El director de Origen le ha hecho el mejor regalo posible a las salas de cine: Oppenheimer. La vida del “destructor de mundos” ha recaudado, en menos de un mes, más de 229 millones de dólares, casi un tercio de ellos en Estados Unidos. En España, el nuevo largometraje de Christopher Nolan se acerca ya a los tres millones de euros, lo que hace que el nuestro sea el cuarto país europeo que mejor ha recibido este estreno.
Con el nombre de su director como gran reclamo, sumado a un reparto kilométrico, el biopic de Oppenheimer ha hecho frente al otro gran fenómeno cinematográfico del verano, Barbie. Sin embargo, tanto Nolan como Gerwig se han alzado victoriosos tras el Barbenheimer, puesto que ambos títulos han superado con creces sus expectativas, ya de por sí altas, en taquilla.
El mérito de Nolan se redobla cuando uno toma en consideración factores como la duración de Oppenheimer o la apuesta de su director por el blanco y negro en gran parte del metraje. Como ya pasara con Tenet, Oppenheimer podría haber sido ninguneada por los espectadores, lo que marcaría un desalentador viraje en la carrera de Nolan, uno de los pocos cineastas actuales que han sabido conjugar el apoyo del público con un sello autoral.
Sin embargo, este insólito regalo en forma de biopic ha sido recibido con los brazos abiertos por los proyeccionistas de todo el mundo. Eso sí, su pingüe taquilla no es el único obsequio asociado a Oppenheimer que, contra todo pronóstico, ha triunfado. Y Emily Blunt da fe de ello.
Unas botitas para Nolan
El director londinense es un obseso de la verosimilitud. Detrás de cada uno de los detalles de sus películas, se esconde una explicación perfectamente documentada que lo justifica. Por supuesto, su rigor histórico no pasa el guardarropa por alto: las prendas de cada personaje deben estar en consonancia con las que estos, existiesen o no, hubiesen llevado de encontrarse en cierta época y situación.
Por eso, la costumbre de Emily Blunt, que interpreta a la esposa de Oppenheimer, de llevar botas en el set de rodaje lo enfurecía.
La actriz se encontraba incómoda con los zapatos de su personaje, con lo que, cada vez que tenía la oportunidad, se descalzaba para ponerse, en su lugar, un par de botitas marca Ugg, similares a pantuflas. Nolan no compartía su entusiasmo por esta prenda: “Me volvía loco”, confesó en una entrevista. “Solía decirle: ‘¿Podrías hacerme el favor de quitarte eso, calzarte tus zapatos y estar lista de una vez?”.
El director temía echar en falta el precioso tiempo que su actriz desperdiciaba cambiando de zapatos. “Cualquiera que haya trabajado conmigo sabe como soy”, admitió, fatalista, Nolan. “Estamos en set, la luz se está yendo y yo digo ‘hora de que los actores se pongan a trabajar’”. Y Blunt, entre tanto, con unas pantuflas marca Ugg.
“No creo que nadie en el mundo odie tanto esas botas como Nolan”, contó la actriz en esta entrevista. Sin embargo, su experiencia en El diablo viste de Prada le enseñó a que un buen producto es capaz de vencer la resistencia del comprador más reluctante. Al acabar el rodaje, le envió a Nolan un par de botitas y, poco tiempo después, le llegó una nota de la mujer del director: “Un regalo de despedida maravilloso. Ahora mismo las lleva puestas”.
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