Casi un tercio de los conductores sufre amaxofobia: ¿Cómo afecta este pánico a la conducción?

La amaxofobia la sufren alrededor del 28% de los conductores y puede tratarse con terapia psicológica
La amaxofobia la sufren alrededor del 28% de los conductores y puede tratarse con terapia psicológica.
Yanalya / Freepik
La amaxofobia la sufren alrededor del 28% de los conductores y puede tratarse con terapia psicológica

La amaxofobia o miedo a conducir es una patología más común de lo que parece. Según los datos que maneja la DGT y que ha publicado en el nuevo número de su revista 'Tráfico y Seguridad Vial', el 28% de los conductores que hay en España sufre este pánico, que afecta a las facultades en la conducción independientemente del sexo aunque se ha detectado que a los varones les cuesta más reconocerlo de manera pública. 

Desde la Fundación CEA llevan más de 8 años ayudando a las personas que sufren miedo al volante y de los 500 conductores que han pasado por sus cursos, el 80% ha conseguido recuperar la confianza en sus habilidades para ponerse de nuevo a los mandos de un volante. 

Los síntomas más habituales de la amaxofobia son ansiedad, estrés e irritabilidad, entre otros. La conducción se vuelve difícil y, en ocasiones, llega al punto de ser imposible en los casos más graves, convirtiéndose el que la sufre en un elemento de peligro para sí mismo y el resto de conductores. Habitualmente, estos síntomas se desarrollan tras sufrir una experiencia traumática como un accidente de tráfico u otra situación de tensión o riesgo.

La ansiedad, clave

Las personas más propensas a sufrir ansiedad son las más proclives a desarrollar amaxofobia e, igualmente, aquellos conductores que padecen otro tipo de patologías como la agorafobia también están más expuestos. 

El miedo que se desarrolla hacia el acto de conducir puede llegar a bloquear por completo al que lo sufre, limitando e incluso impidiendo que se ponga al volante. Esta fobia provoca una tensión física y muscular tanto como psíquica que se dispara en situaciones más concretas, como por ejemplo los entornos como mucho tráfico o las situaciones con más peligrosidad, como los días de lluvia, nieve o niebla.

En estos casos, se desarrollan sentimientos de ansiedad y angustia que llegan a paralizar al conductor, impidiéndole reaccionar correctamente o con la suficiente rapidez a los imprevistos del tráfico. También puede quedarse bloqueado o, incluso, no ser capaz tan siquiera de iniciar la marcha. 

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