Un astrónomo diseña un sistema de navegación a lo Halcón Milenario para viajes espaciales interestelares

Cómo se vería la Vía Láctea y galaxias vecinas desde la estrella Gaia con mediciones de unas 1.700 millones de estrellas.
Cómo se vería la Vía Láctea y galaxias vecinas desde la estrella Gaia con mediciones de unas 1.700 millones de estrellas.
ESA/Gaia/DPAC
Cómo se vería la Vía Láctea y galaxias vecinas desde la estrella Gaia con mediciones de unas 1.700 millones de estrellas.

En la ficción, para volar por el espacio con el Halcón Milenario en Star Wars eran necesarios cálculos celestiales realizados por computadoras o por droides astromecánicos, como R2-D2. Pero, cuando hablamos de la realidad, es difícil desarrollar algo parecido. Sin embargo, Coryn Bailer-Jones, miembro del Instituto Max Plank de Astronomía (Alemania), ha dado el primer paso para cumplir el sueño de los viajes interestelares.

De momento, el objeto que más lejos hemos enviado al Universo es la sonda espacial Voyager 1. Hasta la fecha, hemos podido actualizar su posición a través de radares y señales de radio conectadas con la Tierra. No obstante, este sistema de rastreo es similar a un cordón umbilical gigante. Una vez que la nave esté fuera del rango de señal, o si la señal se interrumpe, la Voyager 1 no tiene forma interna de poder navegar. Esto acabará pasando y, entonces, la sonda deambulará por el espacio durante cientos de millones de años sin que podamos saber de ella.

Navegar en un mar de estrellas

Si planeamos la idea de enviar naves al espacio profundo se necesita una manera de navegar entre las estrellas sin necesidad de conectar con la Tierra. Una técnica que está tomándose en cuenta son los púlsares, que son restos de estrellas muertas creadas a partir de explosiones de supernovas.

Estos púlsares giran con frecuencias conocidas a distancias conocidas y podrían ser utilizados como 'satélites GPS interestelares'. Pero los expertos debaten sobre cuán preciso es este sistema: las naves deberían confiar en un puñado de púlsares y polvo o gas espacial que podrían introducir errores en sus cálculos.

Por ello, Bailer-Jones propone un método para la navegación celestial que lleva empleándose durante siglos en los océanos: el sextante. Este instrumento astronómico usado en el mar se utiliza para medir la “distancia angular” entre el Sol u otra estrella y el horizonte con el fin de calcular la posición en la Tierra.

Un sexante es un instrumento astronómico usado para medir la “distancia angular” entre una estrella y el horizonte.
Un sexante es un instrumento astronómico usado para medir la “distancia angular” entre una estrella y el horizonte.
Pixabay

En el espacio interestelar la técnica variaría un poco midiendo la distancia angular entre las estrellas y su cambio de posición en el tiempo con relación al movimiento de la nave. Esto también pasa cuando la Tierra orbita alrededor del Sol, ya que la posición de las estrellas varía dependiendo del punto desde donde las observemos.

En la observación terrestre, los cuásares, que son astros luminosos que se hallan demasiado lejos astronómicamente, son prácticamente invisibles. A diferencia de esto, en una nave en mitad del espacio profundo las estrellas estarían más cerca para hacer mediciones y mostrarían un mayor efecto de paralaje.

Además, cuanto más próxima esté la nave en movimiento de las estrellas, más evidente será su propio movimiento con el tiempo. El cambio de la posición aparente de la estrella en el espacio debido al movimiento real en relación con la nave se conoce como aberración.

Tanto el paralaje como la aberración pueden aportar datos para la navegación del espacio. El paralaje daría la posición en tiempo real de la nave espacial en el espacio 3D y la aberración daría la velocidad de la nave en relación con el movimiento de estas estrellas.

Para que este método funcione, la nave espacial debería contar con una carta estelar de posiciones y velocidades estelares ya conocidas y mapeadas desde la Tierra utilizando datos de misiones de gráficos estelares, como Gaia e Hipparcos.

La simulación de Bailer-Jones

Por lo tanto, según Bailer-Jones, la nave espacial funcionaría con gráficos estelares ya existentes, con datos de las direcciones y velocidades esperadas de las estrellas en relación con ella. Las simulaciones de esta idea posicionaron la nave entre 1 y 10 años luz de la Tierra, una estimación superior a la distancia que recorrerán nuestros primeros intentos de viaje interestelar.

Hay que tener en cuenta que la estrella más cercana a la Tierra (aparte del Sol) es Próxima Centauri, que se encuentra a 4,2 años luz de distancia. Si queremos viajar a otro sistema solar, probablemente necesitemos volar a una buena fracción de la velocidad de la luz. Por ello, la simulación quiere investigar cómo eso afectaría a la navegación y si sería posible.

A día de hoy, todavía estamos muy lejos de que estas investigaciones pasen de ser simples simulaciones a algo real. Sin embargo, parece que expertos como Bailer-Jones no se rinden a que alguien cumpla su sueño de viajar a bordo del Halcón Milenario.

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