La chimenea más alta de Europa se sitúa en Eslovenia, concretamente en una ciudad del centro del país llamada Trbovlje. Su origen se remonta a mediados de los años 70, forma parte de la central eléctrica de carbón y cada año atrae a turistas amantes de la escalada, ya que hay quien ha llegado a trepar a la cima.
El enorme conducto está diseñado para sacar el humo y hollín de la central eléctrica y mide unos 360 metros de alto. La razón por la que la construyeron tan grande es que pretendían alejar lo máximo posible los contaminantes del valle en el que se ubica la localidad.
La historia de la chimenea europea más grande
La minería en Trbovlje comenzó en 1804. Años más tarde, en 1849, el municipio se conectaba por el ferrocarril del sur de Austria, lo que provocó un mayor desarrollo. No obstante, hasta finales del siglo pasado, cuando el interés por el medio ambiente empezaba a generar interés entre la población, no desarrollaron la gran chimenea para retirar el humo de su central de carbón del gran valle esloveno.
Antes de esa megaconstrucción, había otro conducto que tenía la misma función. Este medía aproximadamente 70 metros de largo, que resultó ser una medida insuficiente para eliminar el hollín y la humareda provocada por el funcionamiento de la fábrica de electricidad.
Según la compañía local IBE, la chimenea de 360 metros se ha convertido en una de las más altas del mundo y en la que se lleva el récord en Europa. Por encima de ella, está la de Ekibastuz GRES-2, de 420 metros y 60.000 toneladas, en Kazajistán.
La experiencia de subir la chimenea más alta de Europa
La chimenea ya ha dejado su función inicial, puesto que la central cerró en 2014. Un día de hoy, que sea reconocida como la chimenea más alta del viejo continente, proporciona un gran atractivo turístico a Trbovjle . La página web del lugar presume de ser "uno de los monumentos más impresionantes de la era industrial de la región".
Además de poder inmortalizar la colosal estructura, este sitio tan especial de Trbovjle ha llegado a ser escalado. Los dos afortunados que vivieron dicha experiencia fueron Janja Garnbret y Domen Škofic, que tardaron más de siete horas y media en 2020, con ayuda de una cuerda.
"Es lo más especial que he hecho en mi carrera, una mezcla de casi todo lo que he experimentado antes", narró Škofic para una entrevista en la CNN. Por su parte, Garnbret reconoció que sintió incomodidad en el proceso: "Hacía calor, frío, viento... todo".
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