Estrella del Hollywood dorado, líder de la Liga Antinazi: la actriz olvidada que ‘Titanic’ redescubrió a los 86 años

Aprovechamos el aniversario del estreno de la película en España para reivindicar a su estrella más desconocida
Gloria Stuart en 'Titanic'
Gloria Stuart en 'Titanic'
CINEMANIA
Gloria Stuart en 'Titanic'

Gloria Stuart fue redescubierta como actriz a los 86 años, gracias a su papel de versión anciana de Rose DeWitt (Kate Winslet) en la oscarizada Titanic (1997). El papel de superviviente del hundimiento de aquel transatlántico de lujo le valió un premio del sindicato de actores estadounidenses y una nominación al Oscar a la mejor actriz de reparto (perdió contra Kim Basinger). 

Sin embargo, muchos fanáticos de la película de James Cameron desconocen que Stuart llegó a ser una de las rubias más glamurosas de la época dorada de Hollywood.

Gloria Frances Stewart (la actriz acortó su apellido a Stuart porque pensaba “que sus seis letras cuadraban perfectamente en la marquesina de un cine con las seis letras” de su nombre) nació en la mesa de comedor de una casa en Santa Mónica, California, en julio de 1910. 

Empezó a actuar de niña, haciendo representaciones en el patio de su casa con los críos de su barrio, y se licenció en Filosofía por Berkeley, donde conoció a su primer marido, el escultor Gordon Newell.

Luego se instaló en la ciudad de Carmel, donde se unió a una comunidad bohemia conformada por gente como el fotógrafo Edward Weston o el periodista de investigación Lincoln Steffens. 

Tras pasar por pequeños teatros californianos, la actriz interpretó el papel de la depresiva Masha en un montaje de la obra La gaviota, del dramaturgo ruso Antón Chejov, presentado en el Pasadena Playhouse.

“La mañana después de mi estreno en La gaviota, firmé un contrato de siete años con Universal”, contaría luego Stuart, que en las mejores de sus primeras películas, se puso varias veces bajo las órdenes de James Whale, maestro del cine de terror. 

El callejón de las sombras
El callejón de las sombras
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En la clásica El caserón de las sombras (1932), la actriz se vio obligada a refugiarse junto a Boris Karloff, con quien no hizo buenas migas (y al que años más tarde describiría como un hombre “triste, arrogante y despreocupado”).

También fue el interés amoroso del cantante Dick Powell en el musical de Busby Berkeley Vampiresas de 1935 (1935), la novia de James Cagney en Aquí viene la armada (1934) —donde en varias escenas aparece a bordo de un buque de guerra que se hundió durante el ataque japonés a Pearl Harbor—, y la fiel esposa de Warner Baxter en Prisionero del odio (1936). 

En una entrevista en 1988, Stuart señaló que la única indicación que le dio el realizador John Ford durante el rodaje fue que llorara más fuerte cuando condenaban a perpetuidad a su marido médico.

Una revista de la época calificó a Stuart como una de las diez mujeres más bellas de Hollywood, pero ella era más que una cara bonita. De hecho, además de actriz, se convirtió en activista política luego de observar en el rodaje de Aquí viene la armada la dedicación de Cagney a la organización del sindicato de actores estadounidenses (Screen Actors Guild). 

“Yo no sabía nada de sindicatos”, confesó, “pero aquello sonaba muy bien, porque me levantaba a las cinco de la mañana, me maquillaba a las seis, trabajaba hasta las nueve o las diez de la noche y luego volvía al estudio a las seis de la mañana. Para las mujeres era mortal, no tanto para los hombres”.

La actriz también ayudó a organizar la Liga Antinazi de Hollywood (su marido era judío) y un comité de ayuda a los huérfanos españoles que dejó la Guerra Civil. Cuando Vittorio Mussolini visitó Hollywood como invitado del productor Hal Roach, Stuart y sus amigos, sabedores de que el hijo del dictador había dicho que cuando los italianos bombardeasen pueblos etíopes "la tierra se abriría como una rosa", protestaron publicando en varias revistas anuncios que le decían que no era bienvenido en su ciudad.

A finales de los años treinta, la californiana se hartó de luchar por intentar hacerse un hueco en el grupo de las actrices más valoradas, como también se cansó de las desalentadoras palabras de su segundo marido, el guionista Arthur Sheekman, empeñado en verla aparcar su carrera para poder dedicarse de lleno a su casa. 

“Pensé que no tenía futuro y busqué otras cosas que hacer”, explicó al respecto. “Era una actriz muy decepcionada y frustrada. Sentía que cada vez me daban peores papeles y que cada vez había menos interés en mis actuaciones, algo por lo que no los culpo. Estaba haciendo películas de serie B en Fox, así que simplemente renuncié”.

Gloria Stuart en 'Titanic' (1997)
Gloria Stuart en 'Titanic' (1997)
20TH CENTURY FOX

Pero Stuart no perdió el tiempo. Se dedicó al arte del bonsái (llegó a tener un bosque en miniatura integrado por más de cien árboles), dio la vuelta al mundo en barco junto a su marido (con quien se estableció en Nueva York y tuvo una hija), y se instruyó por sí misma como pintora (en 1961 expuso en una muestra en solitario en las Hammer Galleries de Nueva York). 

Años más tarde, aprendió a manejar la impresión tipográfica de la mano de Ward Ritchie (con el que inició un romance que duraría hasta la muerte de él en 1996) y comenzó una nueva carrera como diseñadora de libros de artista (llegando a montar una imprenta en el estudio de su casa).

Recuperando la popularidad

La californiana volvió brevemente al ruedo como actriz para participar en una película para televisión que se estrenó a mediados de los setenta. También tuvo un cameo en la película Mi año favorito (1982), donde aparece bailando con Peter O'Toole, y actuó en un capítulo de la serie Se ha escrito un crimen en 1987. Pero fue Titanic el proyecto que le brindó el mejor papel de su carrera y le devolvió el estatus de celebridad.

Según contó Stuart en alguna entrevista, James Cameron apareció en su vida después de ver su actuación en El caserón de las sombras en formato Laserdisc. La directora de casting de Titanic, Mali Finn, se presentó entonces en su casa para charlar con ella y le dijo que el director estaba interesado en verla leyendo parte del guion, sin maquillaje. 

Cameron buscaba a alguien que hubiera pertenecido a la época dorada de Hollywood, pero que ya no fuese tan popular, y Stuart bromeó luego comentando que la contrataron para el papel de la vieja Rose porque era una de las pocas actrices de su edad que “todavía era viable, no era alcohólica ni enferma reumática, y no se caía”.

Durante la filmación de Titanic, Stuart alucinó con la autenticidad de los decorados y el vestuario, y con la innovación tecnológica que permitió a Cameron viajar a los restos del barco en el fondo del océano. Del mismo modo, aguantó estoicamente las cerca de dos horas que Greg Cannom pasaba cada día maquillando su rostro para que luciese como el de una señora de 101 años.

“James le dijo a Greg: ‘Deja tranquilos sus ojos’”, explicó. “Ahora sé por qué dijo eso, porque hay una toma en la que los ojos de Kate Winslet se disuelven en los míos. En el primer ensayo, con todo el reparto alrededor, James dijo: ‘Gloria, no quiero una voz vieja. Quiero tu voz’. Se arriesgó a que funcionaran unos ojos y una voz no tan viejos”.

Cuando durante la promoción de la película le preguntaron por la mala reputación de Cameron (al que apodaron “el hombre más temible de Hollywood”), Stuart dio la cara por él comentando que es un director que “sabe lo que quiere y es capaz de decírtelo”. 

Aseguró que “la única vez” que lo vio enfadado fue en aquella toma en la que ella sale mirando varios vídeos de vistas submarinas: “Me vine abajo. Los vídeos se desincronizaron. Volver a sincronizarlos fue muy difícil, llevó horas y horas, y él no estaba contento. Lo comprendo. Volvió a sincronizarlos [...]. Era muy persuasivo y convincente, era maravilloso como director de actores".

Fotograma de 'Titanic'
Fotograma de 'Titanic'
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La cinta, estrenada en España el 8 de enero de 1998, ganaría 11 Oscar y sería la película más taquillera de todos los tiempos hasta que en 2009 fue superada por Avatar, dirigida también por Cameron. Aquel fenómeno devolvió la ilusión a una Stuart que, después de convertirse en la actriz de más edad nominada a una estatuilla dorada, rechazó varias ofertas para encarnar en el cine a “dulces viejecitas”. Sí aceptó papeles excéntricos como el de la anciana malhablada del noir El hotel del millón de dólares (2000).

En julio de 2010, la Academia de las Artes y de las Ciencias cinematográficas le rindió un homenaje celebrando su centenario. "Diría que no noto ninguna diferencia entre los cien y, digamos, los noventa años. Sigues siendo frágil y débil, y estás lleno de ya sabes qué", comentó la actriz aquel verano, apenas unas semanas antes de fallecer en su casa del oeste de Los Ángeles, tras pasar una temporada lidiando con un cáncer de pulmón.

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