'Pulp Fiction' y el eterno debate: ¿obra maestra de Tarantino o una de las películas más sobrevaloradas de los 90?

La película de Quentin Tarantino continúa levantando pasiones entre los cinéfilos casi 30 años después de su estreno tras ganar la Palma de Oro en Cannes y cambiar el cine popular para siempre.
Es un tópico, sí, pero es verdad: el segundo largo de Quentin Tarantino no se entiende sin su contexto. Tras los blockbusterizados 80, resultaba pasmoso ver cómo un filme presuntamente indie (aún no sabíamos qué clase de bestia era Harvey ‘Manostijeras’ Weinstein) ponía en pie tanto al jurado de Cannes (Palma de Oro, recibida de manos de Clint Eastwood entre gritos de “¡fascista!”) como a los adolescentes que repetían de memoria sus diálogos mientras trataban de bailar You Never Can Tell con la gracia de Uma Thurman y John Travolta, sin entender que en el fondo de todo aquello latía un cuento moral (¿evangélico?) sobre la futilidad de la violencia. Terroríficamente rentable en taquilla, Pulp Fiction no es la mejor película de los 90, pero sí es la película que mejor explica lo que fue descubrir el cine en aquella década. La frase: “La verdad es que tú eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, Ringo, me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor”. Y. G.
'Pulp Fiction' siempre ha sido vista de maneras muy opuestas entre sí.
Es un tópico, sí, pero es verdad: el segundo largo de Quentin Tarantino no se entiende sin su contexto. Tras los blockbusterizados 80, resultaba pasmoso ver cómo un filme presuntamente indie (aún no sabíamos qué clase de bestia era Harvey ‘Manostijeras’ Weinstein) ponía en pie tanto al jurado de Cannes (Palma de Oro, recibida de manos de Clint Eastwood entre gritos de “¡fascista!”) como a los adolescentes que repetían de memoria sus diálogos mientras trataban de bailar You Never Can Tell con la gracia de Uma Thurman y John Travolta, sin entender que en el fondo de todo aquello latía un cuento moral (¿evangélico?) sobre la futilidad de la violencia. Terroríficamente rentable en taquilla, Pulp Fiction no es la mejor película de los 90, pero sí es la película que mejor explica lo que fue descubrir el cine en aquella década. La frase: “La verdad es que tú eres el débil y yo soy la tiranía de los hombres malos. Pero me esfuerzo, Ringo, me esfuerzo con toda intensidad por ser el pastor”. Y. G.

Pulp Fiction está sobrevalorada. Esto es algo que desde hace años hemos leído, oído y, quien más, quien menos, también ha dicho alguna vez. Una afirmación que para muchos amantes del cine —y, especialmente, del cine de Quentin Tarantino— podría llegar a considerarse prácticamente una herejía. Alzar la voz para declarar con total rotundidad que Pulp Fiction es “insultante”, “de serie B” o “no apta para gente civilizada”, podría ser un claro indicativo de que nos encontramos ante un verdadero valiente.

Pero las opiniones son libres y en el cine hay cabida para todo. Lo mismo ocurre con las reseñas de los espectadores en FilmAffinity y en —nuestro siempre— Twitter, ahora X, donde los comentarios extraídos anteriormente son de los más benevolentes que se pueden encontrar. Aquí, cada usuario tiene plena libertad para dar rienda suelta durante unos minutos al crítico de cine (de música, de arte, de gastronomía...) que todos llevamos dentro. La cuestión es opinar, y cuanto más incendiario sea el tema a tratar, mucho mejor.

Y lo cierto es que el debate que se ha ido generando alrededor de esta película siempre ha sido uno de los temas más candentes y golosos en las redes sociales (y en las barras de los bares). Dos bandos, como suele ocurrir en todo lo relacionado con la figura de su director, que difícilmente entiende de tonos grises, algo perfectamente razonable teniendo en cuenta el frenetismo y la intensidad de la cinta y del autor. Sin embargo, y aunque generalmente los usuarios tienen muy claras sus convicciones acerca del film, no es nada fácil posicionarse. Incluso sería perfectamente entendible que se llegara a incurrir en ambas facciones.

La culpa de esto puede que la tengan el excelente guion, perfectamente orquestado, donde nada de lo que sucede, ni el detalle más nimio, es casual; la sencilla pero sublime utilización de los planos; las sobresalientes actuaciones de sus actores, donde destaca un muy secundario pero vital Harvey Keitel en su papel de Winston Wolfe, el mítico solucionador de problemas; y el constante juego de los espacios y el tiempo desde el inicio hasta el final. Todo ello, posiblemente, es lo que ha hecho que esta película se mantenga en el imaginario colectivo como una de las mejores del nuevo siglo, y, probablemente, la más icónica de los años 90.

La originalidad de 'Pulp Fiction' y Tarantino

Pulp Fiction fue el segundo largometraje del cineasta y supuso un punto de inflexión en la manera que entonces se tenía de hacer y entender el cine —o eso dicen—. Con ella, Quentin Tarantino definió una línea de trabajo, que más tarde desarrollaría hasta culminar con Malditos Bastardos, que también acabó siendo un antes y un después en su modo de hacer cine, y demostró ser todo un genio de la gran pantalla, algo totalmente incuestionable. Lo que sí se puso en duda, o muchos entonces fans que pasaron a declararse más bien detractores pusieron en duda, fue la originalidad de su modus operandi.

“¿Alguna vez ha hecho Quentin Tarantino una película?”, es una —otra— de las críticas más duras que se suma a la infinita lista de reseñas que se pueden leer en FilmAffinity acerca de la película, y que hoy día sigue engordando con cada nuevo visionado. Porque sí, aunque cueste creerlo —admitirlo—, no todo lo creado por Tarantino ha sido fruto de su propia cosecha. O, al menos, esa es la conclusión a la que han llegado muchos cinéfilos, críticos —de los de verdad— y expertos en la materia.

Muchos opinan que el cineasta de Knoxville, que debutara a lo grande con Reservoir Dogs (impresionante ópera prima de bajo presupuesto en la que un grupo de hombres trajeados atracaba sin éxito una joyería al son de la George Baker Selection, y considerada por algunos muy por encima de la que nos ocupa, y razón no les falta), no es sino un excelente replicador. 

Echamos la vista atrás, cuando Quentin Tarantino despachaba en un videoclub de barrio, y no resulta complicado adivinar que ahí, entre las estanterías de cine bélico y las de Godard, comenzara a germinar algo en la cabeza del que después sería el director de Kill Bill.

Una gran amalgama de ficciones, de antes y de entonces, nutrían a Tarantino y dieron lugar a lo que después sería contemplado como cine de culto: Pulp Fiction. Historias donde los personajes extremos —en todo— al margen —de todo— de la ley, la sangre, la violencia, el humor, la banda sonora y sus diálogos, que siempre invitan a la reflexión aunque no haya nada que reflexionar, brillan más si cabe en sus casi siempre perfectos planos aislados, donde cada uno funciona de una manera.

Aquí, Tarantino los exprime al máximo, como vemos en la escena de la sobredosis de Mia Wallace, el eterno cliché de juventud (también la película) que ha sabido copar durante años noches de Halloween y febreros de Carnaval, y también el personaje que verdaderamente ha trascendido. 

Por eso, otros muchos seguidores acérrimos ponen el grito en el cielo cuando comprueban que ese icónico look no fue el primero, el original, sino que estaba inspirado realmente en la protagonista de Vivir su vida, de Jean-Luc Godard. Es por eso que las películas de Tarantino, especialmente Pulp Fiction, son para muchos un conjunto de referencias empaquetadas con un marketing, muy particular, que hace las veces de adictivo videoclip.

Mia Wallace, interpretada por Uma Thurman, es uno de los personajes más icónicos de los 90.
Mia Wallace, interpretada por Uma Thurman, es uno de los personajes más icónicos de los 90.

Para otros, Tarantino sí es un autor que se apropia de elementos que, introducidos en su mundo, cobran un sentido diferente, puede que adverso, pero del mismo modo alzado como obra artística. Y es que su obra es la misma: despreocupada, contundente y siempre con sello reconocible. Provocación con poco fondo a ojos de unos, y creación ante la mirada de otros. 

Y esperar lo contrario resulta imposible, incluso habría sido algo decepcionante, ya saben, que un gran amante del cine y exdependiente de un videoclub que sueña con ser director no proyectara en sus ideas las influencias de los grandes referentes de su vida. Por eso, convenza más o menos, lo que está claro es que en el eterno a favor o en contra de Pulp Fiction no hay tutía. O la amas o la odias, pero no hay Suiza que valga en este debate.

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