Los horrores relatados en La bestia en la jungla, el exquisito relato corto de Henry James, son solo metafóricos; la criatura titular no es un animal de carne y hueso sino el presagio de un suceso catastrófico por el que su protagonista se siente acosado, y a causa del que renuncia a la que podría ser la mujer de su vida hasta que, ya demasiado tarde, comprende que su verdadera bestia negra fue una vida sin amor. El décimo largometraje de Bertrand Bonello reconfigura esa premisa en buena medida fragmentándola y procesando los pedazos a una máquina del tiempo, y el resultado es un drama romántico a la vez íntimo e increíblemente épico, y tan cerebral como apasionado.
La bestia transcurre a la manera de una estela de recuerdos de vidas vividas, o tal vez imaginadas o soñadas, y en concreto se mueve entre tres puntos distintos del continuo temporal para contemplar a tres encarnaciones diferentes de dos personas condenadas a no poder consumar su amor. En la París de 1910 su gran obstáculo parece ser la rigidez social y los prejuicios consustanciales a la época; en un futuro inminente, su unión se ve saboteada por la inteligencia artificial, que ha usurpado al ser humano e impuesto un régimen aséptico y anémico según el que las emociones están proscritas; y tampoco logran conectar en una versión vagamente apocalíptica de un presente sometido al narcisismo que las redes sociales fomentan, y que tiene en la cultura incel una de sus manifestaciones más aberrantes.
Con la misma fluidez que exhibe a la hora de saltar entre épocas, la película combina formatos y texturas de imagen, géneros como el melodrama, el thriller tecnófobo y la ciencia-ficción distópica y referentes como David Lynch y el Alain Resnais de El año pasado en Marienbad (1961). Esa intrepidez formal y narrativa hace que las situaciones y los diálogos no ofrezcan significados inmediatamente reconocibles, y Bonello nos invita a encontrar pistas tanto entre todos esos motivos visuales que reaparecen y mutan -manos que acarician, ojos llorosos, muñecas, palomas premonitorias- como en los confines del rostro de Léa Seydoux, magníficamente locuaz cuando permanece pétrea y cuando se retuerce de terror.
Esos signos sin duda hablan del poder del amor y el deseo, tal vez para salvarnos o tal vez para destruirnos. Pero puestos a buscar interpretaciones, en todo caso, quizá sea mejor recordar un pasaje de las páginas de James: “No habría sido un fracaso estar arruinado, deshonrado, puesto en la picota o ahorcado; el fracaso era no ser nada”. En última instancia, lo que La bestia retrata a través de los tiempos son dos personas que intentan ser y no lo logran a veces por circunstancias que escapan por completo a su control y a veces a causa de su propia inercia; y las conexiones que establece mientras tanto -el pasado con el presente, las viejas tecnologías con las nuevas, los desastres que sucedieron y los que están por venir- delatan a una sociedad que se mueve en círculos, y cuyos miembros permanecemos siempre a un paso de entregar nuestra humanidad a la bestia.
FICHA TÉCNICA
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Director:
Bertrand Bonello
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Género:
Ciencia-ficción
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País:
Francia
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Sinopsis:
En un futuro cercano, reina la inteligencia artificial y las emociones se consideran una amenaza. Para librarse de ellas, Gabrielle decide purificar su ADN en una máquina que le llevará a sus vidas pasadas. Allí se reencuentra con Louis, su gran amor, aunque ella está abrumada por el miedo. La historia está ambientada en 1910, 2014 y 2044.
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Guion: Bertrand Bonello (historia de Henry James)
Reparto: Léa Seydoux, George MacKay, Dasha Nekrasova, Julia Faure
Duración: 146 min.
Veredicto: Es tierna e inquietante, cerebral y arrebatada, íntima y monumental.
Distribuidora: Caramel Films
Estreno: 27/3/2024
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