Final explicado de 'Oppenheimer', la película más angustiosa de Christopher Nolan

Es un biopic de J. Robert Oppenheimer, y las consecuencias de lo contado nos rodean.
'Oppenheimer'
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Universal
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Christopher Nolan compara el final de Oppenheimer con el de una de sus películas más aclamadas, Origen. Por extraño que resulte: mientras que Origen es una enrevesada película de ciencia ficción onírica, Oppenheimer es un detallado biopic de tres horas dedicado a J. Robert Oppenheimer, considerado el padre de la bomba atómica. “Oppenheimer tiene un final complicado. Sentimientos complicados”, dice Nolan sobre el film que acaba de estrenarse y protagoniza Cillian Murphy.

Origen, recordemos, terminaba con un final feliz para Dom Cobb (Leonardo DiCaprio), si bien los últimos segundos instauraban la sospecha de que el personaje aún no hubiera abandonado el mundo de los sueños, poniendo en duda si eso era la realidad. “Puede haber una visión nihilista de ese final, aunque por otra parte Cobb ha seguido adelante y está con sus hijos. La ambigüedad no es emocional. Es una ambigüedad intelectual para el público”, sostiene Nolan. Es la misma ambigüedad que quiere practicar en Oppenheimer al parecer.

De este film Nolan ha asegurado también que “algunas personas lo terminan absolutamente destrozadas”. La película indaga en qué estuvo detrás del lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial, y de cómo se hubo de sentir Oppenheimer al respecto. Como son todos hechos reales no debería haber ambigüedad alguna, así que examinemos a qué se refiere Nolan.

Lo que cuenta 'Oppenheimer'

Oppenheimer se divide en dos líneas temporales, como tanto le gusta a Nolan. Aquí además, estilo Memento, tenemos una en blanco y negro y otra en color. Resumiéndolo sobremanera, la parte a color cuenta las vivencias del personaje de Murphy experimentadas directamente por él antes de que EE.UU. decidiese bombardear Japón. La parte en blanco y negro se ambienta después, aunque no de forma exactamente lineal, y narra tanto las reacciones inmediatas al genocidio como una operación de desprestigio contra Oppenheimer.

Dicha operación se sustenta en el pasado comunista del científico y en sus vínculos con simpatizantes del movimiento, así como en la sospecha de que hubo un espía de la Unión Soviética infiltrado en el Proyecto Manhattan. Por otro lado, y esto es algo que descubrimos hacia el final de la película, se termina revelando que el principal impulsor de la campaña es Lewis Strauss, interpretado por Robert Downey Jr. Lo primero que supimos de Strauss es que fue él quien contrató a Oppenheimer como profesor de Física en el Instituto para el Estudio Avanzado de Princeton, con lo que el giro sorprende bastante.

Einstein y Oppenheimer se conocen en la nueva película de Nolan
Einstein y Oppenheimer se conocen en la nueva película de Nolan
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¿Qué tiene Strauss contra del padre de la bomba atómica, que cuando fue contratado por él a finales de los 40 ya era una leyenda nacional? Lo intuimos rápidamente en los primeros minutos del film: según llega a Princeton Oppenheimer se topa con Albert Einstein (encarnado por Tom Conti), y tienen una conversación en el campus. Strauss asiste a parte de la conversación desde lejos, sin poder escucharles. Cuando acude a saludar, Einstein se aparta y se marcha sin mediar palabra con Strauss.

El personaje de Downey Jr. cree entonces que Oppenheimer ha dicho algo malo, de forma que Einstein haya desarrollado una repentina antipatía por él. Esto le atormenta, y el odio por Oppenheimer se consolida luego de una humillación pública que, cuando se nos detalla por primera vez, supuestamente Strauss no se había tomado en serio. Pero sí lo había hecho así que tiempo después, en 1953, logra que acusen a Oppenheimer de comunista en el marco de la caza de brujas del senador McCarthy.

Esta caza de brujas logra revocarle la credencial de seguridad a Oppenheimer y ensuciar su nombre. Tampoco es que Strauss salga muy bien parado de esta campaña, pero lo que ha de importarnos ahora es que hacia el final, cuando se nos revela que todo formaba parte de su plan para vengarse de Oppenheimer por lo que fuera que le dijo a Einstein, el personaje de Rami Malek le propone una inquietante posibilidad: ¿y si Oppenheimer y Einstein no estaban hablando de él aquel día en Princeton? ¿Y si Strauss no es tan importante como se cree?

Fotograma de 'Oppenheimer'
Fotograma de 'Oppenheimer'
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Lo que podemos deducir del final de 'Oppenheimer'

Entonces volvemos a la conversación de Oppenheimer y Einstein, y escuchamos por fin qué se estaban diciendo. Se nos recuerda entonces cuando, ya sumido en la fabricación de la bomba en Los Álamos, Oppenheimer atisbó con su equipo una inquietante posibilidad: que el artefacto pudiera crear el calor suficiente como para despertar una reacción en cadena masiva e incendiara la atmósfera al estallar. De ser así, lo que estaban desarrollando podría destruir el mundo por completo, y Oppenheimer acudió al famoso físico a pedirle consejo.

Einstein dedujo que aquella era una posibilidad muy remota, con lo que el Proyecto Manhattan siguió adelante. Salto en el tiempo a después de la Segunda Guerra Mundial: Oppenheimer ya es “la muerte, el destructor de mundos”, e intenta disimular frente a los medios que no siente una atroz culpabilidad por lo que ha hecho. Recién nombrado profesor, habla con esta eminencia, y le pregunta si se acuerda de aquella vez que le preguntó por las posibles consecuencias de la bomba.

'Oppenheimer'
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Acordaron que no era probable que la bomba destruyera el mundo, pero entonces Oppenheimer pregunta “¿y si al final sí lo destruimos después de todo?”. Oppenheimer concluye entonces con un angustioso montaje de las explosiones nucleares vistas desde la atmósfera, recreando el tormento interior de Oppenheimer y su sospecha de que ha condenado a la humanidad. Con lo que aquí volvemos a la “ambigüedad intelectual” de la que Nolan hablaba con respecto al desenlace de Origen. Oppenheimer cree que su bomba ha desatado el apocalipsis.

Y hace que nos preguntemos si, bueno, es cierto eso o una exageración. Es un final muy estimulante porque Oppenheimer y Nolan nos proponen reflexionar sobre las consecuencias de Hiroshima y Nagasaki, y en torno a esta reflexión es inevitable acudir al miedo atómico y a la Guerra Fría que duró varias décadas: también a los posibles efectos a largo plazo de esta contienda global, atendiendo a la evolución de EE.UU., de la Unión Soviética convertida en Rusia, de la OTAN y los conflictos actuales, marcados igualmente por una polarización en el mapa geopolítico.

El de Oppenheimer es un final abierto a las interpretaciones, pues, pero esas interpretaciones son inseparables de nuestro inquietante presente. 

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