Trastorno Explosivo Intermitente: así es la enfermedad que provoca arrebatos graves de agresividad

Hombre enfadado.
Hombre enfadado.
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Hombre enfadado.

No se oye hablar de él tanto como del Trastorno Negativista Desafiante (TND) o el Trastorno de Conducta, sin embargo, el Trastorno Explosivo Intermitente condiciona de forma sustancial la vida de quien lo padece, ya que se caracteriza por arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta total de control de los impulsos de agresividad.

Una agresividad que se manifiesta de forma verbal, pero también física y que se caracteriza, fundamentalmente, porque la magnitud de estos arrebatos es tremendamente desproporcional con respecto a la provocación o cualquier factor estresante psicosocial desencadenante. Estos arrebatos agresivos recurrentes provocan, además, un marcado malestar en el individuo, alteran su rendimiento laboral, sus relaciones interpersonales y pueden tener graves consecuencias económicas o legales para él. Para conocer mejor este trastorno hablamos con los psicólogos Laia Miralles y Raúl Carrera, directores de Orientación Psicológica.

¿Cuáles son los principales síntomas que nos pueden llevar a sospechar que una persona sufre Trastorno Explosivo Intermitente? El Trastorno Explosivo Intermitente se caracteriza por un conjunto de arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta de control de los impulsos de agresividad. Sus principales manifestaciones son en forma de agresión verbal (por ejemplo, con berrinches, disputas verbales o peleas) o agresión física contra la propiedad, los animales u otros individuos.

Es importante destacar que la magnitud de la agresividad durante los arrebatos es desproporcionada en relación al factor desencadenante o a la provocación (por ejemplo, insultar de forma desproporcionada y con un tono amenazante por no recibir la paga semanal de 10 euros). Además, dichos arrebatos no son premeditados, es decir, son totalmente impulsivos, y tampoco persiguen ningún objetivo tangible.

¿Cómo podemos diferenciarlo de otros trastornos disruptivos como el Trastorno Negativista Desafiante (TND) o el Trastorno de Conducta? El Trastorno Negativista Desafiante suele caracterizarse por berrinches y discusiones verbales hacia las figuras de autoridad, así como una tendencia a experimentar un sentimiento de enfado e irritabilidad y una actitud desafiante y vengativa, mientras que los arrebatos agresivos impulsivos del Trastorno Explosivo Intermitente se producen en respuesta a un abanico más amplio de provocaciones e incluyen la agresión física.

En relación al diagnóstico diferencial con el Trastorno de Conducta, la clave reside en la premeditación. En el Trastorno de Conducta hay premeditación en la agresión, mientras que en el Trastorno Explosivo Intermitente la agresión aparece por la impulsividad.

Un rasgo característico de este trastorno es que los arrebatos agresivos no son premeditados ni persiguen ningún objetivo tangible. Para las personas que lo sufren será muy difícil entender por qué se producen estos estados explosivos. ¿Cómo hay que gestionarlo con el paciente? Haciéndole responsable de sus actos, pero no de su origen. Podemos empatizar con el paciente, ayudándole a que se dé cuenta de que se siente incómodo realizando los actos, apelando a las repercusiones que tiene su comportamiento en los demás pero, sobre todo, en él mismo. A parte de fomentar la conciencia de su comportamiento, también es importante dedicar espacio a la regulación emocional para favorecer así un mayor autocontrol ante situaciones que podrían desencadenar el arrebato. El paciente es el primero en sufrir, porque aquí la impulsividad es la desencadenante del arrebato agresivo.

¿Se conocen cuáles son las causas más comunes de este trastorno? Conocemos algunos factores de riesgo. Por ejemplo, se ha demostrado que aquellas personas que han experimentado un trauma emocional y/o físico durante los primeros 20 años de su vida tienen un mayor riesgo de presentar el trastorno.

Asimismo, existe un componente genético que lo explica (los pacientes que tienen el trastorno suelen tener un progenitor que también tiene el trastorno). A nivel biológico, se han encontrado que algunos neurotransmisores como la serotonina tienen una presencia anormal en algunas áreas del cerebro (como son las áreas del sistema límbico y el córtex orbitofrontal), siendo la serotonina clave para regular el comportamiento y las emociones.

Señaláis que a día de hoy no hay un tratamiento específico para este trastorno. ¿Cuál sería la mejor terapia para una persona que lo sufre? ¿Es posible llegar a mantenerlo bajo control? ¿De qué factores depende? Aunque no existe un tratamiento específico para el Trastorno Explosivo Intermitente, sí se han demostrado estrategias útiles para su abordaje más eficaz. Es importante empezar por la psicoeducación, es decir, la explicación e información de su problemática y de los factores psicológicos y sociales que pueden estar influyendo. Realizar un análisis funcional es otra de las intervenciones, que consiste en conocer e identificar qué aspectos le ponen nervioso y le alteran, y que conductas consecuentes presenta, para facilitar así una mayor autorregulación y autoconocimiento.

También, es importante aplicar estrategias de autocontrol y relajación. Es esencial aprovechar las situaciones en sesión para ayudarle a que tome conciencia de ese comportamiento, junto con un trabajo emocional de base para ayudarle a regularse emocionalmente. En caso de tratarse de un paciente infantil o adolescente, será primordial el trabajo con la familia para un abordaje más completo y global.

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