A tan solo media hora de Teruel, encontramos uno de los pueblos más espectaculares de nuestra geografía. De hecho, forma parte de la asociación Los Pueblos Más Bonitos de España desde hace diez años.
Albarracín es muy fácil de reconocer, tanto por la muralla que bordea gran parte de su casco histórico como por el color de sus fachadas. Casi todas lucen un tono rojizo propio del yeso de la zona y que le convierte en único.
El estado de conservación de sus calles, de sus edificios y de cada rincón del pueblo es tan admirable que nos permite viajar en el tiempo con dar solo unos pasos. Todo parece tan perfecto que incluso te olvidarás que el pueblo entero es una cuesta (menos algunas zonas que tienen escaleras).
Albarracín sin prisa
En esta ocasión le daremos las gracias a sus cuestas por obligarnos a caminar despacio y que, al parar para coger aire, tengamos tiempo de admirar cada detalle, desde los tiradores de las casas hasta pequeñas ventanas escondidas que en el pasado siempre tenían una misión.
La ruta puede comenzar en la Plaza Mayor y terminar subiendo a sus murallas, pero siempre pasando por su catedral y dedicando parte del tiempo a la Casa-Museo de la familia Pérez y Toyuela. Una construcción del siglo XVII en la que podrás trasladarte a otra época recorriendo cada una de sus estancias.
Puntos clave
Una de las entradas más espectaculares, y fotografiadas, es la del Portal de Molina. Nada más cruzar la muralla aparece la Casa de la Julianeta, uno de los edificios más icónicos de Albarracín. La verdad es que se trata de una vivienda pequeña que, seguramente, en el siglo XIV no tuvo más relevancia, pero que hoy nos sorprende por su planta irregular, estrecha en su base, pero que parece abrirse camino a medida que sube las plantas.
Otro ejemplo de este tipo de arquitectura es el Rincón del Abanico, mucho más ancho en la parte superior que la inferior, desafiando la gravedad y dando al pueblo ese aspecto tan particular en el que parece que los edificios se tocan si miramos hacia arriba.
Otro edificio que suele llamar mucho la atención es la de los Navarro Arzuriaga. En este caso es el color de su fachada, ya que al estar pintada de azul resalta entre tanto rojo. Además, esta casa cuenta con una bonita leyenda, de amor, por supuesto. Pero eso mejor te lo cuentan allí…
Del rojo al verde
Para rebajar el empacho de belleza que tendrás tras recorrer cada una de las calles del pueblo, toca dar un agradable paseo por su entorno, que es otra gran preciosidad. El río Guadalaviar bordea parte del casco histórico y cuenta con una ruta señaliza que es cómoda y fácil de recorrer. Muy cerquita otra maravilla, el Paisaje Protegido de los Pinares de Rodeno.
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