María Teresa Ruiz Cantero: "Todavía existe la visión de la mujer como ente reproductor"

María Teresa Ruiz Cantero es catedrática en Medicina Preventiva.
María Teresa Ruiz Cantero es catedrática en Medicina Preventiva.
Carolina Roca
María Teresa Ruiz Cantero es catedrática en Medicina Preventiva.

El androcentrismo presente en la investigación y el tratamiento médicos es un factor de desigualdad que condiciona a las mujeres durante toda su vida. Profesionales como María Teresa Ruiz Cantero, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública y coordinadora de publicaciones como el informe Perspectiva de género en Medicina (Fundación Antoni Esteve, 2019), luchan desde su posición por dar voz a una problemática que está lejos de resolverse.

Pregunta: ¿Por qué es necesaria la perspectiva de género en el ámbito de la medicina?

Respuesta: Porque muchas enfermedades no tienen la misma expresión clínica en hombres y en mujeres; las enfermedades no se comportan de la misma manera. Esto apenas se enseña en la carrera universitaria de Medicina, y en general no se suelen dar datos por sexo.

María teresa ruiz cantero

  • Catedrática universitaria y Doctora en Medicina, ha dirigido y coordinado numerosas guías y proyectos sobre la perspectiva de género en la medicina, destinados a organismos como la Comisión Europea, el Banco Mundial o Xarxa Vives d’Universitats.

P.: ¿Qué pasos se están dando para integrar esa perspectiva?

R.: Una de las estrategias en las que trabajamos es, precisamente, en que se aporte información desagregada por sexo en función de las enfermedades. Eso es lo principal: que haya conocimiento de cómo son las enfermedades en mujeres y hombres, además de la respuesta a los fármacos y los pronósticos. Esto es algo muy necesario de cara a que los profesionales sanitarios puedan diagnosticar y tratar sabiendo que existen diferencias a la hora de enfermar entre hombres y mujeres.

P.: ¿A qué se deben estas diferencias?

R.: Tenemos diferente farmacocinética, farmacodinamia y farmacogenética. Aunque no ahondemos en estos términos, básicamente somos muy diferentes biológicamente debido, entre otras cosas, a la variabilidad hormonal y a la expresión genética.

P.: ¿Cómo se deben tener en cuenta a la hora de tratar a las pacientes?

R.: Primero se debe llegar a un diagnóstico certero. Si no tenemos claro que, por ejemplo, el infarto o la COVID-19 no se manifiestan igual clínicamente en hombres y en mujeres, puede que el diagnóstico no llegue a hacerse o sea equivocado.

P.: ¿Qué sucede si, efectivamente, el diagnóstico es erróneo?

R.: Un buen ejemplo para explicarlo es el de las espondiloartritis, que hemos estudiado, y que se manifiestan con mayor frecuencia en los hombres en la columna vertebral y en las mujeres de forma periférica. Si estas diferencias no se estudian, la enfermedad se asocia solo a la manifestación de ellos, haciendo que en ellas se confunda con otras dolencias como la fibromialgia o la artrosis.

Si no se diagnostica, tampoco se da el tratamiento idóneo, lo que deriva en un problema de discapacidad y, muchas veces, de falta de integración en la sociedad, porque el dolor puede impedir que esa mujer trabaje o que cumpla el rol que querría tener. Puede llevar, incluso, a un problema de identidad, pues la falta de tratamiento puede minar su autoestima. En definitiva: el sesgo de género en el esfuerzo diagnóstico y terapéutico afecta en muchos sentidos.

P.: Ese diagnóstico se deriva en ocasiones a salud mental...

R.: Es cierto. Incluso si la enfermedad se manifiesta de una manera similar, por ejemplo, con dolor, hay estereotipos evidenciados en la literatura científica que muestran que, en consulta, se cree menos a las mujeres que a los hombres.

Existe una revisión bibliográfica muy interesante, titulada Brave men and emotional women [en español, Hombres valientes y mujeres emocionales], que hace un repaso muy interesante sobre cómo se interpreta el dolor, que en las mujeres termina, muchas veces, sin etiqueta diagnóstica.

"Hay evidencias de que, en consulta, se cree menos a las mujeres que a los hombres"

Ellas dan vueltas por la atención primaria, con una receta de analgésicos, mientras que a los hombres les derivan al especialista, donde reciben tratamientos más específicos y costosos. Muchas veces, a la mujer se le preasume un problema de salud mental hasta que manifiesta una enfermedad, digamos, ‘de libro’. Cuando ese diagnóstico llega, ha pasado mucho más tiempo, por lo que aumenta la probabilidad de discapacidad y problemas emocionales.

P.: ¿Se observa algún avance hacia la igualdad en este sentido?

R.: Se han dado pasos institucionales, pero aún no han calado en la atención primaria. Lo importante realmente es estudiar la expresión clínica de estas enfermedades en hombres y mujeres cuando no se dan los mismos signos y síntomas, que cale en las universidades y posteriormente en la atención sanitaria; ahí es donde tenemos que llegar.

P.: ¿En qué punto se encuentran las especialidades femeninas como la ginecología?

R.: Falta mucho por recorrer. Aunque no es igual que hace unos años, sigue existiendo mucha ideología dentro de la ginecoobstetricia en general, algo que afecta a la salud sexual y reproductiva. Por otra parte, el paternalismo y el patriarcado influyen en que todavía existan programas de salud maternoinfantil.

Las mujeres tienen problemas de salud con independencia de que sean madres, y ese tipo de problemas no tienen que ver con los niños. Que existan asignaturas denominadas ‘Salud maternoinfantil’ y bloques y hospitales maternoinfantiles en algunos países significa que se percibe a la mujer como ente reproductor, y aún no nos hemos desprendido de eso.

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