[Año Berlanga] 'Calabuch', el descubrimiento del plano secuencia

Una comedia dulce y tierna donde, sin embargo, empieza a aparecer la mirada desolada de Berlanga
CALABUCH
CALABUCH
Flixolé
CALABUCH

Tras Novio a la vista, Berlanga decidió tomarse unas pequeñas vacaciones antes de volver a rodar el cuarto largometraje que todo el mundo le reclamaba. El director estaba empezando a crecer, al menos industrialmente. Por eso se permitió el capricho de exigir que su siguiente película, Calabuch, que hoy puedes disfrutar en Flixolé, se tendría que rodar en un pueblo de la costa de Levante, cerca de donde se desarrollaba el final de la película anterior.

Berlanga quería contar una fábula sobre un pueblo pequeño que puede parecer una cárcel por sus dinámicas atávicas pero que, al contrario, era el único lugar donde la libertad era posible. Hasta allí se acercaba un sabio científico huyendo de la carrera por lograr la bomba atómica, y allí se encontraba a sí mismo. Como en Novio a la vista, Berlanga planteaba otra comedia de costumbres donde aquello que te hacía reír era lo mismo que te enternecía, lo mismo que producía nostalgia. Parecía un paso lógico en su filmografía.

El reparto volvía a ser internacional, pero esta vez con grandes actores, como Edmund Gwenn, que acababa de rodar con Hitchcock, y Franco Fabrizzi, que había protagonizado Los inútiles (1953) de Fellini, una de las películas favoritas de Berlanga. Junto a ellos, los habituales José Isbert, Manuel Aleixandre o Félix Fernández. 

Pero Calabuch sí supuso un gran cambio en la puesta en escena. Berlanga empezó a experimentar con lo que luego sería su gran sello: el plano secuencia. Aquí, por primera vez, la cámara se permitía moverse por el decorado, buscar a los personajes, rompiendo con el academicismo de sus primeras películas. Además, los personajes empezaban a hablar al mismo tiempo, interrumpiéndose, en otro sello distintivo del director.

Sin embargo, bajo la apariencia de una película vitalista y dulce, con un costumbrismo de sainete, se escondía una mirada triste hacia la sociedad que retrataba. Al final, las obligaciones y el compromiso eran inesquivables, y ya no existían los escondites ni la moral: todo se diluía en la tinta de los contratos. Como en Novio a la vista, aquí también había una batalla contra el poder establecido. 

Pero, al contrario que en aquella, en Calabuch esa batalla no se llega a librar, y todo se pierde de antemano. No queda ni el heroísmo de la resistencia. Lo que al principio parecía el único rincón de la Tierra donde se podía ser feliz, al final solo era un rincón más, como cualquier otro. Berlanga volvería a situar en Calabuch la última película de su carrera, París-Tombuctú. Pero, para entonces, la desesperanza ya era total.

Calabuch puede verse en FlixOlé dentro de la amplia colección de películas de Luis García Berlanga presentes en su catálogo, siempre con la mejor calidad de imagen y de sonido.

Mostrar comentarios

Códigos Descuento