Qué le pasa a nuestro cerebro cuando recibimos un susto o pasamos miedo

Si alguien se queda blanco o pone cara de susto ante una conversación trivial puede significar que has hecho una pregunta incómoda y que tiene miedo de que pilles su mentira. Otra señal para estar alerta.
Expresión de miedo o preocupación. 
Pixabay/xusenru
Si alguien se queda blanco o pone cara de susto ante una conversación trivial puede significar que has hecho una pregunta incómoda y que tiene miedo de que pilles su mentira. Otra señal para estar alerta.

Son muchas las situaciones en las que una persona puede recibir un susto o pasar miedo: una fobia, una broma, una película, un disgusto, un accidente... Son innumerables los momentos en los que se sienten físicamente y mentalmente las respuestas o síntomas de una amenaza. 

Entre esas señales reconocibles que dejan claro que una persona está pasando miedo o está asustada, se encuentran: sudores fríos, aceleración del pulso, erección del bello corporal, respiración agitada... 

Estos síntomas son muy comunes y todo el mundo comprende qué pasa a nivel físico. Sin embargo, a la hora de explicar científicamente qué es lo que le pasa a nuestra mente cuando detecta una amenaza o en una situación de miedo, la cosa se complica. 

La explicación del miedo a nivel cerebral

El cerebro humano está muy desarrollado y es muy complejo, por tanto, son muchas las investigaciones que se centran en comprender cómo funciona ante determinadas situaciones, por ejemplo, cuando se siente miedo. 

Una de las primeras observaciones a las que apunta Bundy Mackintosch, profesora de psicología, que ha escrito un artículo que relaciona el cerebro con el miedo, es que la amígdala es una de las estructuras cerebrales que actúa como centro neuronal en relación a las emociones, en particular el miedo. De este modo, las personas que tienen una amígdala dañada tienen problemas para sentir miedo.

"La amígdala juega un papel fundamental en la cadena de eventos en los que una persona (o animal) puede reconocer una amenaza a partir de la información almacenada de experiencias previas, es decir, de la memoria", explica la experta. 

De este modo, "la recuperación de esta información emocional permite a las personas actuar rápidamente, sin pensar mucho", lo que se traduce como una forma de protegernos de las amenazas externas. 

Así, el proceso es sencillo: la persona ve o siente una amenaza o algo que, por una experiencia pasada recuerda como algo peligroso, de tal modo que la amígdala cerebral es capaz de reconocerlo y extender esa sensación tanto a otras partes del cerebro como al cuerpo. 

Es en esos momentos, cuando la emoción del miedo está a flor de piel, cuando el cerebro actúa y el cuerpo reacciona con diferentes mecanismos de defensa. Por ejemplo, el cuerpo libera sus propios analgésicos naturales, llamados endorfinas, para hacer frente a las posibles lesiones.

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