¿Qué es esto? 'La burbuja', la parodia desconcertante, sin filtro y sin gracia de Judd Apatow para Netflix

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Iris Apatow, Pedro Pascal y Leslie Mann, en 'La burbuja'
(IMDB/Netflix)
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Las películas de directores destacados para Netflix atraen de partida pero tienden a decepcionar. Judd Apatow, más que interesante figura de la comedia estadounidense como señalan Si fuera fácil (la mejor de su filmografía), Lío embarazoso y Virgen a los 40, se suma a la lista con La burbuja, parodia sobre un rodaje en lo peor de la pandemia que, más allá de su mediocridad humorística general, desconcierta por la ausencia total de filtro con la que ha sido gestada

Un carácter desmedido que contribuye a que, de manera involuntaria, remita a otra burbuja, la del cine concebido para plataformas y la de las apuestas que nacen con fecha de caducidad y que en días/semanas serán olvidadas por los usuarios y sepultadas por el algoritmo mientras sigue creciendo la inabarcable e insondable oferta de contenidos.

La existencia del proyecto pilló por sorpresa a los cinéfilos. Al ver su primer avance uno no sabía a qué atenerse, pero el factor Apatow y un reparto con, entre otros, Karen Gillan, Leslie Mann, Keegan-Michael Key, Pedro Pascal y David Duchovny (sin contar los numerosos cameos que se descubren en el proceso) hacía que generara curiosidad. Pero la floja realidad se impone, como se comprueba enseguida.

La burbuja tiene un serio problema de base: el tema de la pandemia. Aunque no centra el relato y se adscribe al contexto y al envoltorio, el desgaste mental de estos dos infames años ha sido tal que, sinceramente, no apetece recordar las cuarentenas, lo pesado de los confinamientos, el concepto de distancia social, lo de los palitos y la histeria, y menos con sentido cómico. 

Apatow ha querido apelar con complicidad a la identificación por lo vivido por todos pero la dinámica y las alusiones no implican. Al contrario. Por supuesto que la ficción abordará lo ocurrido y el espectador lo verá ya de otra manera y querrá reflexionar y también reírse, si bien ahora quizá esté demasiado reciente.

Cartel de La burbuja
Cartel de La burbuja
(Netflix)

El director, guionista (junto a Pam Brady) y productor ha pretendido jugar con la fusión de la burbuja de las circunstancias y la del microcosmos propio de los rodajes, en este caso el de la filmación de la sexta parte de una franquicia de acción con dinosaurios y con presupuesto holgado pero de bajo rango como señalan las actuaciones, el guion y los efectos visuales. 

Las propuestas de cine dentro del cine atraen de manera natural, y a eso se agarra el espectador frente a la cuestión pandémica. Sin embargo, en la comedia hay pocas cosas peores que una parodia que no haga gracia, que encima transmite que sus responsables creen que están plasmando una genialidad divertidísima y que además se torna interminable (126 minutos) por mucho que en el tramo final se atemperen las sensaciones negativas.

Aquí viene la otra gran losa de La burbuja, lo indicado de que se ha llevado a cabo sin filtros. Apatow ha plasmado lo que le ha dado la real gana, movimiento creativo libre que agradaría si también estuviera perfilado, depurado y pulido y no pareciera que se le ha ocurrido la idea y después se ha entregado a las ocurrencias. En paralelo, ¿Netflix ha supervisado algo? De verdad que sorprende y descoloca que hayan dado luz verde a la película tal y como se ha articulado.

Al cinéfilo le gusta encontrar obras que se dejan llevar sin prejuicios y que no sucumben a las habituales directrices y a los moldes genéricos, pero incluso en estas el autor tiene que reposar la premisa y sus aspectos. No obstante, el movimiento podía haber salido bien y promover el disfrute. En cambio, aunque entre lo pobre se detecten (o se quieran hallar) atisbos de inspiración, no es así.

Atención a varios momentos

Lo desconcertante se extiende a momentos entre lo delirante y lo vergonzoso en los que asoma el mal gusto. Por ejemplo, la escena con los actores colgando de una cuerda y vomitando con el croma de fondo, la de las alucinaciones por la ingesta grupal de drogas, la de los intentos de reanimación del ‘cadáver’ y la de los penes-medusa de los dinosaurios. Al afrontarlas, por cómo rozan la vergüenza ajena, se tiene la tentación de pensar que son extrañamente brillantes, pero esa percepción acaba por difuminarse.

Asimismo, la historia, dentro de lo coral con el personaje de Karen Gillan en el foco y que muestra las peculiares situaciones que se viven durante los meses de rodaje y la progresiva desesperación y deseo de huida de los actores, le concede importancia a lo suelto, a las escenas por separado, y se olvida de cuidar el conjunto.

En esta línea, llama la atención la alarmante pobreza formal del largometraje, apreciación de la que lógicamente cabe exceptuar las escenas de Cliff Beasts 6 porque parte del juego reside en resaltar que es una película lamentable. Tampoco pasa desapercibido que en el desarrollo Apatow no aproveche más la fórmula (en todo caso desgastada) del falso documental, introducida por la cuestión secundaria del making of y salvo pequeños detalles no recuperada hasta la salida cómica aplicada.

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