Anaïs Demoustier: "La única vez que me he sentido violentada en un plató fue con una directora"

La Demoustier, candidata a actriz más adorable del mundo, estrena 'La chica del brazalete', una película dirigida por su hermano Stéphane.
Anaïs Demoustier
Anaïs Demoustier
GTRES
Anaïs Demoustier

Anaïs Demoustier es el rostro de porcelana del cine galo, tiene nombre de perfume de Cacharel y una apellido con resonancias nobles profundamente enraizado en el extremo norte de Francia, donde nació hace 33 años, concretamente en Lille. Hemos visto sus mejillas incendiadas, sus ojitos vivaces y su sonrisa vitalista en películas de los autores más variopintos del hexágono: Haneke, Guédiguian, Tavernier, Ozon, Mouret, Ferran, Dupieux…

En el año prepandémico convenció a propios y extraños con Gloria Mundi y Los consejos de Alice, ahora viste la toga de una implacable fiscal para su hermano, Stéphane Demoustier, en la muy notable La chica del brazalete, un perturbador drama judicial visto a través de los ojos de unos padres al borde del abismo generacional, desde donde encajan con estupor la muy fluida sexualidad de su impasible hija adolescente, acusada de haber matado a su mejor amiga.

Próximamente protagonizará otra película de Quentin Dupieux –ya será la tercera vez que colaboran–, y la primera de la gran Emmanuelle Devos como realizadora. Pero esperamos sobre todo con ansiedad Les amours d'Anaïs, que es todo un tema en sí mismo.

Jérémie Elkaïm fue el compañero artístico y sentimental de Valérie Donzelli, tal y como reflejaron en la muy emocionante Declaración de guerra (2011), hasta que se enamoró de Anaïs durante el rodaje de Marguerite et Julien (2015), otra película dirigida por Donzelli, sobre un pareja de hermanos incestuosos, a partir de un guion de Jean Gruault que en su día estuvo a punto de rodar Truffaut.

Tuvo que ser un doble trauma para Donzelli, ya que la película –fallida– fue justamente masacrada a su paso por Cannes. La de tensión que pudo pisar aquella alfombra roja. Anaïs y Jérémie tuvieron un hijo, pero el amor acabó evaporándose, de una manera muy francesa, y antes de que llegara el confinamiento Anaïs paseaba por París del brazo de Benjamin Biolay, el ex de Chiara Mastroianni. Esto sí que parece una película de Truffaut.

Anaïs Demoustier, Valérie Donzelli y Jérémie Elkaïm en Cannes 2015
Anaïs Demoustier, Valérie Donzelli y Jérémie Elkaïm en Cannes 2015
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Les amours d'Anaïs, que será la puesta de largo de Charline Bourgeois-Tacquet, y produce Stéphane Demoustier será para Anaïs Demoustier algo así como su película nº45, sin contar los cortos, el teatro y la televisión. No está nada mal para una actriz todavía tan joven. Una cosa está clara: como actriz y como persona, siempre estará en nuestro equipo.

Sin mascarilla, ni distancia social, con solo algunas de estas cosas en mente ya que otras todavía estaban por suceder, nos encontramos con nuestra imagen mental de francesa atemporal, perfecta Marianne, en la habitación de un hotel de París, donde la sorprendimos comiendo una copiosa ensalada reconstituyente, y era tal y como nos la habíamos imaginado: inteligente, próxima, simpatiquísima y, sobre todo, alegre. Hasta se alegró de que viniese de Barcelona, sólo porque ahí pasó su penúltimo fin de año. Entre lechuga y lechuga, hablamos de todo un poco.

Es curioso que sea precisamente tu hermano el que te haya dado uno de los papeles más antipáticos de tu carrera, ¿no te parece?

[Risas] ¡Sí, la verdad es que me sorprendió un poco! Pero era muy interesante, porque siempre he interpretado a chicas simpáticas, buenas, luminosas… ¡Es la pinta que tengo! Pero gracias a la película de mi hermano y a Gloria Mundi, donde también tengo un rol muy violento y agresivo, he descubierto que no está mal hacer personajes duros, que no están bien consigo mismos. Al fin y al cabo el trabajo de una actriz es tratar de entender al personaje, ¿por qué hace esto, o reacciona así?

¿Y por qué crees que esta fiscal se muestra tan implacable?

Es su función, pero también porque es una abogada muy joven y tiene que imponer su autoridad para resultar creíble a los ojos de los demás. Eso es algo que puedo comprender. Lo veo a menudo siempre que alguna mujer ejerce de algo que antes hacía un hombre. A veces se vuelven más tiranas de la cuenta, como si tuvieran que compensar algo por una mera cuestión de género. 

Al mismo tiempo, es un papel que me encanta, porque tiene mucho texto. Mi hermano sabe que yo era muy buena alumna, y que no hubiese sido raro que acabara estudiando Derecho, de no haberlo dejado todo para convertirme en actriz. Y luego también me interesó que se tratara de una doble interpretación, ya que mi personaje también actúa. Siempre hay mucha teatralidad en un juicio.

Tu hija va a tener cinco años. Después de participar en esta película, ¿te preocupa la relación que, con el tiempo, vaya a tener con el sexo?

¡No! Todavía no. En la película de mi hermano, los padres descubren que su hija tiene una sexualidad muy libre, y que tiene costumbres que, en otra época, podrían haber parecido demasiado sueltas. Ahora la sexualidad es mucho más fluida, y la vida sexual empieza cada vez más joven. 

La relación de las mujeres con su cuerpo ha evolucionado mucho. Como madre, todavía no me preocupa, pero quién sabe. Seguro que, de aquí unos años, empiezo a preocuparme.

¿Cómo fue eso de que lo dejases todo para convertirte en actriz? Empezaste muy joven.

Vivía en Lille con mis padres, y les convencí de que me apuntaran a teatro. Un director de casting vino a clase y les dijo que no le tenía ningún miedo a la cámara, y que quizás tenían que animarme a continuar, porque se me veía muy desenvuelta. 

Así que hice algunos castings, entre otros para una película de Emmanuelle BercotClément (2001)–. No me cogieron, pero así conocí a la directora de casting de Michael Haneke, Kris Portier de Bellair, que luego insistió muchísimo para que me hicieran una prueba cuando buscaban a la hija de Isabelle Huppert para El tiempo del lobo (2003). Por entonces ya tenía trece años. Ya había tenido un pequeño papel en otra película, pero ese fue el paso definitivo.

El tiempo del lobo
El tiempo del lobo
Cinemanía

¿No te dio miedo, siendo tan joven, empezar con una película tan oscura y apocalíptica como El tiempo del lobo?

Qué va. Bueno, quizás sí. Hice cinco sesiones de casting, hasta la última vuelta, que es a la que vino Haneke. Sólo quedábamos dos aspirantes. Cuando llegó, me impresionó mucho. Quiero decir físicamente: muy alto, con ese aspecto precisamente de lobo, y creo que por eso saboteé mi propia actuación. Lo hice fatal. Kris me llevó aparte, y me pegó una buena bronca: ¡Esto es una catástrofe!, me dijo. Y entonces me di cuenta de que era un momento crucial en mi vida, que no podía fallar, y lo hice super bien. 

Fue como abrir la puerta a un mundo increíble, no sólo por entrar a formar parte de cómo se hace una película, sino porque me permitía tratar con gente de todas las edades. Cuando vas al colegio sólo estás con niños de tu edad, y a mí me encantó la posibilidad de hablar por ejemplo con el ingeniero de sonido de 50 años. Me pareció algo muy enriquecedor.

Bird People
Bird People
Cinemanía

Para mí, tu papel más icónico es el de la camarera de hotel que se transforma en pajarito en Bird People (Pascale Ferran, 2014). ¿Cuáles crees que han sido los papeles más importantes de tu carrera?

Me encanta esa película. Pero me llevé una decepción, porque yo la veía como una obra maestra, que iba a perdurar en la historia del cine, y luego la acogida fue más bien tibia en Francia. Aunque desde entonces muchos periodistas me han preguntado por ella, porque la consideran como algo realmente aparte en el cine francés. Con Pascale seguimos siendo amigas, y nos vemos a menudo.

También fue determinante Isabelle Czajka, porque me dio mi primer papel protagonista en L'année suivante (2007), y otro más. Con Nicolas Parisier, el director de Los consejos de Alice, también fue muy especial. Me gustó mucho su inteligencia, su sentido del humor y el hecho que me diera el papel de una chica que no es una histérica. Y, por supuesto, François Ozon, que me dirigió en Una nueva amiga, porque es un director que convoca a un público muy amplio.

Imagino que empezar como la hija de Isabelle Huppert también te marcó.

Claro, me influyó mucho su manera de actuar. Y me gusta que también haga comedias populares, como Luces de París (Marc Fitoussi, 2014), en la que volvimos a coincidir. Pero también adoro a Emmanuelle Devos con la que he coincidido en dos obras de teatro. Es todo un referente para mí. Deneuve y Binoche también por supuesto. Son referentes para todas las jóvenes actrices, porque han conservado el nivel de exigencia y al mismo tiempo han viajado mucho.

¿Te gustaría rodar en España?

Por supuesto. Hablo mejor español que inglés. Aunque tengo muy buen oído, no me podría quitar el acento y no creo que en Hollywood me dieran otro papel que el de la típica francesita. Estuve a punto de rodar una película en Ibiza, pero no pudo ser. Una pena, porque me hubiese encantado. Evidentemente, me encanta Almodóvar y Dolor y gloria fue mi película favorita de 2019. Pero más allá de Albert Serra no conozco muchos directores españoles. Aquí no llegan.

Has hecho ya cuatro películas con Robert Guédiguian, un cineasta que se distingue por su compromiso político, ¿cuenta eso para ti?

Sí, por supuesto. Todas nuestras decisiones son políticas, y las que tomo hablan por sí mismas. Para escoger un papel, tengo que entender la visión del director, y me tiene que parecer interesante, necesaria, algo me tiene que atraer de su discurso. En muy pocas ocasiones no he estado en sintonía con el realizador, y eso, cuando ocurre, es algo muy incómodo. Cuando me ha pasado, ya era demasiado tarde, estaba atrapada. 

Pero, claro, no puedo impedir que los demás piensen justo lo contrario que tú. Guédiguian lleva mucho tiempo en la política, así que confío en su mirada y en su punto de vista. Hay que poder confiar en los directores. Aunque, al mismo tiempo, siempre estoy disponible y libre para hacer cualquier cosa.

Gloria mundi
Gloria mundi
Cinemanía

¿En la vida real militas por alguna causa?

No, nunca he querido comprometerme. Al contrario, prefiero guardarme mis opiniones. Me da la sensación de que los actores hablan demasiado, y que se les escucha también demasiado. A menudo hablan de temas que se les escapan por completo. Creo que la política es algo importante sobre lo que no hay que frivolizar. 

Cuando hablo de algo, tengo que estar segura de lo que estoy diciendo. Los actores tenemos un trabajo muy privilegiado, muy aparte del resto de la sociedad, y creo que eso hace que debería ser muy delicado expresar sus opiniones. Luego está todo el tema de MeToo.

Por ejemplo, cuando Adèle Haenel denunció que había sido víctima de abusos.

Evidentemente, la apoyo sin fisuras y me impresiona mucho su gesto y el coraje que demostró al hacerlo. Ella era muy joven, y un director de cine es alguien que impone mucho y tiene mucha autoridad. Es un asunto grave. Pero yo nunca he tenido problemas en ese sentido con ningún director, ni con ningún hombre en general. Así que difícilmente puedo posicionarme políticamente en ese tema. 

La única vez que me he sentido violentada en un plató fue con una directora. Fue una mujer que no me protegió en absoluto, y que me puso en situaciones muy peligrosas y complicadas en escenas de sexo, en las que me sentí de todo menos cómoda. Y, claro, partiendo de esta experiencia, si la cuento, no parece que tenga una posición políticamente adecuada.

¿Con qué realizadora?

Fue durante el rodaje de Ellas, de Małgorzata Szumowska, que ha hecho grandes películas como 33 sceny z zycia (33 escenas de la vida). Hice Ellas con Juliette Binoche. Yo era una estudiante que se prostituye para pagarse los estudios. A la hora de rodar, hizo todo lo que te hace sentir insegura en un plató cuando hay escenas de sexo. Improvisaba, cambiaba las escenas al último minuto. Decía no vamos a hacer esto, sino lo otro. Me colocaba siempre en una posición en la que nunca sabía muy bien lo que iba a pasar. 

Como sabes, normalmente son escenas muy coreografiadas en las que sabes muy bien qué gesto vas a hacer y hasta dónde se va a llegar en cada momento, porque de lo contrario es un poco difícil…

Anaïs Demoustier en 'Ellas'
Anaïs Demoustier en 'Ellas'
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Imagino.

Sí, tenías que desnudarte, y ella venía y simplemente decía: “Ponte a ello”. Y eso, como indicación, no es que sea muy preciso. Yo era muy joven, pero también bastante lúcida, me daba cuenta de que estaba mal. Ella nunca estaba contenta con nada de lo que hacía. Estábamos rodando en Alemania, y yo no veía el final del rodaje ¡Hubiese saltado por la ventana! 

Así que mi peor experiencia fue con una directora. Nunca se sabe. En cualquier caso, en lo que respecta a los abusos de poder entre los directores y las actrices o actores, hay que saber poner límites, protegerse. La mayor parte de las veces todo va muy bien.

¿Y los fans tampoco te molestan?

No, qué va. Siempre que puedo, voy mucho al cine, porque no me gusta ver las películas en casa. Me gusta mucho la sala. Y nunca he tenido problemas con los fans. Tengo la suerte de tener un público muy elegante. Siempre son muy discretos, y me animan a que siga así. Me reconforta, porque me doy cuenta que la gente ve las películas. 

Siempre he hecho películas muy de autor, y me daba miedo pensar que nadie las veía. Eran películas con muy poca distribución, que igual sólo salían en tres salas en París, y me daba mucha pena pensar eso por el director. Y por mí también, claro, porque me implicaba a fondo con los proyectos. Si eso me entristece, cuando vienen a hablarme, y veo que han visto las películas, me alegro mucho. Me hace ilusión.

¿Qué película me recomendaría?

Si no la ha visto, Tu mérites un amour, de Hafsia Herzi. Es magnífica. Ella es una actriz muy conocida por sus películas con Kechiche. Imagino que la conocerá.

Me encanta y me encanta el cine de Kechiche, pero es un personaje controvertido, ¿te atreverías a rodar con él? Lo digo por todas las polémicas. Ya sabes.

Sí, no tendría problema. A medida que me hago mayor, necesito tener experiencias más variadas. Hay que entender que cada director tiene sus propias reglas, pero nosotros, como te decía antes, también tenemos que marcar límites y dar nuestro consentimiento. A la hora de rodar determinadas escenas, tenemos que saber si queremos hacerlas o no. Hay que saber decir “no, no tengo ganas de hacer lo que me estás pidiendo”. Es una cuestión de confianza, de consentimiento, de poder y de autoridad. 

Cuando se hablaba de que vendrían a controlar las escenas de sexo en los platós me pareció una locura total. Un plató no puede ser un lugar en el que entre la policía, tiene que ser un espacio de libertad. Es verdad que puede ser un lugar peligroso, pero también puede ser magnífico. Antes he hablado de la realizadora polaca con la que todo salió mal, pero en las películas que rodé con Isabelle Czajka también había un montón de escenas de sexo. Era muy joven, estaba desnuda… Todo fue bien. 

Nunca he dicho que no rodaré desnuda. Si me parece que cuadra con el guion, que es lo justo, no veo por qué no tendría que hacerlo, el cuerpo forma parte de la vida, y a veces todo va muy, muy bien. Así que con Kechiche ahora te digo que sí, pero espero que no me pille en baja forma y le tenga que decir que no. Hay que estar preparada.

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