La diversidad en Marvel: los malabares del estudio con la representación en el cine de superhéroes

El estudio sigue manteniendo un equilibrio inestable con la presencia de gente racializada, mujeres y minorías.
Chadwick Boseman como Black Panther
Chadwick Boseman como Black Panther
Alberto Corona
Chadwick Boseman como Black Panther

“Nadie se dará cuenta: todos los negros son iguales”. La cita, además de apócrifa, es desagradable de narices, pero también resulta verosímil y, ahora que Black Panther: Wakanda Forever está a punto de estrenarse, conviene recordarla. Un reportaje de Vanity Fair se la atribuyó a Ike Perlmutter (antiguo accionista mayoritario de Marvel y CEO de la compañía entre 2005 y 2015), quien habría justificado así la sustitución de Terrence Howard por Don Cheadle a la altura de Iron Man 2 (2010).

Más allá de lo que estas palabras dieran a entender sobre el carácter de Perlmutter, un señor bastante odioso según los testimonios disponibles, también apuntaban a un hecho cierto e inquietante sobre la Casa de las Ideas y su concepto de las relaciones públicas. 

Porque, según este razonamiento, James ‘Máquina de Guerra’ Rhodes (el amigo de Tony Stark – interpretado primero por Howard y después por Cheadle) apenas tenía importancia más que por su color de piel, y su figura en aquel MCU naciente ocupaba la función del ‘token’, la presencia testimonial destinada a evitar las acusaciones de racismo hacia un reparto casi exclusivamente caucásico.

Pero, con el tiempo, esta situación ha cambiado, hasta el punto de haber puesto nerviosos a los de siempre: desde las autoridades en China y las monarquías del Golfo hasta esas voces siempre con la palabra “woke” a flor de labios, pocos elementos potencialmente hostiles no han perdido el oremus ante películas como Eternals (Chloé Zhao, 2021) o series como Ms. Marvel (2022), ‘culpables’ de haber mostrado personajes cuyo tono de piel era demasiado oscuro o cuya sexualidad era diferente de la hetero, entre otras cosas.

El punto de no retorno en este cambio es fácil de identificar: se trata de Black Panther (Ryan Coogler, 2018), filme que se convirtió en éxito mundial (y en la única película del MCU con siete nominaciones a los Oscar, incluyendo mejor película) gracias a la habilidad del estudio para destacar el hecho de que tanto su reparto como su equipo eran mayoritariamente de origen afro.

En aquel momento, Marvel demostró que enarbolar la bandera de la inclusión puede salir rentable, una estrategia que desarrolló en su ‘Fase 4’ con títulos como la propia Eternals o Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos (también de 2021). Pero también hubo voces críticas hacia este alarde, algunas dentro del estudio.

“Si solo contratas a gente negra para la película sobre gente negra, ¿estás diciendo que no son lo suficientemente buenos para las pelis en las que los blancos son mayoría?”, se quejó Anthony Mackie (el intérprete de Sam Wilson, alias 'Halcón') en 2021, señalando que los siete filmes de la Casa de las Ideas en los que él había trabajado hasta entonces, incluyendo los hitos Infinity War y Endgame, habían presentado un panorama muchísimo más pálido.

La cuestión planteada por Mackie nos recuerda que las políticas identitarias en Hollywood siguen siendo una pequeña gran pesadilla, con los estudios haciendo equilibrios entre su apego a un statu quo discriminatorio (según un estudio de UCLA fechado en 2022, el 69% de los directores y el 67% de los guionistas activos en la Meca del cine son blancos; las presencias femenina y LGTB en la industria siguen siendo, por su parte, escuálidas) y la necesidad comercial de adaptarse al signo de los tiempos. 

Unos tiempos, conviene precisar, en los que una cuota de representación mal adjudicada (véanse los casos de la serie Iron Fist, acusada de apropiación cultural en 2017, o de Tilda Swinton interpretando a un personaje originalmente asiático en Doctor Strange, 2016) puede despertar tanto amenazas de boicot como las reacciones ofendidas del fandom de derechas.

En el caso particular de Marvel, además, se suman factores adicionales: el empeño por mantener abierto el mercado chino (la Casa de las Ideas siempre está dispuesta a cortar escenas para ganarse a los censores del País del Centro, que últimamente se la tienen jurada) convive con muestras de virtue signaling tales que su ambición de convertir un filme tan normalito como Capitana Marvel (Anna Boden, Ryan Fleck, 2019) en hito feminista apoyándose en el protagonismo de Brie Larson.

El personaje de Larson, recordemos, fue una de las figuras más destacadas en ese momento de Vengadores: Endgame (hermanos Russo, 2019) que nos hizo venirnos arriba mostrando a las heroínas de la escudería en toda su gloria hasta que arrugamos la nariz pensando que tanto énfasis debía tener truco. Todo esto, mientras los latinos Zoe Saldaña y Dave Bautista encarnaban a dos de los personajes más carismáticos de la saga Guardianes de la galaxia con la piel teñida de verde.

Iman Vellani en 'Ms. Marvel'.
Iman Vellani en 'Ms. Marvel'.
Marvel

Este sindiós se entiende mejor recordando que los filmes del MCU son los herederos de unos cómics que evolucionaron durante décadas. Los personajes racializados y/o femeninos (no digamos ya LGTB) de la editorial debutaron envueltos en aspectos que hoy resultarían problemáticos, acechados por la controversia y, muchas veces, bajo el fuego cruzado de la batalla entre artistas que querían ampliar su paleta y editores empeñados en dejar las cosas como estaban.

El ejemplo primigenio de todo esto ocurrió en 1966, con Jack Kirby empeñado en crear a un superhéroe negro (“Tenía un montón de lectores negros, mis primeros amigos habían sido negros, y ahí estaba yo, dibujando solo personajes blancos”) mientras a Stan Lee le entraba jindama pensando que el personaje de marras, llamado Black Panther, haría que el Ku Klux Klan y sus adláteres pusieran precio a su cabeza.

Antecedentes como este pueden volver más valioso el hecho de que la Valquiria de Tessa Thompson (una aventurera negra, lesbiana y con raíces, para escándalo de algunos, en la mitología nórdica) se lleve algunas de las mejores escenas de Thor: Love and Thunder (Taika Waititi, 2022) o que Iman Vellani enamore al público en Ms. Marvel como Kamala Khan, heroína musulmana, asiática y friqui que podría liderar el próximo supergrupo juvenil del estudio.

Pero no olvidemos que, si bien la edad dorada de Marvel en papel fue un glorioso caos, su presente audiovisual evoluciona bajo la mirada de los dioses del marketing y se mueve por el campo de minas de las redes sociales: ejemplos como el de esa América Chávez (Xochitl Gómez) tan desaprovechada en Doctor Strange y el multiverso de la locura (Sam Raimi, 2022) nos recuerdan que entre la creación de iconos y la mera incorporación de cuotas hay, a veces, muy poca diferencia. 

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