Consumir alimentos pasada la fecha de caducidad: ¿qué riesgos hay y dónde está el límite?

La muerte de tres miembros de una misma familia en Alcalá de Guadaíra (Sevilla) supuestamente por una intoxicación alimentaria tras la ingesta de comida en mal estado ha puesto el foco en el cuidado de los alimentos, su caducidad y las enfermedades que se pueden derivar de un producto que se consume cuando ya está pasado de fecha.

Antes de este caso, en abril, el Gobierno decidió eliminar la fecha de caducidad en los yogures para cambiarla por una fecha de consumo preferente, amparándose en que de este modo se evitaría un mayor desperdicio de alimentos. No obstante, también generó un gran debate: "No se puede permitir que, con gente que pasa necesidades, haya alimentos perfectamente consumibles que acaben en vertederos", indicó entonces el ministro de Agricultura, Arias Cañete.

Sí. Ya el pasado enero, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) recomendaba no ingerirlos, puesto que "a partir de la fecha de caducidad un alimento no es apto para el consumo", indicó entonces Alfonso Carrascosa, experto en seguridad alimentaria del CSIC.

"Por fecha de caducidad se entiende que un producto no se debe ingerir a partir de la misma con el fin de evitar eventuales problemas sanitarios", aclara  por su parte la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

"Las fechas de caducidad están puestas ahí por algo, no hay límite, es una apuesta", asegura a 20minutos Juan Revenga, biólogo y nutricionista. "Habrá productos ya caducados que se puedan comer y no te pase nada, pero eso es jugar a la ruleta rusa", advierte.

A diferencia de los productos perecederos, que tienen una fecha de caducidad marcada, el consumo preferente "indica la fecha hasta la cual los alimentos conservan sus propiedades específicas —nutritivas— cuando son correctamente almacenados", según recoge la AESAN.

Si se consume una vez pasada la fecha "el producto puede estar menos bueno, perdería cualidades, pero eso no debería sentarnos mal", explica el especialista Juan Revenga.

Se puede, aunque es más frecuente que se contraiga una enfermedad. "En el caso de un alimento fresco, éste presenta un aspecto —color, olor— que indica que ese producto no está apto para el consumo", aclara Revenga, aunque "puede haber un periodo en que esas cualidades no sean tan patentes y si se ingiere el alimento se produzca una enfermedad", añade.

El especialista Juan Revenga cita unas cuantas: la salmonelosis —ingesta de salmonella en cantidades que nos causa esa intoxicación—, intoxicaciones por clostridium —distintas bacterias del mismo género clostridios, entre ellas se encuentra el botulismo, que viene de la infección por Clostridium Botulinum, "aunque normalmente se debe a una mala conservación en su proceso de fabricación", aclara Revenga—, por Listeria Monocytogenes —causante de la listeriosis— o bien por estafilococo dorado.

Revenga señala otro tipo de intoxicaciones alimentarias más allá de los hongos y bacterias, como la "contaminación con un insecticida o un herbicida por comer alimentos que no hayan sido lavados correctamente, por ejemplo".

Hay tres tipos de efectos: debido a aspectos químicos —metales pesados, insecticidas, herbicidas...—, por elementos físicos —por ejemplo, si se rompe una muela por masticar un hueso de aceituna en una aceituna que en teoría no llevaba hueso—, o bien debido a elementos biológicos —bacterias o, por ejemplo, que haya restos de un animal no comestible en el producto—.