'Reyes de la noche': la radio que vivimos peligrosamente

La nueva serie de Movistar+, inspirada en la guerra sucia de los programas deportivos radiofónicos en los años noventa, diseccionada por  la fina e incisiva ironía de Miguel Gutiérrez, 'La libreta de Van Gaal' @lalibreta
Reyes de la noche
Javier Gutiérrez, en 'Reyes de la noche'.
Movistar+
Reyes de la noche

"Periodistas deportivos; a su lado, uno de Nacional parece decente", se escucha en el primer episodio de Reyes de la noche. En un gremio cuya credibilidad lleva demasiado tiempo cotizando a la baja ha existido siempre cierto menosprecio añadido hacia los informadores del balón, también durante la considerada edad de oro de la radio deportiva que, tres décadas más tarde, recrea la nueva serie de Movistar+ para regocijo —al menos anticipado— de quienes se acostumbraron a conciliar el sueño con un transistor entre la oreja y la almohada.

Durante los años setenta en la Cadena Ser y los ochenta en Antena 3, José María García se convirtió en el periodista deportivo más poderoso de España —y seguramente sobra lo de "deportivo"—. Él no era muy optimista: "No nos van a escuchar ni nuestras familias", lamentó cuando le confinaron a la medianoche. Fue justo lo contrario: un éxito tal que aún hoy sigue siendo la franja que las grandes emisoras reservan a esos asuntos. En los noventa, tras el desmantelamiento de Antena 3 y el salto de García a la Cope, José Ramón de la Morena consiguió algo inimaginable: destronar al dios padre y recuperar para la Ser el liderato de audiencia. No sucedió de un día para otro y en el camino ambos periodistas y sus soldados libraron una guerra sucia repleta de improperios, insultos, golpes bajos… Hasta algún puñetazo voló. Como puede apreciarse, la edad de oro resultó bastante cutre pero también muy entretenida.

En esas trincheras, sin duda, había una historia y los creadores de la serie, Cristóbal Garrido y Adolfo Valor, han decidido mantenerla como lo que fue, una comedia, apoyados en la dirección por un especialista en el género como Carlos Therón. Aun así, Reyes de la noche no es el relato hilarante que se podía esperar. Es poco probable que el espectador se carcajee como Eden Hazard en Stamford Bridge, pero en su favor hay que decir que no se limita a ubicar en una emisora de radio la misma comedia que, con un par de cambios superficiales, bien podía plantear en otro escenario. Para construir la historia, se nutre de las triquiñuelas reales de aquellos años dorados, o más bien de plomo: las tretas de los reporteros para asegurarse protagonistas en exclusiva; la captación de favores en las altas esferas —si tú me das, yo te doy—; las noticias bomba que, a la larga, generaban más beneficios encerradas en un cajón…

Y por supuesto, los puñetazos verbales de ida y vuelta entre los primeros espadas, que no se escatimaban apodos hirientes —García se refería a De la Morena “Bufón” y “El tonto de Brunete”, De la Morena a García como “El indultao” o “Superratón”— ni alusiones a defectos físicos —De la Morena se reía de la estatura de García, García del ojo estrábico de De la Morena—. Todo muy edificante.

Al comenzar cada episodio, un aviso nos recuerda que vamos a asistir a una ficción, por más que esté inspirada en hechos reales. Paco El Cóndor (Javier Gutiérrez) es un más que evidente trasunto de Supergarcía que apenas ha cambiado los “abrazafarolas” por los “recogecebollas” y los “saludos cordiales” por los “saludos a... casi todos”. El Cóndor habla como García —¿quién no ha imitado su tono alguna vez?—, vive pegado a un puro, pasea por el estudio en pleno programa y ha amasado tal poder que lo mismo puede poner de rodillas a su propia emisora que presionar ministros, además por supuesto de derribar al entrenador o al presidente de turno. «No somos testigos, también somos protagonistas», alecciona a sus huestes. Eran los tiempos en los que los personajes del deporte aún hablaban con los periodistas, e incluso les temían.

En cambio, no busquen en la némesis del Cóndor, Jota Montes (Miki Esparbé), el menor rastro de José Ramón de la Morena. Se comenta que al periodista de Onda Cero, que abandona la radio a final de temporada, no le ha hecho mucha gracia la serie —Juanma Castaño contó en El partidazo de Cope que le “torció el morro” cuando le habló de ella—. Si lo que le preocupa es que le veamos a él cada vez que Jota asoma por la pantalla, puede estar tranquilo. Aunque salga retratado igualmente, como todos sus secuaces en aquella época.

Al estilo del reciente vídeo de Pantomima Full sobre el gremio, varios clichés se refunden en la nómina de periodistas secundarios, con más histrionismo que gracia. Los nombres reales de los futbolistas de la época se emplean como decorado pero son sustituidos por otros ficticios cuando el guion los eleva a primer plano. La excepción es la aparición episódica de Jesús Gil, incluida su célebre frase “Hitler tuvo cosas buenas”. La excepción se justifica quizá porque a ningún guionista, nunca, se le habría podido ocurrir un personaje así.

En Reyes de la noche se fuma mucho, ya sea en la redacción, en el estudio, en el reservado de un asador o el famoso piano-bar Toni 2, punto de encuentro de periodistas bien entrada la madrugada. No faltan tramas sentimentales y familiares, unas laterales y otras de peso como las del personaje de Marga (Itsaso Arana), que rompe el monopolio masculino en una serie que no acaba de rematar. No es la astracanada que hacía presagiar su teaser, aunque cuando mejor funciona es, precisamente, cuando tira de locura y de crueldad para reflejar aquel choque de egos y ambiciones. ¿Veremos a García, o sea, al Cóndor, desplegar sus alas de verdad en la segunda temporada?

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