La otra Disney de 'Popeye' y 'TRON': qué puede aprender la compañía centenaria de su época más oscura

Mientras 'Wish: El poder de los deseos' celebra con nostalgia triunfalista el 100 cumpleaños del estudio, el libro 'La otra Disney Vol. 2: 1968-1989' nos recuerda su cara más difícil de asimilar.
'TRON' (1982) y 'Popeye' (1980)
'TRON' (1982) y 'Popeye' (1980)
Cinemanía
'TRON' (1982) y 'Popeye' (1980)

El pasado 16 de octubre, The Walt Disney Company celebraba por todo lo alto su primer centenario de existencia. 

Icono intergeneracional e indivisible de cualquier entendimiento posible de la historia de la animación a nivel global, la empresa del entretenimiento llegaba a esta compleja meta habiendo cimentado con esmero su propio canon cinematográfico en nuestra mente. Uno que se iniciaba, en el mundo de la animación en largometrajes, con Blancanieves y los siete enanitos allá por el lejano 1937 y que nos trae hasta la actualidad con el estreno de Wish: El poder de los deseos. Pero hay mucho más.

Es precisamente sobre ese “mucho más” que el crítico cultural Alberto Corona lleva investigando casi un lustro. Desde el lanzamiento de su anterior La otra Disney Vol. 1: 1946-1967 (Applehead Team, 2020), ya pudimos comprender a qué ''otra Disney'' se refería: aquella de producciones de imagen real que nacían siempre a la sombra de sus clásicos animados, incluso aunque supusieran en muchísimas ocasiones la mayor parte de su calendario de estrenos anuales y también la fuente de la mayoría de sus ingresos.

Un canon cinematográfico paralelo y casi por descubrir por el que muy a menudo se ha pasado por encima, que comienza en 1946 con la infame Canción del sur y que nos trae hasta 2023 con títulos como Indiana Jones y el dial del destino o la nueva Mansión encantada. ¿Una Disney olvidada, quizás? Me reúno con el propio Corona con motivo de este mismo artículo para preguntarle al respecto.

“A Walt Disney lo que le apasionaba era la animación; así que es lo que se ha esforzado por que recordemos con el paso de los años, por encima de otros trabajos que tuviese que hacer económicamente. A la empresa Disney una cosa que le caracteriza como major es que siempre ha tenido un control perfecto de su propia narrativa”, afirma Corona. 

“Es algo que supieron trabajar incluso ya después de morir Walt. Como resultado ahí tenemos películas tan definitorias como Al encuentro de Mr. Banks (2013), una cinta que manipula la historia de forma totalmente capciosa para llegar a la conclusión de que la creación, la pura génesis de Mary Poppins (1964), ya es de por sí muestra definitiva de por qué Disney es esa empresa tan adorable y tan importante para todos nosotros”.

Tom Hanks y Emma Thompson en 'Al encuentro de Mr. Banks'
Tom Hanks y Emma Thompson en 'Al encuentro de Mr. Banks'
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Precisamente es la muerte repentina de Walt en 1966 y el paso inmediato del poder supremo a su hermano Roy O. Disney lo que sirvió de final evidente del primer volumen de Corona allá por 2020, y por tanto no podía ser de otro modo: es también lo que da comienzo al recién lanzado La otra Disney Vol. 2: 1968-1989 (Applehead Team, 2023).

Etapa de cambios y dudas

Con la muerte del soberano patrón, la empresa se encuentra totalmente perdida en cuanto a qué camino seguir. Es un momento además de crisis absoluta para el Hollywood clásico. Esto podría entenderse como una ausencia aún mayor de referentes… pero lo cierto es que, en general, lo que había estado haciendo Walt hasta ese momento en sus oficinas no se parecía necesariamente a ninguna otra cosa que se hiciese en otro sitio.

“Lo que tiene Walt desde el principio son unos fetiches y unos traumas personales muy concretos, que no teme volcar en el cine infantil o familiar que está llevando a las pantallas. Entonces, de ese modo, lo que está es marcando qué vamos a entender como cine familiar estadounidense ya para siempre: unos relatos donde por ejemplo el terror o la violencia pueden estar presentes pero cualquier pulsión sexual no, de ningún modo”, dice Corona.

Imagen de 'La bruja novata' (1971)
Imagen de 'La bruja novata' (1971)
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Es decir, que los cambios estructurales cinematográficos que va a traer en los setenta el Nuevo Hollywood apenas van a afectarles, encerrados tranquilamente en su claustro. Al menos, no de momento. La década de los setenta, por lo tanto, se ve afectada todavía por el fantasma de Walt, con una empresa que teme salirse del camino establecido y se conforma con repetir mecánicas que ya habían funcionado con anterioridad. Arrastrando un pasado que se antojaba mucho más glorioso que lo que estuviese por venir.

Y se puede decir que se trató de una profecía autocumplida. Aunque de esta primera década sin el jefe original son grandes hallazgos reconocidos posteriormente como La bruja novata (1971) o éxitos descomunales de taquilla ya entonces, como el inicio de la saga de Herbie con Ahí va ese bólido (1968) o la modélica Viernes loco (1976), lo cierto es que poco más ha quedado en el imaginario colectivo actual.

¿Se acabaron las ideas?

Incluso sus celebradas producciones animadas, con títulos de la talla de Los aristogatos (1970), Robin Hood (1973) o  Los rescatadores (1977), parecen palidecer en el recuerdo ante cualquier otra producción previa a 1967 o inmediatamente posterior a 1989, año que marca el Renacimiento en los noventa del Disney animado con el estreno de La sirenita.

Ni Kevin Costner, ni Russell Crowe, ni siquiera Errol Flynn; nuestro Robbin Hood de referencia es este animado. Disney recreó la leyenda del guardián del Bosque de Sherwood con animales antropomórficos y canciones pegadizas.
Ni Kevin Costner, ni Russell Crowe, ni siquiera Errol Flynn; nuestro Robbin Hood de referencia es este animado. 
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¿Realmente se habían acabado las ideas? ¿Se habían ido junto con Walt? ¿Tenía sentido seguir haciendo películas? Quizás este pensamiento ahora pueda parecer tremendista. La Disney de 2023 es una muy diferente, claro, una que ha abrazado desde hace décadas la compra masiva de propiedades intelectuales ajenas y que se ha consolidado definitivamente como el gran imperio del audiovisual que siempre quiso ser… gracias a la ayuda de Marvel Studios, Lucasfilm y 21st Century Fox.

Aunque, posiblemente, no se encuentre tan lejos de esa época oscura situada entre 1968 y 1989: de 2023 han sido importantes decepciones en taquilla como Ant-Man y la Avispa: Quantumanía e incluso sonoros batacazos como Indiana Jones y el dial del destino, Mansión encantada o The Marvels.

Pero ojo, esto no significa que la historia se vaya a repetir en todo. “Más allá de una nueva crisis de imaginarios, que es lo que está viviendo todo Hollywood de nuevo ahora, y esto no solo es cosa de Disney, lo que nos encontramos con el Ratón es una empresa ya tan robusta que, por muchos fallos que encadene, es complicado imaginar que lleguen a un punto de hecatombe como el que relato en el libro, uno que da pie irónicamente a una libertad tan absoluta para crear lo que sea”.

Corona se refiere con esto a la tumultuosa década de los ochenta, quizás la más extraña y “rompedora” (dentro de sus posibilidades) de la empresa hasta el momento. Y como muestra, un botón: durante este período se hicieron propuestas tan interesantes y alejadas de previas ataduras propias como El abismo negro (1979), Popeye (1980), El dragón del lago de fuego (1981), TRON (1982) y Oz, un mundo fantástico (1985).

Llegan los ochenta, llega la locura Disney

“Hay películas previas [a El abismo negro] que me gustan mucho, como Viernes loco o La bruja novata; pero lo que pasa en los ochenta con Disney es una cosa verdaderamente interesante de analizar. Ocurre que en esta década el blockbuster se perfecciona, después de lo que fueron Tiburón y La guerra de las galaxias en los setenta. En los ochenta, el blockbuster se convierte en lo que conocemos hoy en día como tal: en tanto a las franquicias, en tanto a un sistema de producción muy acotado…”

Imagen de 'El dragón del lago de fuego' (1981)
Imagen de 'El dragón del lago de fuego' (1981)
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Es decir, que tras unos años setenta en los que estuvieron durmiendo en los laureles, Disney por fin se decidió a responder de una vez a los cambios de fuera como última medida para no irse a pique. A fin de cuentas, ¿realmente estaban tan lejos de ese barbudo George Lucas que quería forrarse vendiendo merchandising de una galaxia muy, muy lejana?

“Disney reacciona a esta consolidación del blockbuster probando cosas y haciendo experimentos, porque la empresa está muy descabezada. A un nivel personal de análisis eso lo he disfrutado un montón, porque lo que me estaba encontrando es que hasta pelis que no me gustaban nada, como la Popeye de Robert Altman o El dragón del lago de fuego, eran interesantísimas para analizar la coyuntura, descubrir cómo se hicieron, qué significan para la propia Disney…”

¿El secreto de estos logros? Estar buscando constantemente algo nuevo. “La propia Popeye, que es una película que me parece terrible en su ejecución, la ves y ahí tienes toda una corriente posible pero no usada para adaptar el cómic al cine de imagen real. Bueno, entre comillas lo de no usada: es complicado ver la Popeye de 1980 y no pensar en La gran aventura de Mortadelo y Filemón de Javier Fesser”.

'TRON': ¿un milagro irrepetible?

De entre todos los ejemplos que abarca el nuevo volumen, quizás el más sintomático de todos ellos sea TRON, por cómo muestra hasta qué punto la Disney de los ochenta estaba dispuesta a experimentar. La película de Steven Lisberger surge de un contexto muy concreto, que permitió que un grupo de informáticos sin apenas experiencia en el mundo del cine se encargase de la película de imagen real más ambiciosa para Disney en la década.

La confianza en que los videojuegos (y el software libre) cambiarían la sociedad llevó a que un chiflado llamado Steven Lisberger convenciera a la desorientada Disney de producirle una película extrañísima. Y 'TRON' se convirtió en un clásico, con imágenes y efectos visuales que nadie había visto entonces.
'TRON' se convirtió en un clásico, con imágenes y efectos visuales que nadie había visto entonces.
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El propio Corona reconoce que TRON no le parecía gran cosa sin saber mucho de todo lo que la rodeaba, pero que descubrirlo le ha hecho valorarla como se merece: “Cuando revisé TRON para el libro, ya estaba más al tanto que antes de lo que se iba cociendo a nivel de tecnología y del zeitgeist digital en los ochenta. En ese sentido, sabiendo un poco más sobre el origen puro de los videojuegos, sí que descubro que es una película tremendamente jugosa al mostrar un ecosistema social: las máquinas recreativas, la promesa de una realidad virtual… todo eso está aquí empezando y ya está en TRON, desde el principio". 

"Además TRON surge en 1982, cuando la ciencia ficción llega a lo más alto con otras dos obras catedralicias que son La cosa y Blade Runner; prometiendo incluso junto con esta última el subgénero ciberpunk que luego se consolidará con la publicación del Neuromante de William Gibson en 1984”, recuerda.

¿Su obra favorita de este segundo volumen? Sí, aunque siempre acompañada de la más canónica Cariño, he encogido a los niños (1989), que pone fin a la cronología: “Es una película que me gustaba mucho de pequeño y que, con la visión crítica actual, lo que he descubierto es que encima es una película magnífica a muchos niveles. Básicamente lo que te dice es que, como niño, todo lo que te rodea en tu día a día puede ser una aventura. Te coloca en esa tesitura, y lo hace de una forma literal”.

¿Otra Disney no es posible?

Pero entonces… ¿no hay “otra Disney” después de 1989? Él lo tiene claro, pues no va a haber un tercer volumen: “Lo que ocurre al llegar los noventa es que la Unión Soviética ya ha caído, el capitalismo ha ganado. Entonces entre eso y la consolidación del blockbuster, la cultura de masas se magnifica. Es muy complicado ya hablar de otras Disneys porque todas son la misma Disney. ¿Es más Disney un clásico animado como Mundo extraño (2022) que por ejemplo una cualquiera de Marvel?”. 

Desde luego sería complicado seguir sosteniendo que “Disney principal” seguía siendo la animada cuando sacaban a la vez Hermano oso y Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra en 2003, incluso aunque ahora nos encontremos en una situación mucho mejor de sus producciones animadas con logros como Enredados, Frozen o Vaiana.

Pero, sobre todo, el verdadero motivo es que todo ha cambiado. Y es que no, Corona no cree posible que una rara avis como la primera TRON pudiese tener lugar en el panorama actual: “Yo creo que no, pero además no solo por culpa de Disney, sino en general por el entorno que hay ahora mismo. El cine de evasión es bastante más estatista que cuando se estaba formando, porque su producción ya ha entrado desde hace décadas en una estandarización de la que es muy difícil salir desde dentro una vez funciona la rueda". 

"Estamos en una situación de implosión en Hollywood muy similar a la de los sesenta, y de esa solo se consiguió salir con la aparición de estas figuras de directores-autores jóvenes que vienen a darle la vuelta a lo que está establecido en el cine comercial para crear algo nuevo. Ahora puede pasar eso mismo o puede pasar algo diferente, pero si no… es muy complicado que por voluntad propia tantos entramados salgan de un entorno estandarizado y franquiciado que les resulta familiar, por muchos fracasos que puedan encadenar. No les sale rentable”, concluye.

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