Crítica de 'Aquaman y el reino perdido': hasta la vista, DC

La secuela de 'Aquaman' clausura, un poco porque no le ha quedado más remedio, la saga superheroica que inaugurara Zack Snyder hace 10 años.
Patrick Wilson y Jason Momoa en 'Aquaman y el reino perdido'
Patrick Wilson y Jason Momoa en 'Aquaman y el reino perdido'
Warner Bros.
Patrick Wilson y Jason Momoa en 'Aquaman y el reino perdido'

James Gunn y Peter Safran fueron nombrados líderes de DC Studios a finales de 2022. Nada más llegar al cargo anunciaron su intención de reiniciar totalmente el universo superheroico y adscribirse al molde marvelita, de forma que Superman: Legacy inaugurara en 2025 esta nueva continuidad. ¿El problema? Que cuando anunciaron este plan aún quedaban cinco películas de la vieja continuidad por estrenarse, todas ya prácticamente terminadas y previstas para ir llegando a los cines en los meses consecutivos. Desde entonces se han estrenado Black Adam, ¡Shazam! La furia de los dioses, Flash y Blue Beetle

Y todas se han hundido en taquilla. Ahora llega el turno de Aquaman y el reino perdido, después de la cual pasará todo un año antes de colocarnos de lleno en el Capítulo 1: Dioses y monstruos que inicia Superman: Legacy. Poco importa que Aquaman y el reino perdido sea la secuela del mayor taquillazo que haya logrado nunca DC (como poco importó que The Marvels fuera la secuela de la exitosa Capitana Marvel de cara a estrellarse hace unas semanas): la sensación de fin de ciclo marca el ambiente. ¿Habrá logrado James Wan sobreponerse a este fatalismo?

Valoración:

James Wan es lo mejor que le ha pasado al cine de franquicias en el siglo XXI. No ya por todas las sagas que ha inaugurado (Saw, Insidious, Expediente Warren), sino por la milagrosa forma en que su temperamento se ha ido ajustando a las instancias industriales. Sabiendo con exactitud qué darle a ejecutivos y espectadores, y disfrutando en el proceso. 

Pocos directores pueden presumir de haber firmado las mejores entregas de varias sagas mastodónticas (por salir del terror ahí tenemos Fast & Furious o, sí, el Universo DC), y de haberlo hecho siempre fiel a sí mismo. A su entusiasmo, a su visión desprejuiciada del entretenimiento, acompasada cuidadosamente por las negociaciones con los despachos. Es sintomático que haya rodado su película más libre y gozosa, Maligno, entre dos Aquaman.

Puede que Maligno sea un clásico moderno. Lo que no implica que naciera ajena a los terremotos de Warner. Maligno llegó en 2021 bajo el modelo híbrido cines-HBO Max, con una recaudación paupérrima y un estatus de broza de videoclub que, para qué nos vamos a engañar, terminó sentándole bien a su culto. De modo análogo, los posibles logros de Wan dirigiendo dos entregas de Aquaman quedan opacados por los ominosos desastres del Universo DC

La primera Aquaman fue la primera película del entonces conocido como Snyderverso capaz de respirar por sí misma y de pasárselo bien: también fue la más taquillera que un superhéroe de DC había protagonizado hasta ahora. Mientras que la segunda Aquaman… bueno, tiene un rol más ingrato.

Aquaman y el reino perdido es una secuela pero también es una despedida. No era el plan cuando empezó a rodarse hace más de dos años, y sin embargo James Gunn quiere reiniciar el Universo de DC de cara a implantar un modelo marvelita. Lo que significa que la vieja guardia ha de retirarse, y que todas las películas estrenadas desde que Gunn tomó posesión del cargo junto a Peter Safran (a finales de 2022) llegan con la incómoda imposición de no poder conducir a ningún lado.

Escenas postcréditos proyectadas al vacío, insinuación de líneas narrativas ya desactivadas, películas que pierden su razón de ser en un tiempo donde la capacidad de dar pie a secuelas y spin-offs lo es todo. Tales son las circunstancias de Aquaman y el reino perdido, y bastante es que la película no sea un horror existencial.

Pero tampoco es buena. Wan ha acusado todos estos golpes, y Aquaman 2 es un pálido reflejo de lo que tan agradable resultaba en el primer film. El humor chabacano, la horterada por bandera, los pulpos que tocan la batería… todo eso vuelve, pero sin energía

Esta ha sido puesta en cuarentena a base de reshoots, elecciones musicales denunciables (Born to be wild impulsando la vergüenza ajena a lo lovecraftiano) y angustiosas decisiones que remitan a Marvel (esa dinámica a lo Thor/Loki de Aquaman y Orm que nunca cuaja, esas ambivalencias con la posición de Atlantis en la geopolítica al más puro estilo Wakanda), y aunque sigue habiendo un amplio abanico de monstruos y ocasionales escenas de acción vigorosa, todo está sepultado bajo la inercia y una escasísima confianza en que esto despierte la simpatía de alguien.

Con Aquaman y el reino perdido terminó todo. Ahora parece que sí. Que podemos respirar con alivio al término de una despedida que, desde Black Adam, se ha alargado a cinco penosas películas. Y podemos mirar hacia ese futuro incierto en el que James Gunn va a intentar sobreponerse al derrumbe certificado del cine superheroico. Buena suerte.

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