Las piodermitis, que son en realidad un conjunto de enfermedades diversas, son uno de los principales motivos de las consultas al pediatra en los primeros años del bebé. Normalmente no son condiciones graves, aunque algunas de ellas si pueden tener ciertas complicaciones severas.
¿Qué son las piodermitis?
Como decíamos, las piodermitis son un conjunto de infecciones causadas por los microorganismos llamados piógenos, que son los estreptococos y los estrafilococos.
Pueden clasificarse en función del nivel de compromiso para la piel: cuando afectan a la capa más externa, la epidermis, se denominan foliculitis e impétigo; cuando afectan a la dermis, forúnculo y erisipela; en el tejido celular subcutáneo, celulitis; y si llegan hasta la fascia muscular, fascitis necrotizante.
¿Cuáles son sus síntomas?
Así, los síntomas también van a ser diferentes según el tipo de piodermitis que padezca el niño.
El impétigo, por ejemplo, es una infección muy común y benigna que afecta a la capa más superficial de la piel. Es contagiosa, y se manifiesta en la forma de ampollas que, al romperse, dejan una base eritematosa con borde de escamas, con costras amarronadas.
En cambio, la foliculitis es la inflamación de los folículos pilosos, lo que forma pápulas eritematosas en la piel cubierta de pelo. Cuando estas lesiones se expanden, es cuando se pasan a denominar forúnculos.
La erisipela, por su parte, es la infección de la dermis, frecuentemente en los miembros inferiores, y toma la forma de un área eritematosa elevada y bien delimitada. Se diferencia de la celulitis porque esta última suele estar mal delimitada, caliente y sensible, y a menudo lleva edema asociado.
Por último, la fascitis necrotizante se caracteriza por la necrosis y la destrucción de los tejidos de forma rápida, con lo que compone posiblemente el cuadro más grave dentro de todas las piodermitis.
Cómo se tratan
En función del diagnóstico concreto, los tratamientos para cada piodermitis van a ser diferentes. Por lo general, no obstante, y dada la etiología bacteriana común a todas ellas, puede incluir antibióticos (mayormente en vía tópica).
Además de ello, puede haber diferentes procedimientos sobre la piel, como el drenaje de forúnculos o abscesos, y medidas para evitar el contagio o la expansión a otras áreas del cuerpo del propio paciente.
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