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Víctimas de explotación sexual captadas por redes sociales: "Parecía una conversación inocente y de repente me vi en un polígono"

Sofía enseña en la pantalla de su móvil un vídeo de TikTok en el que dos menores, prácticamente dos niñas, mantienen una conversación. Lo hacen de forma inocente, una inocencia que choca con algunos de los comentarios que van recibiendo. "¿Qué edad tienes, rubia?", pregunta uno de los usuarios. "¿Tenéis novio?", se lee en otro mensaje. En un segundo vídeo, una chica baila mientras recibe "regalos", porque hay 'likes' en TikTok que pueden monetizarse. Los más caros son los símbolos del león, que alcanzan los 400 dólares (unos 370 euros) cada uno.    

"Por el entorno se nota que esta chica vive en la pobreza. Puede pensar que solo está bailando, pero está dando mucha información", alerta Sofía. Ella sabe bien lo que significa ser captada a través de una red social para ser explotada sexualmente y por ello recomienda tener mucho cuidado con lo que se publica. Esta superviviente forma parte de la unidad móvil para la detección e identificación de víctimas de trata de la Asociación para la Prevención, Reinserción y Atención de la Mujer Prostituida (Apramp), una entidad que acaba de lanzar la campaña #TikTokTrata. Su objetivo es precisamente informar y sensibilizar a los adolescentes sobre esta forma de violencia machista y poner el foco en el uso que los menores hacen de las diferentes aplicaciones.

Cuando Sofía fue captada aún no existía TikTok pero sí Facebook. A esta nigeriana la habían echado de casa por quedarse embarazada y colgaba en su perfil muchos mensajes sobre la importancia del amor de los padres o de tener el apoyo de alguien. En ese contexto un chico se puso en contacto con ella y la engatusó hasta el punto de que se hicieron novios. "Me preguntó si quería salir de Nigeria y le dije que sí. Me dijo que conocía a gente que me podía ayudar", recuerda. Así fue como dejó a la bebé con su familia y, después de llegar andando hasta Marruecos, pasó a Ceuta en el salpicadero de un coche. "Hasta que salí del CETI [Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes] seguí creyendo en mi novio y nos seguíamos escribiendo por Facebook. Él había intentado venir conmigo pero lo deportaron en Argelia", continúa.

Después de tres meses en la ciudad autónoma llegó a Madrid, donde conoció a la gente de la organización que había preparado su viaje hasta España. "Me llevaron a un piso y me dijeron que iba a ejercer la prostitución. Me negué, les dije que eso no era lo que habíamos planeado, y me tuvieron quince días a base de pan y agua. Me advirtieron que matarían a mi hija si no pagaba la deuda de 40.000 euros que tenía con ellos y que si hablaba con la Policía me deportarían", recuerda. Así fue como, con tan solo 15 años, pasó un mes siendo explotada por un grupo de proxenetas. 

Del chico al que había considerado su pareja, en el que había confiado y cuyo amor había creído que era sincero, no supo nada hasta que salió del piso de protección en el que Apramp la acogió durante un año. Nuevamente a través de Facebook, le escribió para volver a presionarla: "Me decía que estaba en peligro por mi culpa, que había sido él el que me había captado y que no había pagado la deuda. Tuve que cambiar la cuenta". 

Sentada alrededor de la misma mesa, Andrea escucha la historia de su compañera. La suya tiene tintes similares. A esta rumana la captaron igualmente por Facebook, pero en su caso no fue un desconocido sino un antiguo compañero de colegio. Hacía tiempo que había desaparecido de su vida pero sabía cuáles eran sus puntos débiles y la abordó por ahí cuando comenzó a escribirle. "Le iba contando cosas pero él ya sabía que yo tenía problemas con mi familia, que mi situación económica era muy mala... Empezó a decirme que estaba en España, que aquí se ganaba mucho dinero, y me invitó a venir. No me vine a la primera, pero insistió mucho y, como era alguien a quien conocía, no pensé que sería capaz de traicionarme", cuenta.

Una tendencia al alza desde el confinamiento

  • El confinamiento decretado durante los primeros meses de la pandemia provocó que los proxenetas intensificasen la captación de sus víctimas a través de las redes sociales. El encierro domiciliario pasó pero la tendencia de este modus operandi es cada vez mayor. "¿Por qué van a salir a buscar mujeres o a viajar a otros países, con el trabajo y gasto que eso supone, si las tienen al alcance de la mano con un click?", plantea Marcela. "Además, a través de las redes sociales, este negocio está aún más invisilizado", agrega Ana María Estévez. El riesgo ya lo presentó Facebook, pero el formato de Instagram y TikTok, que han traído consigo los vídeos en directo, lo ha aumentado. "Proporcionas más información de la que podías dar con una foto y además, son aplicaciones que van a perfiles más jóvenes. En TikTok especialmente entran muchas menores", aporta Beatriz Sevilla. Es algo que ya ocurría con los chats de los inicios de internet pero ahora las capacidades tecnológicas para investigar la vida de cualquiera son mucho mayores. 

Pero lo hizo, y una vez en Madrid, Andrea supo que el prometido trabajo como camarera no existía. El que creía su amigo se aprovechó de que estaba sola, en un país desconocido, cuyo idioma no hablaba, para obligarla a ejercer la prostitución en un polígono. Acababa de estrenar la mayoría de edad y estuvo en ese infierno hasta los 20 años. Igual que en el caso de Sofía, la asustaron mintiéndole sobre lo que podía ocurrirle si recurría a la Policía y con hacerle daño a su familia si no obedecía. 

"Si no hubiese sido por Facebook no habría podido ponerse en contacto conmigo. No estaba en Rumanía y no tenía otra forma de hacerlo. Yo nunca imaginé que esa podía ser una vía para algo tan grave. Era una aplicación en la que tenía a muchos amigos, vecinos, conocidos... Poníamos fotos, nos divertíamos... Parecía una conversación inocente y de repente me vi en un polígono. Te preguntas qué ha pasado y no entiendes nada", afirma esta superviviente, mediadora también de la unidad móvil de Apramp. 

La tercera superviviente presente en la sala se hace llamar Marcela. Igual que sus predecesoras en el turno de palabra quiere ser identificada con un nombre ficticio. Trabaja en la unidad móvil de Apramp desde hace doce años y fue captada en una época anterior a las redes sociales, pero se está afanando en luchar a nivel internacional contra el uso de estrategias online cada vez más extendidas. Forma parte de la Junta Asesora Internacional de Supervivientes de la Trata (ISTAC por sus siglas en inglés), el órgano instructor de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) para esta materia. La entidad consideró muy importante incluir la voz de los supervivientes a la hora de crear políticas públicas contra el tráfico de seres humanos. Cuenta con 21, de diferentes modos de trata, desde la sexual a la laboral pasando por los matrimonios forzosos o los abusos a menores. 

Allí, Marcela ha logrado que se ponga el foco en delitos como el grooming. "Me mandaron presentar un trabajo y elegí ese tema porque no se habla de ello. Son personas mayores que buscan captar niños. Está a la vuelta de la esquina y en España la gente desgraciadamente no quiere ver. Nuestros hijos están en peligro porque, a través del móvil, ya tienen acceso a la pornografía desde muy pequeños. Y no eres consciente de lo que hacen en la habitación con su teléfono", explica. Reconoce que la sociedad le está prestando algo más de atención a estas cuestiones, "pero aun así siguen diciendo que la trata y la explotación sexual son cosas de terceros países, de gente sin estudios ni dinero". 

Esta brasileña apostilla en ese punto que no conoce "una sola víctima que tenga una vida familiar estructurada". "Todas venimos de un desarraigo emocional. Si no hay afecto, cualquiera que venga de fuera te gana. Es mucho más fácil que con dinero", sigue. "Los proxenetas se aprovechan de la vulnerabilidad emocional, de las carencias afectivas, no siempre es una cuestión económica", corrobora Beatriz Sevilla, trabajadora social de la unidad de intervención directa de Apramp. Ella, junto a Ana María Estévez, coordinadora de la unidad de rescate, acompañan a las tres supervivientes en esta charla. 

Estas cinco mujeres coinciden en señalar que no se trata de demonizar las redes sociales sino de saber usarlas y de prevenir sobre el mal uso que pueden hacer los proxenetas. La campaña #TikTokTrata también va dirigida a que adolescentes y jóvenes conozcan las herramientas que tienen para detectar situaciones de peligro y saber cómo pedir ayuda

Andrea y Sofía han reducido su presencia online, a penas comparten contenido y solo tienen como contactos a personas muy próximas. "En Facebook solo tengo a mis familiares. En Rumanía se usa poco WhatsApp y es la forma de estar en contacto con ellos", comenta la primera. "Lo uso muy poco y en privado. Y con mi hija de 12 años instalé un control parental. Si quiere descargarse alguna aplicación me tiene que pedir permiso. También hablo con ella sobre los riesgos, le cuento la verdad, la voy asesorando sobre lo que es bueno y lo que no", dice la segunda.

Porque la clave está en la educación. "Tenemos que hacer un trabajo preventivo para que nuestras nuevas generaciones no sean demandantes de prostitución", remarca Ana María Estévez. De ahí la iniciativa de llevar esta campaña a los centros educativos, para evitar las ideas preconcebidas sobre la trata, que dejen de creer que esto no puede darse en su entorno y que cale en ellos desde bien pequeños que las mujeres no son un objeto para ser comprado, usado y desechado. Marcela lo resume perfectamente en una sola frase: "Nosotras no nacimos queriendo ser putas"

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