Una auténtica experiencia gastronómica que bien se precie va más allá del mero sentido del paladar. No cabe duda de que un buen comensal sabe distinguir en el restaurante otros factores que entran en juego a la altura de la mismísima comida que se sirva entre plato y plato. Esto tiene más bien que ver con la cuidada iluminación, la tranquilidad de una buena música de fondo, la exquisita decoración o incluso la sofisticación de una cubertería de plata. Pero, ¿qué hay de la localización? Aquí es el momento de presentar la galería abovedada de la que surgen numerosos rincones con encanto en los que disfrutar de su amplia carta diseñada para todos los gustos.
Y es que, a decir verdad, lo que mucha gente no sabe todavía en España es que existen algunos lugares mágicos en los que disfrutar de un menú a la carta, acompañado eso sí de un buen vino, en la más mera intimidad. Este es el caso, sin ir más lejos, de la Bodega de los Secretos que, a pesar de su característico nombre, que no deja nada a la imaginación, se encuentra ubicado en el corazón de Madrid. Sin embargo, a diferencia del resto de restaurantes de la gran arteria madrileña, su enclave es único y data de historia. Sus refinadas bodegas han servido como lugar de reunión de la aristocracia madrileña y de figuras importantes como Francisco de Goya.
A decir verdad, esta joya arquitectónica bajo unas cuevas subterráneas con más de trescientos años de antigüedad fue restaurada, pero aún conserva su espacio original de ocho kilómetros de juntas de ladrillo cocido. En los pasadizos aparecieron bayonetas de la época de Napoleón y armas de la Guerra Civil, se cree que se utilizaban para huir de las tropas enemigas. Uno de ellos se comunicaba con el antiguo hospital donde ahora se encuentra el Museo Reina Sofía. Luz tenue, manteles de lino, lámparas, cuadros antiguos y aparadores vintage conviven en perfecta armonía con otros adornos modernos, vasos de colores y vajillas originales.
Cocina mediterránea en una evocadora bodega del siglo XVII
Llegados a este punto, a punto de abrir boca, es momento de saber qué pedir. Es el momento de hablar sobre sus refinados platos propios de la cocina mediterránea en una evocadora bodega del siglo XVII con mesas en hornacinas de piedra. La carta mezcla de manera acertada recetas de siempre como las cremosas croquetas caseras de jamón ibérico con otras más divertidas como el ceviche de pescado blanco, guacamole, leche de coco y espuma de mango.
Destacan dentro de los entrantes los huevos cabreados - huevos rotos y salsa con toque picante-, un plato que se aleja del sabor tradicional. También hay sugerencias más ligeras, como las verduras de temporada a la brasa con salsa romesco y aroma de albahaca o el carpaccio de gambas con vinagreta de cítricos. El momento dulce, o lo que viene siendo el postre, lo protagonizan desde el coulant templado de chocolate hasta el crumble de reineta, almendra molida, caramelo y helado de vainilla.
La bodega con 300 años de antigüedad
La bodega, que puede visitarse previa petición, contó en otra época con tres pasadizos clandestinos que se descubrieron durante las obras y que eran utilizados por los comerciantes en el siglo XVII para evitar el impuesto que tenían que pagar si querían vender mercancía dentro de Madrid. Este restaurante se encuentra ubicado a cinco minutos de la estación de Atocha el centro de Madrid, en la calle San Blas, número 4.
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