Granadilla, el pueblo medieval que Franco 'arrebató' a sus habitantes

En la orilla del embalse de Gabriel y Galán, en tierras cacereñas, se alza una reliquia del pasado, un pueblo fantasma. Se trata de Granadilla, y aunque se encuentra en buen estado de conservación, parece casi completamente abandonado. Pero la historia real es aún más triste.

Y es que Granadilla no sigue el guion típico de lo que hoy llamamos la España Vaciada, y no cayó en el vacío de la despoblación porque sus habitantes lo abandonasen en pos de un futuro mejor. Al contrario, fueron expulsados por culpa de un error de cálculo.

Pero remontémonos a mucho más atrás: concretamente al siglo IX. Es en esa época lejana en la que nace Granadilla de la mano de los musulmanes, inicialmente como una fortaleza militar estratégicamente situada en plena Ruta de la Plata. De este tiempo datan su muralla, aún hoy conservada, y su alcazaba, convertida más adelante en un castillo cristiano.

Con la conquista cristiana, el pueblo, entonces llamado Granada, pasó por las manos de varios linajes nobles y fue creciendo hasta convertirse en el mayor núcleo de una amplia zona, por lo que ostentaba la capitalidad del señorío homónimo.

La expropiación de Franco

El capítulo más triste en la historia de Granadilla llega siglos más tarde, en plena dictadura fascista de Franco. En el año 1955, con motivo de la construcción del cercano embalse de Gabriel y Galán (que, en teoría, iba a anegar el pueblo) el Congreso de Ministros toma la decisión de expropiar la mayor parte del término municipal. Los vecinos fueron empujados a tomar sus posesiones y marcharse a medida que el nivel de las aguas crecía y arruinaba las tierras fértiles de la Vega Baja, y finalmente el municipio fue oficialmente disuelto en 1965.

Sin embargo, el pueblo nunca llegó a inundarse. Cuando el agua del pantano alcanzó su nivel definitivo, quedó claro que el pueblo estaba suficientemente por encima, si bien había quedado aislado en una península de difícil acceso. Pero nunca se permitió que los antiguos habitantes regresasen a unas casas que ya habían pasado a manos públicas.

A partir de 1980, Granadilla emprendió una última transformación: la localidad fue declarada Conjunto histórico-artístico y restaurada hasta convertirse en un pueblo museo.

Y lo cierto es que es un título merecido. Además de su castillo y su muralla, Granadilla goza de una humilde belleza, acentuada por su rico entorno natural. De hecho, ese encanto motivó que Pedro Almodóvar escogiese la localidad como escenario para el final de su película ¡Átame!

Con todo, aún hoy quedan viejos vecinos (una buena parte de ellos emigrados a ciudades tras la expropiación) que reclaman que se anule el decreto y sus antiguas moradas les sean devueltas. De hecho, muchos de ellos y sus descendientes han adoptado la tradición de reunirse en el pueblo dos días señalados del año: en la romería de la Virgen de Agosto (el 15 de agosto) y en el Día de los Difuntos (2 de Noviembre).

Excursión a Granadilla

Como es natural, Granadilla se ha convertido desde su restauración en una discreta atracción turística, aunque con una afluencia claramente mitigada por la falta de servicios (no hay, en la actualidad, ningún tipo de servicio: ni bares, ni restaurantes, ni alojamientos...).

Quienes se animan a acercarse al paraje pueden disfrutar de sus antiguas murallas; de su castillo; de casas como la de las Conchas o la del Ayuntamiento; y de la Iglesia de la Asunción. Pero, quizás, el mayor atractivo está en el paraje natural circundante en el que se pueden practicar deportes acuáticos y en el que se puede observar un gran número de especies animales.