Madrid

Las ópticas resisten “en segunda línea de fuego” pero las tintorerías se rebelan en Madrid: “No somos esenciales"

“Somos profesionales sanitarios y estamos dando un servicio en segunda línea de fuego: asistencial y de urgencias. De momento sigo abierto. En dos o tres días, si no hay afluencia de clientes, cerraré".
Jorge París

Cuarto día bajo el estado de alarma. Los comercios llamados imprescindibles por el gobierno no parecen serlo tanto. Al menos esa es la visión de las peluquerías (que lograron la restricción de sus servicios hace dos días) y ahora de las tintorerías. Basta acercarse -con el permiso de la autoridad- a una tintorería histórica de barrio, para palpar la paradójica reacción de los interesados.

“Ayer recibí una única llamada y no era urgente”, comienza a explicar el dueño de una de las tintorerías más afamadas de Madrid: Hispano-Americana tuvo que echar el cierre, porque... “¿quién va a traer hoy una corbata aquí?”, se lamenta Ramón Blanco. El gobierno decretó su servicio como imprescindible por razones de higiene, pero él lo contradice: “No somos un servicio de primera necesidad”. En su opinión, “nos han metido en el grupo de empresas abiertas al público por entender que podemos lavar sábanas de hospitales. Y es increíble: yo nunca he lavado sábanas de hospitales y ninguna tintorería urbana lo va a hacer. Para eso están las lavanderías industriales”, subraya.

Blanco es autónomo y ha pedido a sus seis empleados que guarden la cuarentena. “Me parece una falta de responsabilidad meter a todo mi equipo, que viene en transporte público, en un sitio donde posiblemente nos traigan ropa infectada de un virus que tiene periodos de actividad de entre siete y 12 días. Aunque nos pongamos los equipos de protección corremos el riesgo de que se infecten clientes y nosotros mismos”, expone bajo una mascarilla de máxima protección.

"No somos un bien de primera necesidad. ¿Quién va a llevar hoy una corbata a la tintorería? Si ahora el Gobierno nos mete en el grupo de empresas que sí podemos abrir, a lo mejor nos quita todas las ayudas".
Jorge París

Su testimonio se ve respaldado por sus compañeros de gremio. La Asociación Profesional de Tintorerías y Lavanderías de Madrid pidió ayer al gobierno el cierre de sus negocios. “Yo puedo tener dos metros de distancia con el cliente pero con la ropa, no; y no toda la ropa se puede limpiar por encima de 60 grados para matar el virus. No merece la pena someter a nuestros clientes y trabajadores a este peligro”, expone el presidente de la entidad, José Carlos Más. A la espera de la respuesta a la petición, cada tintorero se acoge a sus premisas.

La mayoría ha echado el cierre, pero teme salir perjudicada de esta situación, pues, como apunta Blanco, “el gobierno nos ha condenado al ostracismo comercial: Si ahora el gobierno nos mete en el grupo de empresas que sí podemos abrir, a lo mejor nos quita todas las ayudas a los tintoreros.”, señala a este medio.

Algo semejante ocurre con los ópticos: “No estamos comerciando, estamos perdiendo dinero”. Solo que, en este caso, ellos sí se consideran de primera necesidad. “Tengo mi local abierto porque somos profesionales sanitarios y estamos dando un servicio en segunda línea de fuego; es decir, un servicio de urgencias en el que solo atendemos casos de necesidad visual: personas con graduaciones muy fuertes, médicos, personal sanitario, policías y pocos más. La verdad es que es un honor”, asegura José Carlos Barroso, óptico en Galax, un centro optometrista ubicado a unas cuantas calles de la tintorería.

Precisamente este gremio es uno de los más vulnerables al virus, pues una de las vías de contagio del coronavirus es el ojo. “Por eso llevamos máscaras y respetamos el metro y medio de distancia”. No obstante, las ópticas no están dando servicio de adaptaciones de lentes ni graduaciones de vista, solo entregan al usuario las lentes que vienen en envíos esterilizados.

“No podemos olvidar que las personas que continúan trabajando, especialmente los sanitarios, requieren de nuestra colaboración y de los productos sanitarios ópticos que dispensamos”, recuerda Juan Carlos Fraguas, delegado en Madrid del Colegio de Ópticos-Optometristas.

Pese a la emergencia sanitaria, muchos de ellos han “reducido su horario o han cerrado sus establecimientos ofreciendo un teléfono de contacto “para atender consultas de los usuarios”, explica Fraguas.

Así lo hará José Carlos Barroso, quien no descarta cerrar uno de estos días si la afluencia de público es tan baja como la que está teniendo. “Sobre todo he atendido llamadas telefónicas. La mayoría, para encargar lentes de contacto con graduaciones muy fuertes, pero ayer solo se acercaron tres clientes”, añade. Aun así seguirá atendiendo al personal sanitario y a sus clientes. Mañana, por ejemplo, irá a casa de su vecina de 90 años para asistirle. "Hay que ponerle una lentilla como vendaje, para que no claven; hay que limpiar la lentilla y volver a ponerla para que no se infecte cada siete días", explica este profesional.

El escaso flujo de vecinos por las calles del barrio, acompañan las quejas de estos solitarios dispensadores de servicios. Este es el paisaje urbano en Madrid, pero el estado de alarma no ha hecho más que empezar.