'Heartstopper': ¿Necesaria, sobrevalorada o ambas cosas?

Esta historia de amor entre chicos con el sello Netflix ha revolucionado las redes sociales.
Los protagonistas de 'Heartstopper'.
Los protagonistas de 'Heartstopper'.
Netflix
Los protagonistas de 'Heartstopper'.

Aunque la opacidad habitual en Netflix nos impida saber con exactitud las cifras de audiencia de Heartstopper, la repercusión de la serie tanto entre el público como entre la crítica supera con mucho las expectativas. Cualquiera hubiese dicho que la adaptación de un cómic indie, nacido en internet y caracterizado por una encomiable falta de pretensiones, iba a ser uno de los fenómenos televisivos de 2021. 

De hecho, la adaptación de las historietas de Alice Oseman (también guionista del show) ha caído también como una bomba en redes sociales. Algo que podría deberse a su desenfado de comedia romántica y adolescente, o a la buena química entre su reparto, pero que, en realidad, se debe a que la serie retrata el romance primerizo entre dos chicos sin caer en sensacionalismos baratos. 

A estas alturas, es triste que esto suponga un hecho noticioso, pero las cosas son así. Las alabanzas hacia Heartstopper se centran en cómo la relación entre Charlie (Joe Locke) y Nick (ese Kit Connor que, efectivamente, se parece a un golden retriever) esquiva los lugares comunes y la sexualización gratuita, sin por ello eludir temas complicados como el acoso homofóbico en la escuela o la siempre peliaguda necesidad de ir a las claras con la familia. 

Así pues, es natural que muchas personas LGTB se hayan enamorado de la serie: en los días de Euphoria, y no digamos ya en los de Élite, resulta refrescante ver a personajes gays, lesbianas o trans retratados de forma positiva en lugar de como caricaturas o figuras trágicas, así como a un chico bisexual cuya salida del armario no viene acompañada por los consabidos "estás confuso", "estás asustado" o "es solo una fase". 

Así pues, con su equipo de rugby, su bolera y su Olivia Colman (¿hay algo que no se le dé bien a esta señora?), más su I Belong In Your Arms (el pepinazo tecnopop de los Chairlift) como remate del último episodio, Heartstopper es una de esas series que despiertan adhesiones incondicionales. Lo cual vuelve muy difícil expresar reparos sobre ella, y no digamos atreverse a señalar que, más allá de su atrevimiento, lo mismo tampoco es para tanto. 

Empezando por lo estrictamente audiovisual, señalemos que no estamos ante una obra rompedora, ni mucho menos. Aunque sería totalmente ocioso pedirle a Heartstopper maneras de TV de vanguardia (cosa que no es ni pretende ser), sí estamos obligados a señalar que se libra por muy, muy poquito de la mediocridad aséptica que Netflix ha convertido en el sello de la mayoría de sus ficciones. 

Para quienes pongan un límite a la cantidad de almíbar audiovisual que pueden ingerir de una sentada, elementos de Heartstopper como sus recursos a la animación o esa luz de postal que ambienta muchos de sus planos resultarán objetables. 

Dejando claro que esto es cuestión de gustos, la serie podría haberse beneficiado de una puesta en escena más dinámica, tomando nota de los libros de estilo de John Hughes, Edgar Wright o el anime más desacomplejado. A las historias dulces (y esta lo es hasta rozar, a veces, lo merengoso) les suele venir bien un punto de acidez que aquí encontramos muy raras veces. 

Además, si pretendemos abordar esa historia desde una perspectiva crítica, nos encontraremos de golpe en mitad de un campo minado. Porque la importancia de Heartstopper dentro del panorama audiovisual contemporáneo no debería ser óbice para señalar sus carencias y parcialidades, que son abundantes. 

Para empezar, uno de los temas de conversación que más ha suscitado la serie es el de las adolescencias no heterosexuales, y cómo estas suelen transcurrir bajo la sombra de la represión y el trauma. Un panorama muy triste que podría estar cambiando solo desde hace unos pocos años, y solo en países muy concretos del Occidente más próspero. 

De esta manera, podemos preguntarnos si la serie aborda desde el buen humor y la ternura una problemática que existe, proporcionando así un necesario chute de autoestima a sus espectadores jóvenes y de sexualidad no normativa. O si, más bien, se trata de una ficción consoladora destinada a fans que, en muchos casos, les doblan la edad a Nick y a Charlie. Y que, a diferencia de ellos, experimentaron el primer amor como un motivo para el miedo y la vergüenza, no para el júbilo. 

Por otra parte, es necesario abordar un tema más espinoso aún: el de cómo la reproducción de modelos heteronormativos entre la comunidad LGTB se ve como el único camino 'aceptable' para la misma. Una proposición que, si bien Heartstopper no hace suya de manera explícita, sí refuerza poderosamente. 

Porque, seamos sinceros, esta historia de amor reproduce los modos del 'chico conoce chica' de toda la vida, aunque sus protagonistas sean del mismo género. Algo que puede ser bienvenido y necesario, pero que no deja de barrer asuntos muy complicados bajo la alfombra. 

Es cierto que los retratos de los hombres gays han estado (y siguen estando) marcados por lugares comunes como la promiscuidad, la baja autoestima y las costumbres autodestructivas. Como también lo es que, en la vida real, muchos hombres han recorrido ese camino empujados por una sociedad heterosexista.

Pero reconocer esto no es óbice para admitir que, en el seno del propio colectivo, el debate sobre si es necesario someterse a los estándares capitalistas de monogamia, matrimonio y piso hipotecado circula desde hace décadas, generando a veces discusiones encarnizadas. A la luz de dicho debate, Heartstopper no sería una obra revolucionaria, sino una apología de esos estándares.

También podrían ponerse otras objeciones a la serie, como su condición de retrato formulado desde fuera de los colectivos implicados: Oseman se identifica como una persona arromántica y asexual, así que no deja de suponer una pequeña paradoja verla escribir acerca de una relación de pareja. Pero esto es lo menos importante de todo.

La importancia de Heartstopper reside en haber traído a la luz pública un tema que las ficciones mainstream se habían negado a abordar hasta ahora, o habían abordado a la luz de tópicos sonrojantes. De la misma manera que muchas series de animación con protagonistas LGTB  recuerdan a sus espectadores que ellos también pueden salvar al mundo, este show puede estar comunicándole a su público más joven que la posibilidad de ser felices sin esconderse está ahí, esperándoles. 

Así pues, es justo decir que Heartstopper es una serie muy necesaria. Pero también faltaríamos a la verdad si no señaláramos que, en muchos aspectos, se queda corta, y que su valor puede ser más el de un punto de partida que el de una meta. Como Nick y Charlie descubrirán en cuanto la edad adulta llame a sus puertas, conquistas como las que nos presenta esta serie son solo el principio: hay que ir más allá. 

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