Sundance 2024 | 'Love Me': Kristen Stewart y Steven Yeun, un amor artificial

El romance sci-fi del que más se habló en el festival solo consigue emocionar cuando los actores salen en pantalla.
'Love Me' reflexiona sobre el amor y las inteligencias artificiales
'Love Me' reflexiona sobre el amor y las inteligencias artificiales
Cinemanía
'Love Me' reflexiona sobre el amor y las inteligencias artificiales

¿Qué dejaremos cuando ya no estemos aquí? Como especie, los humanos dejaremos muchos vídeos absurdos de YouTube, según Love Me, de los debutantes Sam y Andy Zuchero. O, al menos, eso es lo que más llama la atención de las únicas dos entidades robóticas que, aparentemente, han quedado en funcionamiento años después de la destrucción de la humanidad.

Uno de esos robots es una boya con una cámara que parece un ojo, el otro es un satélite con menos características antropomorfas. La primera está a la deriva en un gran océano que parece haber inundado todo, al fondo se ven las ruinas de Nueva York; el segundo flota en el espacio. Ambos se cruzan y comienzan a comunicarse, contentos de haber encontrado a alguien en esa soledad que creían eterna. Este arranque a lo Wall-E resulta tierno. Dos robots solitarios se conocen, se quieren enamorar, quieren ser como los seres humanos (¿de eso va la inteligencia artificial, no?).

Ella ya llevaba meses (quizá años) viendo videos de YouTube y de otras redes sociales: bebés riendo, caídas, despedidas… y una cuenta le obsesiona: I Am Deja, una influencer (interpretada por Kristen Stewart) que publica todo lo relacionado con su pareja (Steven Yeun). Son una power couple de las redes que comparten toda su vida romántica; y la boya, que cambia su nombre a Me.Life.Form o sólo Me (Yo), quiere ser ella. Y, al conocer al satélite, al que le bautiza como Iam (Yo soy), decide convertirle en el novio influencer. Empieza entonces otra fase de la película, los robots pasan a hablar con las voces de los actores reales y en pantalla pasamos a ver avatares animados de Stewart y Yeun; las inteligencias artificiales están aprendiendo a ser humanos, copiando sus gestos, risas, sentimientos… Pero para él todo es falso.

La película pasa entonces a ser algo más que una historia de amor entre una boya y un satélite. Es una reflexión sobre las relaciones hoy pasadas por el filtro de internet, pero vistas (o eso pretende) desde la distancia de alguien que intenta conocernos y entendernos por lo que dejamos atrás.

Hablan de quererse a uno mismo, de la necesidad de ser alguien que no somos frente a los demás, de cómo nos presentamos, nos enmascaramos, nos obsesionamos con gustar… “No necesitamos ser todo lo que no somos”, le dice él en un momento. “Tengo miedo de ser real”, había dicho ella antes. ¿Es quizá él una IA más avanzada que se da cuenta antes de la estupidez humana, de la falsedad virtual que fundamenta nuestras vidas reales?

En la siguiente y final etapa (sin desvelar por qué), por fin vemos a los actores de carne y hueso y es aquí, por fin, donde Love Me cobra algo más de interés. Continúan en ese constante descubrimiento y reflexión sobre qué es el amor, qué es ser real y honesto, pero verlos a ellos a flor de piel gana frente a la pobre animación de stop-motion.

La idea del tiempo, además, vertebra toda la historia que arranca con el sonido del Big Bang, la creación del universo, la desaparición de la Tierra. Lo insignificantes que somos los seres humanos y nuestros problemas sentimentales en esa línea temporal. Nos creemos grandes con grandes problemas, Me llora desesperada, se queja, él sigue como un zombie por la eternidad, pero, en realidad, somos enanos ante el cosmos. Y a la vez todo puede ocurrir en un abrir y cerrar de ojos, en un Big Bang, en un fogonazo amoroso, el flechazo romántico puede ser así.

La película, a pesar de sus buenas intenciones, no consigue transmitir la emoción que pretende. Y sólo esos dos interesantes actores consiguen mantener un atractivo que quizá, de otra forma, no habría tenido. Aun así, es de agradecer propuestas que arriesgan y ver a alguien como Kristen Stewart arriesgarse con ellas. Películas pequeñísimas de producción a las que ella puede dar (y da, como ha demostrado aquí) mucha visibilidad.

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