcándose en un juego sanguinario y cruel que no tienen nada que envidiar a la saga Saw. “En ese caso hay que explicar que hay otras formas de salir de esas situaciones", reflexiona. Otra cuestión delicada de la serie es el uso de la violencia, en muchos casos muy gratuito. “Una estructura menos formada cognitivamente puede normalizar la violencia sin justificación, como entretenimiento o para resolver conflictos”.

Ozores Eizmendi distingue sobre todo tres momentos de El juego del calamar especialmente delicados en los que la supervisión paterna es más importante. [Spoilers] El primero es la matanza de la muñeca gigante en el primer episodio. El segundo, el juego de las canicas, en el sexto. “En ese episodio se da un dilema muy potente porque se incita a los personajes a hacer equipos y luego se les obliga a competir entre sí. Es un juego extremadamente cruel en el que parece no haber alternativa”. Por último, el psicólogo alude a esa otra escena, después del segundo juego, en la que se alienta a los jugadores a matarse mientras duermen con el objetivo de reducir el número de jugadores.

Teniendo en cuenta que ver la serie con menores de 16 años se parece sospechosamente a recorrer un campo de minas, cabe preguntarse si tiene algún sentido hacerlo. "El juego del calamar también muestra valores muy buenos –contesta Ozores Eizmendi–. Hay un culto a la amistad, a la cooperación y a la lealtad que en la serie están muy bien reflejados. Por eso creo que esta serie tiene también una cara muy positiva. Pero, una vez más, cuando los niños son más pequeños ha de ir sujeta a un debate y una valoración posterior".

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