El amor de los hijos del productor John H. Williams hacia un relato infantil sobre un ogro, escrito en 1990 por el viñetista del The New Yorker William Steig, iniciaba hace dos décadas una de las franquicias de animación más admiradas en todo el mundo: Shrek. El primer filme dirigido por Andrew Adamson y Vicky Jenson se estrenaba hace 20 años, y nos abría un universo atípico y cenagoso de princesas guerreras, dragonas presumidas y asnos parlanchines.
El personaje de DreamWorks es de nuevo tendencia estos días con motivo de la celebración de su aniversario, una ocasión para revisitar el pasado de la animación a través de algunos títulos icónicos disponibles en Netflix. Un viaje repleto de nostalgia hacia nuestra infancia y el presente más prometedor de este género.
El VHS y la animación
Los niños de los años 80 y 90 crecieron pegados a la pantalla del televisor y las cintas VHS que reproducían en bucle sus filmes favoritos. La adoración de estas generaciones por el cine de animación traería diversas historias sobre duendes, hadas, villanos, princesas y dinosaurios. Algo que permitió que los jóvenes se atrevieran a soñar. Es esta época en la que se iniciarían las sagas En busca del valle encantado o La princesa cisne, cuyos primeros títulos también se encuentran disponibles en en el servicio de streaming.
Es inevitable citar la importancia de Disney y sus filmes estos años (e incluso las versiones piratas de las mismas, que adaptaban la narración y el dibujo a su gusto). Así otros estudios intentarían repetir posteriormente la fórmula del éxito de la Casa del Ratón con títulos brillantes de aventuras como La ruta hacia El Dorado (2000), Spirit: El corcel indomable (2002) o Simbad: La leyenda de los siete mares (2003). Un lapso de tiempo en el que figuras históricas bíblicas también tomarían una enorme relevancia, de la mano de Moisés y San Nicolás con El príncipe de Egipto (1998) y Polar Express (2004).
Todos estos largometrajes aportaron una nueva visión de cómo metamorfosear las historias de cuentos de hadas y plantear la importancia de la búsqueda de un público más adulto. Un acercamiento de la audiencia general a la animación cada vez más patente y aupado por el mayor acceso a los contenidos a través del DVD. Estudios como Pixar, DreamWorks y Disney continuarían defendiendo su legado. Unos años en los que genios de la talla de Tim Burton o Henry Selick también desarrollarían el amor por el stop motion de plastilina, así como habría un auge en la explotación de la animación digital y sus posibilidades infinitas.
Esta querencia progresiva del público español hacia la animación también llegaría ligada a la popularización del anime, que llevaba décadas obteniendo victorias con las series Heidi y Marco. Ambas ficciones eran el germen del Studio Ghibli y permitirían la realización de El viaje de Chihiro (2001) y su triunfo en todo el mundo. El filme de Hayao Miyazaki también está presente en Netflix junto a una lista extensa de animes, que cada vez encuentran un mayor hueco entre los suscriptores.
Las plataformas y su amor por el género
Esta última década, la animación ha sufrido un clima ideal de explotación y creatividad, que ha dado lugar a universos de belleza y colorismo como Loving Vincent (2017), y ha continuando jugando con las posibilidades del stop-motion y la digitalización con Mr. Link: El origen perdido (2019) o Cómo entrenar a tu dragón (2010).
Netflix también ha apostado por este género interviniendo en diversas producciones. La compañía es conocedora del amplio espectro de edades que consumen estos contenidos y desarrollaba éxitos presentes en los premios Oscar y Annie como ¿Dónde está mi cuerpo?, la española Klaus o la recién llegada Los Mitchell contra las máquinas. ¡Tenemos animación para rato en la plataforma!
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