¿Cuáles son las posibles causas de un sangrado excesivo en el parto?

Imagen de un parto.
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Imagen de un parto.

El parto, para la especie humana, es un proceso especialmente complicado y delicado. Aunque afortunadamente la medicina ha logrado ir reduciendo sus peligros con el paso de los años, aún hoy es relativamente común que se produzcan ciertas complicaciones.

Uno de los síntomas a los que es importante atender, tanto durante el parto como en las horas siguientes, es a las pérdidas excesivas de sangre, ya que pueden indicar que algo grave está sucediendo y actuar rápido puede determinar el desenlace.

¿Qué puede provocar un sangrado excesivo?

Que se dé un cierto sangrado tras el parto es algo normal, por lo que es importante recalcar que para que se considere una hemorragia uterina excesiva es necesario o bien que el volumen de sangre sea igual o superior a un litro y que el sangrado se produzca en las 24 horas posteriores al parto, o bien que la madre presente síntomas de pérdida significativa de sangre (presión arterial baja, ritmo cardiaco rápido, mareos, aturdimiento, fatiga...).

Esto puede ocurrir por varios motivos. El más frecuente es una condición que se conoce como atonía uterina, que consiste en que el útero no comienza a contraerse tras el alumbramiento.

A su vez, esto puede sobrevenir como consecuencia de una sobredistensión uterina por un embarazo múltiple, por macrosomía fetal (feto de gran tamaño) o0 polihidramnios (exceso de líquido amniótico); de distocia o parto difícil; de un parto precipitado; del tratamiento de la preeclampsia; del uso de ciertos anestésicos; por la existencia de miomas y por otras causas.

Otras situaciones que pueden provocar hemorragia excesiva son desgarros vaginales o en la cérvix (por ejemplo, durante una episiotomía), trastornos de la sangre que impidan la coagulación, infección uterina, retención de placenta, ruptura del útero o retroversión uterina

¿Cómo se trata?

Los médicos examinarán de cerca la cantidad de sangrado y realizarán varios exámenes a la mujer para determinar la causa, de la que como es lógico depende el abordaje del problema.

Cuando se trate de una atonía, en ocasiones puede solucionarse mediante masajes uterinos, la administración de fármacos que ayuden a contraer el útero y, si es necesario, la realización de transfusiones de sangre para reponer el volumen perdido.

En otros casos, es posible que sean necesarios distintos procedimientos quirúrgicos, como la ligadura de las arterias que se dirigen al útero, la sutura de posibles desgarros, el legrado (eliminación de restos de placenta), o, en casos muy raros, histerectomía (extirpación del útero).

Con todo, hay que señalar que, cuando se actúa a tiempo (lo que es común al encontrarse la madre en el entorno hospitalario), todas estas actuaciones rara vez tienen complicaciones o secuelas graves, tampoco la infertilidad.

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