Jasmila Zbanic: "Quo vadis, Aida?' está dedicada a todas las mujeres que siguen buscando los cadáveres de sus hijos"

Hablamos con la bosnia Jasmila Zbanic, que optó al Oscar por llevar al cine la mayor masacre perpetrada en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Quo Vadis, Aida?
Quo Vadis, Aida?
Cinemanía
Quo Vadis, Aida?

Semana masacre. El mismo día llegan a los cines Ven y mira (1985), el clásico restaurado de Elem Klimov sobre la guerra de exterminio llevada a cabo por los nazis en Bielorrusia, antesala del resto de la URSS, y la nueva película de Jasmila Zbanic (Grbavica, En el camino), que por primera vez aborda para la gran pantalla la masacre de Srebrenica, acontecida en plena Guerra de Bosnia, en julio de 1995, cuando más de 8000 bosnios musulmanes perecieron a manos de las tropas serbias de Bosnia (VRS), comandadas por el criminal de guerra Ratko Mladić.

Para situarnos, recordaremos que Yugoslavia era “una, grande y libre”, así entre comillas irónicas, hasta que, con la caída del muro, se fragmentó en media docena de repúblicas discordantes, sacudidas por tensiones nacionalistas, y atravesadas por odios milenarios de naturaleza étnica y religiosa. De todas las guerras yugoslavas, la de Bosnia fue la más sangrienta, con 250.000 civiles muertos, y de todas las masacres que se llevaron a cabo en ella la de Srebrenica fue la peor.

Y sin embargo, la ciudad de Srebrenica permanece bajo control serbio. Es decir, las familias de las víctimas continúan sometidas a los verdugos de estas, pues a partir de los acuerdos de Dayton, que pusieron fin a la guerra de Bosnia, la nueva república se dividió a su vez en dos zonas, la federación de Bosnia y Herzegovina y la República Serbia. Sarajevo está en zona bosnia, pero colindando con la serbia.

25 años después del genocidio, en la zona serbia –Srebrenica incluida–, el negacionismo campa a sus anchas, cosa que hace de Quo vadis, Aida?, además de una subyugante experiencia inmersiva, una “película realmente necesaria”, que trasciende lo puramente cinematográfico, y se convierte en un acontecimiento histórico, destinado a cambiar la vida, o al menos la manera de pensar, de muchas personas.

En la película, Zbanic aborda la masacre de manera oblicua y a través de la agitada jornada de una antigua maestra, Aida (Jasna Djuricic), que trabaja como intérprete para los inoperantes cascos azules holandeses, mientras trata de salvar a su propia familia. Con Quo vadis, Aida? contemplamos lo micro y lo macro en un mismo plano, y luego nos conectamos vía Zoom con la intrépida directora, para que nos cuente cómo se fraguó la primera película sobre una masacre que no debería quedar silenciada.

¿Ha tenido problemas para distribuir la película en su propio país?

Sí, por supuesto, la gente la ha visto a través de una plataforma de VOD, que nos ha permitido saltarnos la censura serbia. Y no sólo eso: el otro día me pasaron un guion para ver si queríamos participar con productora [Deblokada, fundada junto a Damir Ibrahimovic en 1997]. Pero luego se echaron atrás, y nos tuvimos que salir del proyecto, porque dijeron que, si nos implicábamos, la película nunca iba a recibir dinero del gobierno serbio.

Si no ha tenido el apoyo de su gobierno, ¿cómo consiguió llegar a estar entre las cinco nominadas al Oscar a la mejor película internacional?

Fue una campaña muy de guerrilla. En efecto, no tuvimos ni un euro de apoyo de nuestro país, y tampoco teníamos distribuidora en Estados Unidos. Pero escribí a todos nuestros amigos de América, pidiéndoles que a su vez mandaran la película a sus amigos. Todo muy underground, sin dinero y sin distribuidora. Pero ahí estuvimos.

De Sarajevo se fue a Estados Unidos. ¿Cómo es su relación con América?

No puede ser más amistosa, por lo que le acabo de contar. En Sarajevo no teníamos para comer, pero seguíamos yendo al cine y organizando festivales. Vinieron también muchos norteamericanos para apoyarnos, como Susan Sontag o el titiritero Peter Schumann, a los que tuve oportunidad de conocer, porque yo era estudiante de cine y teatro. 

Ya durante la guerra, Schumann me invitó a Estados Unidos, y me encantó, porque su compañía de marionetas se llamaba Bread and Puppet, como poniendo en un mismo plano la comida y el arte, algo que sintonizaba perfectamente con mi manera de ver las cosas en Sarajevo. 

Me enseñó que se puede mezclar arte y política sin perder calidad. Pasé seis meses en Estados Unidos, y eso me dio mucho valor para desarrollar mi propia visión, y a creer que el cine es un arte tan poderoso que puede cambiar la sociedad, y los sentimientos de la gente.

Jasmila Zbanic en el Festival de San Sebastián de 2013.
Jasmila Zbanic en el Festival de San Sebastián de 2013.
GTRES

En la película vemos los movimientos que llevan la masacre, pero no la masacre en sí misma. ¿Por qué apostó por el fuera de campo?

Hay muchas madres que todavía no han encontrado los cadáveres de sus hijos, y mostrar cómo los mataban me hubiese parecido una falta de respeto, no lo hubiese sabido gestionar. Ahí murieron más de 8000 personas, y muchos de sus familiares iban a ver la película. Está, eso sí, esa escena en la que vemos una mujer asesinada, con la comida en el fuego, mientras los soldados saquean su casa. 

Para mí, la guerra es exactamente eso, siempre hay motivos económicos. Como diría Hannah Arendt, es la banalidad del mal en acción. Y además tengo la idea de que el público es inteligente y creativo, de que pueden imaginar lo que sucedió con imágenes mucho más brutales que cualquier cosa que me pueda inventar. Sus propios miedos las crearán por mí.

Ya sabe que el hombre es guerrero y la mujer cuidadora. Aunque seguimos evolucionando, todavía arrastramos aquello de jugar a la guerra de pequeños. ¿La guerra es cosa de hombres?

Yo he vivido la guerra en Sarajevo, y para mí no hay nada sexy en un tanque, sólo es una máquina de matar. No le veo ningún atractivo a la guerra. Pero es verdad que mis amigos-hombres no ven las cosas de la misma manera. Nos prestaron un tanque para un día de rodaje, y los chicos del equipo se volvieron literalmente locos, como si tuvieran un juguete gigante. Estaban extasiados. Y eso son miles de años de herencia que tenemos que corregir.

Es increíble que, después de lo que sucedió, Srebrenica siga bajo dominio serbio. Imagino que por eso hace que Aida regrese a la que fue su casa, ¿no?

Sí, y tampoco quería acabar la película con los asesinatos. En todo momento supe que ella tenía que volver, porque lo que ocurrió después también fue horrible. Quería decir que la guerra no termina con un tratado de paz, que hay tanto trauma, tanto dolor, que todavía pervive 20 años después de todo aquello, y eso era algo que también quería mostrar.

¿Por qué el título hace referencia a la Biblia?

Estaba la idea de retorno, de volver al lugar del crimen, y así me vino aquella vieja historia de la Biblia, porque, para mí, todas esas mujeres que han perdido a sus hijos en la guerra son auténticas santas. Han vuelto al lugar sin clamar venganza, sino por amor, por verdad, por justicia. Y eso es algo que está más allá de todo. 

Me gustaba además la idea de que todos, ya seamos musulmanes o cristianos, somos seres humanos. Al ser mis protagonistas musulmanes, la referencia a la Biblia me parecía todavía más adecuada, por eso de que somos todos lo mismo.

¿Qué le parece En tierra de nadie, con la que Danis Tanovic obtuvo el Oscar?

Me gusta mucho En tierra de nadie, y el cine de Danis Tanovic en general. Cuando ganó el Oscar me sentí muy orgullosa, fue bueno para Bosnia como nación, y significó un gran empujón para decirnos que podíamos seguir haciendo cine. El hecho de que, 20 años después, sigamos hablando de la misma guerra dice mucho de cómo la sociedad continúa afectada por ella, principalmente porque hay demasiadas fuerzas que no están interesadas en que la guerra termine.

¿Ha hecho la película para combatir el negacionismo?

Hice la película desde las entrañas, y no por alguna razón patriótica. Pero, al mismo tiempo, fui muy rigurosa en cuanto a los hechos, porque es verdad que hay mucho negacionismo en mi país. Hay mucho dinero invertido en negar lo que el Tribunal de La Haya calificó de genocidio. Antes de cada elecciones, la masacre de Srebrenica es manipulada por los partidos más derechistas, de modo que fui muy cuidadosa para ninguna facción política pudiera apropiarse de la película, asimilándola a su propia agenda.

¿A quién va dirigida la película?

A las nuevas generaciones, y por supuesto a todas esas madres que, todavía hoy en día, continúan buscando los cadáveres de sus hijos. Pero al hacerla pensé sobre todo en los más jóvenes, porque deberían sentirse libres de sus mayores, ya fueran víctimas o verdugos. 

Después de su paso por la Mostra de Venecia, organizamos un pase sólo para jóvenes, ya fueran bosnios o serbios, aunque sólo pudieron asistir cien personas por culpa del coronavirus. Pero les dije: “vosotros nacisteis después del genocidio, y no sois culpables de nada, y tampoco tenéis que consideraros víctimas por mucho que en vuestra familia hayan habido víctimas”.

En cualquier caso, no es una película nacionalista, ¿no? Del nacionalismo que sea.

No, hice la película para liberar a los jóvenes de las narrativas nacionalistas. Hay que salir de ese tipo de reduccionismos: si eres alemán, no quiere decir que seas nazi; si eres serbio, no quiere decir que querías que sucediera el genocidio. No, durante la guerra, muchos serbios estuvieron en contra de la guerra en Bosnia. Y sigue habiendo un montón de serbios en contra de todo esto. 

Después de aquella presentación, la gente se dio cuenta de que no era una película pensada para seguir alimentando las eternas luchas. Incluso hubo reacciones positivas en la parte serbia.

Imagino que también hubo reacciones negativas.

Por supuesto, hubo reacciones negativas entre los medios y políticos más de derechas, que criticaron la película sin haberla visto. El primer artículo salió cuando el estreno en la Mostra de Venecia, sin molestarse en enviar nadie ahí para verla. 

Y luego salieron dos conocidos criminales de guerra diciendo que era una película en contra de todos los serbios, como si estuviera pensada para culparlos a todos. Y yo les dije: “Vosotros, criminales de guerra, queréis traspasar vuestra culpa y vuestros asesinatos a los jóvenes, pero no: vosotros deberíais estar en la cárcel y las nuevas generaciones deberían sentirse libres de lo que habéis hecho”.

¿Cree que la película cambiará algunas miradas sobre lo que pasó realmente?

Sí. Me escribió por ejemplo una joven serbia para decirme que siempre había tenido la sensación de que el relato que se había intentado imponer hasta entonces no cuadraba, y que al ver la película lo había entendido todo. Para mí, eso ya es más que un Oscar, porque la película ha cambiado algo. Ha hecho que un corazón se abra.

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