Robert Downey Jr. ha ganado el Oscar sin ocultar su pasado de adicciones: esta es su historia de redención

A los ocho años ya era adicto, en los 90 vivió su primera nominación al Oscar y pasó por la cárcel, y Mel Gibson lo rescató cuando Hollywood le dio la espalda tras el periodo más oscuro de su vida. 
Robert Downey Jr. en los Oscar 2024
Robert Downey Jr. en los Oscar 2024
Handout / Getty Images
Robert Downey Jr. en los Oscar 2024

"Me gustaría dar las gracias a mi terrible infancia y a la Academia, en ese orden". Así arrancaba Robert Downey Jr. su discurso de agradecimiento tras alzarse con el Oscar a mejor actor secundario por su papel en Oppenheimer. El intérprete, que se llevaba la preciada estatuilla a casa con su tercera nominación, echó mano del sarcasmo que lo caracteriza para resumir su vida de adicciones y redención. 

Ahora que lo veneramos como estrella fulgurante de Hollywood, como el genio que ha revivido y liderado la era más dorada del cine de superhéroes con Iron Man, cuesta recordar que, hace dos décadas, Downey Jr. cerca estuvo de quedarse sin carrera debido al abuso de sustancias que arrastraba desde su infancia. Su "terrible infancia". 

Viajamos a través de las casi seis décadas de vida del intérprete, de su bajada a los infiernos a su posterior redención. Esta es su historia, y así te la ha contado, Oscar en mano, en un discurso valiente y sincero.

Robert Downey Jr., Hollywood y sus adicciones

Robert Downey Jr. de niño
Robert Downey Jr. de niño
Cinemanía

En el hogar de Greenwich Village en el que Robert Downey Jr. (Nueva York, 1965) se crio, siempre había droga. El pequeño fue un artista precoz, pero también un adicto precoz: tenía cinco años cuando actuó en su primera película, Pound (1970), dirigida por su padre; seis cuando daba sorbos al vino blanco y su padre le ofreció un porro; y, para los ocho, ya era adicto a las drogas. 

"Mi padre y yo nos drogábamos juntos, esa era su forma de intentar expresar su amor por mí de la única manera que sabía", explicaría Downey Jr. en The New Breed (vía The Washington Post). Hijo de Robert Downey Sr., un cineasta de la contracultura estadounidense, y Elsie Downey, actriz y musa del director, el pequeño Robert creció idolatrando a su padre. 

Tal y como contó en Vanity Fair: "Recuerdo dar paseos por el Village, con mi padre llevando una camiseta de Superman. Teníamos un trono en el que se sentaba. Era un tío grande, alto, oscuro, guapo, todo eso. Crecí con gente que decía: '¡Oye, es el chaval de Bob Downey!". 

A principios de los 80, tras el divorcio de sus padres provocado en parte por el alcoholismo de Elsie, Downey Jr. se mudó a Los Ángeles con su padre para seguir creciendo como actor, oficio que había aprendido en los sets de este. Aunque la actuación lo llevó a dejar los estudios a los 16 años, en el instituto de Santa Monica se hizo amigo de Rob Lowe, Charlie Sheen y Sean Penn, todos ellos parte de los llamados ‘Brat Pack’ ("pandilla de mocosos"), la joven y fiestera élite de Hollywood.

La década ochentera estuvo marcada por su ascenso en la industria con títulos como Golpe al sueño americano (1987) o El cielo se equivocó (1989), así como por su relación con Sarah Jessica Parker, a quien había conocido rodando Un extraño en casa (1984) y con quien formaría una de las parejas más top de Hollywood hasta principios de los 90. 

Si bien Downey Jr. se cuidaba para que las adicciones que arrastraba no afectaran a su trabajo, Golpe al sueño americano, en la que interpretaba a un drogadicto, lo obligó a enfrentarse a su realidad. "El papel fue como el fantasma de las Navidades Futuras", le contó a The Guardian: "Era una exageración de mí mismo. Después las cosas cambiaron y, de alguna forma, me convertí en una exageración del personaje. Duró demasiado". 

Robert Downey Jr., 'Chaplin' y sus detenciones

Robert Downey Jr. en 'Chaplin'
Robert Downey Jr. en 'Chaplin'
Cinemanía

"Mi abogado en el mundo del entretenimiento, Tom Hansen, durante 40 años, la mitad de los cuales se pasó tratando de asegurarme y sacándome de la cárcel, gracias, hermano", recordó Downey Jr., con el Oscar en la mano. En los 90, tuvo que echar mano de él. Su vida de excesos marcada por el abuso de heroína, cocaína y marihuana se descontroló y le costó su relación con Parker.

Además, sus adicciones empezaron a hacerse más y más evidentes en los sets. La directora Jodie Foster tuvo que paralizar el rodaje de A casa por vacaciones (1995) y hablar seriamente con Robert (vía Huffington Post): "Le dije: 'De momento, estás en un taburete, y te las has arreglado para no caerte del taburete. Es posible que des con una forma de sostenerte, pero tengo miedo por ti. Y puede que ahora no sea el momento, pero tengo miedo por ti". 

También es cierto que en los 90 nos regaló algunas de sus interpretaciones más celebradas en Vidas cruzadas (Short Cuts) (1993), Asesinos natos (1994), Ricardo III (1995) o esa Chaplin (1992) que le valió su primera nominación al Oscar. Sin embargo, también empezó su descenso a los infiernos. En 1996, conducía a toda velocidad por Sunset Boulevard cuando lo arrestaron por posesión de heroína y cocaína. 

Violó la libertad condicional hasta tres veces al no someterse a tests de drogas y en 1999 fue sentenciado a tres años de cárcel, aunque pasó 15 meses, por evitar este control de drogas. "Es como si tuviera una pistola en la boca, con mis manos en el gatillo, y me gustara el metal del arma", le explicó al juez sobre sus adicciones. 

En el año 2000, otra vez en libertad, parecía que el actor resurgía gracias a su participación en Jóvenes prodigiosos (2000) o Ally McBeal, que le valió un Globo de Oro, pero volvió a ser arrestado por posesión de drogas ese mismo año. En 2001, le concedieron libertad condicional con la condición de que fuera a rehabilitación. 

Robert Downey Jr. y Susan Levin

Robert Downey Jr. en 'Tropic Thunder'
Robert Downey Jr. en 'Tropic Thunder'
Cinemanía

"Me gustaría dar las gracias a mi veterinaria, quiero decir, a mi esposa, Susan Downey. Ella me encontró cuando era una mascota gruñona que necesitaba ser rescatada y me devolvió a la vida con su amor. Por eso estoy aquí, gracias". Robert Downey Jr. dedicó estas bonitas palabras a su segunda esposa (se había casado con Deborah Falconer en los 90) en su discurso. Y es que con ella le llegó su resurgimiento. 

Tras su salida de rehabilitación, el actor se enfrentó a una nueva realidad: Hollywood no se fiaba de él. Fue despedido de Ally McBeal, perdió varios papeles y se dio cuenta de que era prácticamente imposible asegurar a un actor exadicto y exconvicto. Woody Allen lo quiso para Melinda y Melinda (2004), pero era imposible hacer frente al altísimo coste del seguro.

No participó en ninguna película hasta que, en 2003, Mel Gibson pagó de su bolsillo la fianza del seguro para que Downey Jr. pudiera protagonizar junto a él El detective cantante. Ese mismo año llegaría Gothika, en la que le retuvieron el 40% del sueldo como seguro. Mereció la pena; allí conoció a su "veterinaria".

Al principio, la productora Susan Levin no estaba interesada en él, tal y como confesaría a Harper's Bazaar, pero cuando cedió al encanto de Robert, le dio un ultimátum: o las drogas o ella. La estrella echó mano de la terapia, el yoga o la meditación para mantenerse limpio y terminó casándose con Susan en 2005. 

A su lado, encontró la estabilidad personal, y también la profesional. En los 2000, reconquistó el cine con Kiss Kiss Bang Bang (2005), Buenas noches, y buena suerte (2005), Zodiac (2007) o Tropic Thunder, ¡una guerra muy perra! (2008), que le valió su segunda nominación al Oscar. Hasta se reunió con un tal Christopher Nolan para discutir su posible participación en Batman Begins (2005) dando vida al Espantapájaros, pero la mala fama de Robert pudo más y Cillian Murphy fue el elegido.

Poco importa; su destino no era ser villano sino héroe con corazón metálico en Iron Man (2008). Esa sería la reconciliación definitiva con Hollywood.

Robert Downey Jr, del MCU al Oscar

Robert Downey Jr. como Iron Man y en 'Oppenheimer'
Robert Downey Jr. como Iron Man y en 'Oppenheimer'
Cinemanía

"Este es mi pequeño secreto: yo necesitaba este trabajo más de lo que él me necesitaba a mí. Chris [Nolan] lo sabía y se aseguró de rodearme de uno de los mejores elencos y equipos de la historia: Emily [Blunt], Cillian [Murphy], Matt Damon.... Fue fantástico y estoy aquí siendo un hombre mejor gracias a eso", compartió Robert al recibir el premio de la Academia.

Pero antes que Oppenheimer, estuvo Marvel. Y antes que Christopher Nolan, estuvo Jon Favreau, que peleó para que le dejaran hacer de Downey Jr. su Iron Man. Tony Stark, que bien podría haber sido reconocido con un Oscar (o una nominación) de no ser por la ojeriza que los académicos tienen al cine de superhéroes, lo catapultó a lo más alto y acaparó su talento durante una década, permitiéndole brillar en algún que otro título esporádico como Sherlock Holmes (2009). 

Con Vengadores: Endgame (2019), colgó la armadura roja mediante un chasquido sacrificado y nada ha vuelto a ser igual en Marvel. Por suerte, Stark lo condujo directo a los brazos de ese Nolan que lo había rechazado años antes, pero que esta vez estaba listo para confiarle a Lewis Strauss, líder de la Comisión de Energía Atómica, en Oppenheimer. 

Nolan estaba fascinado con el trabajo de Downey Jr. en el MCU, como confesó a su paso por el programa de Stephen Colbert (vía Deadline). "Siempre he querido trabajar con él, tenía tanto carisma como Tony Stark", aseguraba, antes de declarar: "Él dando vida a Iron Man es una de las decisiones de casting más trascendentales que se han tomado en la historia de la industria del cine".

Dos décadas después de aquel encuentro para hablar sobre el Espantapájaros, su colaboración con el director británico ha dado a Downey Jr. un proyecto que el actor admite que necesitaba, así como su primer Oscar. Es el broche de oro a su viaje de redención. Desde CINEMANÍA, gracias a su terrible infancia, gracias a su abogado, gracias a Susan y gracias a Gibson, Favreau y Nolan por Robert Downey Jr. ¡Ah! Y gracias a su estilista, en caso de que nadie más lo haga.

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