Chantilly, el espectacular palacio donde nació la famosa crema y que visitó Vargas Llosa tras su separación

Vista aérea de los jardines y el palacio de Chantilly.
Vista aérea de los jardines y el palacio de Chantilly.
Jerome Houyvet
Vista aérea de los jardines y el palacio de Chantilly.

Todo empieza con una fortaleza medieval que poco a poco fue transformándose y acumulando historias, misterios, suicidios, recetas, inspiraciones y leyendas. Hoy en día Chantilly es uno de los palacios más emblemáticos de Francia, situado a unos 60 kilómetros al norte de París. Atravesando sus pasillos, lujosos salones, principescos dormitorios y su colosal biblioteca iremos descubriendo desafortunados desenlaces y alguno de los tesoros que encierra.

Chantilly es uno de los palacios más emblemáticos de Francia, con lujosos salones, principescos dormitorios, un gran museo y una colosal biblioteca 
El palacio está construido sobre el agua.
El palacio está construido sobre el agua.
Jerome Houyvet

Nos remontamos a mediados del siglo XVI, cuando el Gran Maestre y Condestable de Francia, Anne de Montmorency, decide rehabilitar un antiguo castillo medieval al norte de París para descansar de tanta batalla. Cien años después adquiere el castillo un primo del Rey Sol y descendiente también con los Montmorency, el príncipe Louis II de Borbón-Condé, más conocido como El Gran Condé, que construyó sobre el agua un nuevo palacio para constatar su poder y mostrar la opulencia barroca propia de la corte francesa de la época. Empiezan aquí las historias de Chantilly, de sus príncipes y personajes cortesanos, cuyos finales no siempre fueron felices.

El príncipe Louis II de Borbón-Condé, conocido como El Gran Condé, construyó sobre el agua un nuevo palacio para mostrar la opulencia barroca de la época 

Amante del buen gusto y visionario, El Gran Condé contrató para el diseño de los jardines a André Le Nôtre, encargado también de proyectar el gran canal del nuevo palacio y sus estanques, que parecen simular los gigantes espejos dorados que decoraran las barrocas estancias palaciegas. Todo tenía un sentido, un hilo conductor. El paisajista fue contratado en 1660 por Fouquet, gestor de las finanzas del rey Luis XIV, encomendado a diseñar los jardines de su fastuoso Palacio de Vauxle-Vicomte.

El palacio se empezó a construir en 1358.
El palacio es una joya de la arquitectura.
Carla Royo-Villanova

En busca del chef

Incauto, el financiero real convida al rey al recién estrenado palacio y le ofrece un gran almuerzo servido por Vatel, pero Luis XIV, al ver aquel despliegue de riqueza, decide encarcelarlo acusado de desvío de fondos reales. Vatel, despavorido, huye a Inglaterra pensando que él sería el siguiente, mientras Le Nôtre es contratado por el monarca para ocuparse del diseño de su nuevo palacio: Versalles. Luis II, El Gran Condé, mientras tanto ya disfrutaba de sus nuevas instalaciones en Chantilly y buscaba un gran chef acorde a sus exigencias. Vatel era el idóneo, el único, el mejor, así que regresó de su breve exilio y ocupó los mandos de toda la intendencia dedicada al paladar del palacio.

Es probable que durante los varios ágapes que allí se celebraron los invitados de Luis II degustaran la crema Chantilly, ya que algunos adjudican su creación a Vatel, afirmando que por error añadió azúcar en lugar de sal a la nata fresca y, al descubrir el fallo, decidió acompañarla en los postres, recibiendo las alabanzas de los ilustres comensales. Lo que sí es cierto es que la crema adquirió su nombre allí, por la fama de magnífica cocina que precedía a Chantilly.

Se considera como un error del chef de palacio la creación de la crema Chantilly al añadir azúcar en vez de sal a la nata fresca

En 1671, algunas decisiones políticas y militares del Gran Condé le estaban arruinando, pero sobre todo habían enfadado al Rey Sol, y visto lo visto con Fouquet, Luis II no podía permitirse ni medio error más. Sabedor de los placeres de su rey, le convidó durante tres días a Chantilly. Vatel lo tenía todo bajo control y los menús perfectamente organizados, pero no contaba con las inclemencias del tiempo. En su propuesta para aquel viernes de Cuaresma, el pescado era el plato principal, pero el temporal retrasó tanto la pesca como la entrega y Vatel esta vez no supo improvisar otra cosa que quitarse la vida. El pescado llegó, pero en Chantilly acabó la empresa del primer gran chef de la historia.

La aldea dentro de Chantilly que copió María Antonieta.
La aldea dentro de Chantilly que copió María Antonieta.
Jerome Houyvet

Jardín de 115 hectáreas

Volvamos a los jardines de Chantilly, porque en sus 115 hectáreas hay espacio para cansarse de pasear entre estanques, un laberinto, bosques, puentes o riachuelos, y no solo fueron la envidia de Fouquet y del propio rey Luis XIV sino también, dos siglos después, de María Antonieta, que mandó copiar la idea de la aldea que hay dentro de Chantilly para jugar a ser campesina en su dominio del Trianon en Versalles. Ahora en una de aquellas pintorescas casas podremos disfrutar de un almuerzo al aire libre, rodeados de cisnes, patos, ocas y otras aves que disfrutan del arroyo y de un entorno idílico, casi de cuento, mientras degustamos la famosa crema de nata batida.

Tras María Antonieta llegó la Revolución, el castillo de Chantilly fue arrasado y usado como cárcel y muchos objetos robados, como la cama del príncipe. Su nuevo heredero, Henry de Orleans, duque de Aumale e hijo del último rey de Francia, Luis Felipe I, lo reconstruyó en 1876 para alojar en él todas las obras de arte, pintura y libros que adquirió durante sus 23 años de exilio en Inglaterra.

Almuerzo al aire libre en los jardines.
Almuerzo al aire libre en los jardines de Chantilly.
Carla Royo-Villanova

Joyas del arte

Hoy en día, recuperado su esplendor, es uno de los palacios más importantes de Francia y el Museo Condé es el segundo, después del Louvre, con más obra antigua, entre esculturas, más de 800 pinturas y más de 2.500 dibujos. Henry de Orleans legó todo su patrimonio al Instituto Francés con tres requisitos inquebrantables: que ninguna de sus piezas saliera nunca del palacio, que nada fuera cambiado de lugar y que para consultar cualquier libro hubiera que contar con el beneplácito de los bibliotecarios al mando.

Ninguna de las piezas de arte puede salir del palacio o ser cambiada de lugar, y para consultar cualquier libro hay que tener el beneplácito de los bibliotecarios

No en vano en sus dos bibliotecas, una abierta al público, se conservan 60.000 libros, la mayoría medievales, que la convierten en la segunda biblioteca más importante de Francia después de la Biblioteca Nacional. El príncipe Henry era tan meticuloso con el orden (ahora dirían que tenía un tok), que colocaba los libros por tamaño y no por contenido o por autores, para que las estanterías resultaran perfectas a la vista. Tal y como él exigió en su legado, así continúan, lo que complicó las tareas de inventariado.

El fantástico Museo Condé de Chantilly.
El fantástico Museo Condé de Chantilly.
Carla Royo-Villanova

El Museo Condé

Los salones del museo que atesoran las joyas pictóricas del príncipe tienen nombres evocadores y románticos, como El Santuario, La Rotonda o La Tribuna. Las obras que adornan las estancias están firmadas por Fra Angélico, Watteau, Tiziano, Delacroix, Botticelli o Van Dyck, entre otros. Auténticas joyas de la corona, como los varios cuadros de Rafael, eso sí, separados al capricho del príncipe. Destacan “Las Tres Gracias”, “La Virgen de Orleans” o “La Virgen de Loreto”, que compró creyendo que era una copia y resultó ser toda una Virgen de Rafael. Lo mismo sucedió con una misteriosa mujer de torso descubierto y de gran similitud con La Gioconda.

Las obras que adornan las estancias están firmadas por Fra Angélico, Watteau, Tiziano, Delacroix, Botticelli, Van Dyck, Rafael y Leonardo da Vinci 

Tras años de investigación, en 2019 su autoría fue adjudicada a Leonardo Da Vinci. Efectivamente Henry de Aumale tenía buen olfato pictórico y El almuerzo de ostras que Troy pintó en 1785 por encargo del rey Luis XV para su comedor de caza en Versalles resulta que fue la primera vez que se dibujó una botella de champán (Dom Perignon) en la historia de la pintura universal. Pablo Picasso estuvo por aquí y otra de las obras maestras de Chantilly, La Masacre de los Inocentes, de Poussin, le inspiró para su gran apuesta: El Guernica.

Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro en Chantilly.
Mario Vargas Llosa y su hijo Álvaro en Chantilly.
(Twitter @AlvaroVargasLl)

Refugio de Vargas Llosa

Otra maravilla de Chantilly es el Retrato de Simonetta Vespucci,  la síntesis idealizada de la belleza florentina de la difunta Simonetta Vespucci, encargada a Pietro de Cosimo por su entristecido enamorado Juliano de Medici. Por Simonetta perdió la cabeza hasta Botticelli, quien la hizo protagonista de muchos de sus cuadros, como La Primavera o El nacimiento de Venus. El cuadro se pintó cuando la joven ya había fallecido, de ahí que sea un referente de simbolismos, como la serpiente de la eterna renovación o los árboles muertos y vivos que rodean el retrato. Henry de Aumale quizá compró este cuadro en recuerdo de su propia esposa y prima, también fallecida prematuramente. Los siete hijos que tuvo el matrimonio murieron también por incompatibilidades sanguíneas, de ahí que a su muerte en 1887 legara todo al Instituto Francés.

Como dato más reciente, este espectacular palacio francés fue el escogido por el escritor Mario Vargas Llosa para recibir el año 2023 tras su separación de Isabel Preysler.

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